Humanidades inhumanas. Parece un oxímoron, una frase que se contradice a sí misma. ¿Cómo pueden las humanidades ser inhumanas? ¿No dejarían de ser humanidades? Lo cual respondo con otra pregunta: ¿Cómo expresas y desahogas las emociones que llevas dentro? Si sentarnos frente a una pantalla por tres horas al día fuese la respuesta, todos seriamos el próximo Pedro Mir.
Las humanidades son disciplinas enfocadas en la exploración de la experiencia humana, como la literatura, la filosofía, las artes en todas sus articulaciones. De alguna manera u otra, todos ejercemos las humanidades.
Muchos dirán, “no, yo no soy artista ni filósofo, a mi no me hablen de eso”, pero cuando miran el rostro de la persona que aman y lo comparan con el amanecer, ¿no es eso poesía? Cuando escuchan los ricos ritmos de nuestro país y no pueden evitar mover los pies y la cabeza ¿no es eso baile? Cuando se quejan frente a la injusticia de un bajo sueldo, ¿no es eso filosofía? Todos ejercemos las Humanidades porque todos somos Humanos. Dependemos de ellas tanto como ellas de nosotros.
“La medicina, el derecho, los negocios, la ingeniería, son actividades nobles y necesarias para sustentar la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor: esto es por lo que nos mantenemos vivos”.
-La sociedad de los poetas muertos (1989)
Parece impensable decir que las humanidades se han vuelto inhumanas, que hemos sacado al humano de las mismas. Todos seguimos escuchando música, viendo películas, y leyendo libros. De hecho, no sería descabellado decir que actualmente, lo hacemos más que en cualquier otra época. Consumimos más contenido cultural que cualquier otra generación. Devoramos películas y series y canciones como helado en una tarde de verano. Comemos hasta reventar. Consumimos tanto que nuestra lengua es incapaz de diferenciar un caramelo de otro, tanto que nuestro vientre se infla como el de una embarazada a punto de dar a luz a un ser muerto.
Consumimos, pero no creamos. Vemos, escuchamos, más no expresamos. Nos mantenemos pasivos mientras una máquina nos trae comida a la boca. Las Humanidades existen de forma bipartita. Por un lado, la pintura es pintada, la música compuesta e interpretada, el libro es escrito. Por el otro, la pintura es observada, la música escuchada, y el libro leído. Ambos lados tienen su valor. El segundo, aquel que recibe, nos da un vistazo hacia la humanidad de otros, mientras el primero, expande la propia. Actualmente, la práctica intencional de estas actividades se ve relegada a un grupo de selectos talentosos, los prodigios. Entonces, para la persona común ¿dónde ha quedado nuestra propia humanidad?
Si no cantamos, no bailamos, ni pintamos, ni escribimos, ni filosofamos, ¿que somos más allá de un agujero sin fondo sobre el cual se arrojan las piezas producidas por los demás?
Hoy en día, la gran mayoría de personas opta por utilizar su tiempo para consumir en vez de hacer. Los estudiantes utilizan modelos de IA generativa para hacer sus tareas. Muchas personas incluso han caído en utilizar estas máquinas como sustituto a sus relaciones interpersonales.
Sufrimos al sostener una existencia basada en el consumo, encadenando nuestro instinto creativo -humano- bajo el yugo de la ansiedad social y la bota del elitismo. Nos despreciamos a nosotros mismos al removernos de las Humanidades. Esta dictadura del consumo afecta a los mismos creadores, quienes se ven forzados a producir obras en masa cada vez más rápido, para que más personas consuman, con tal de poder pagar la renta al final del mes.
El análisis y la investigación son realizados por modelos de lenguaje como Chat GPT. Las artes como la pintura y el dibujo son hechas por modelos de procesamiento de imágenes. Los poemas los escribe una máquina. La investigación histórica la hace otra. Los debates se reducen a vomitar lo que una máquina vomitó, para escuchar al otro vomitar en respuesta a lo que su máquina le vomitó.
Hemos llegado al punto en el que incluso el mismo creador puede ser expulsado de la ecuación, reemplazado por una máquina desalmada experta en regurgitar pixeles, cucharadas de una sopa de llantos convertidos en ka-ching ka-ching.
Arte sin artista, filosofía sin filósofo, literatura sin escritor, amor sin amante, lágrimas sin ojos. La práctica de las humanidades se ha reducido a su consumo y producción económica. Lo humano ha sido expulsado de las humanidades.
No puedo decir que estamos perdiendo nuestra humanidad junto a las humanidades, porque ya la hemos perdido. Creemos que podemos definirnos por lo que consumimos, que somos lo que sacrificamos al altar del crecimiento infinito.
La verdad es que no culpo a los estudiantes por usar Chat GPT para hacer sus tareas. Desde que nacen, les decimos que deben sacar buenas notas, y esa es la manera más fácil de hacerlo. ¿Cómo podemos pedirles que valoren algo que nosotros mismos no hacemos? Ellos solo quieren tener algo de paz en casa. Saben que podrían ser castigados si el número en el reporte es menor a 80.
Esta es la mentalidad que hemos impartido. Al terminar la tarea, son libres. ¿Libres para hacer que? La parte más optimista de mí diría, libre para compartir con amistades, para crecer en lo que les apasiona, pero se que este no es el caso. Son libres para consumir, para aislarse, para darse un pase rápido con el polvo mágico que es el hiperconsumo. Libres para hacer un esfuerzo desesperado por recuperar aunque sea una sola pieza del agujero con forma de alma que vacía su pecho. Un agujero que todos tenemos.
Crear es difícil. Expresar pone un nudo en la garganta. Filosofar da dolor de cabeza. Nadie quiere pasar por cosas difíciles, pero es a través de esas dificultades que cultivamos nuestra humanidad, que definimos nuestra identidad. Es a través de esa dificultad, de esa incomodidad, de ese lento paso del tiempo, que damos forma al barro que eventualmente encaja en el agujero particularmente nuestro. Es a través de esa dificultad en el cuestionamiento, la investigación, el debate, el análisis, el aburrimiento, la empatía, que encontramos las joyas para adornar ese hermoso jarrón.
"Si obtienes todo lo que quieres en el momento en que lo quieres, ¿cuál es el punto de vivir?"
-Jake el Perro, Hora de Aventura
Y claro, no es por decir que no tenemos problemas. Tenemos demasiados problemas. Debemos dedicar al menos tres cuartos de nuestro día a resolver problemas. A trabajar, cocinar, limpiar, cuidar nuestras familias. Tenemos tantos problemas que no podemos hacer más que apagar el cerebro por unas horas, ver unos reels en Instagram, y no pensar en nada. La cosa es que esto no es descanso. Al día siguiente despertamos aún más cansados. En el tráfico, queremos arrancarle la cabeza al primero que se nos cruce. En el trabajo, no queremos hacer nada más que volver a casa y descansar. En el junte con amigos, solo queremos mirar el teléfono. Nos encontramos frente a una realidad miserable, inhumana.
Cuando había rastros de esa humanidad en la cultura que consumiamos, era posible formar un mosaico de las vidas y emociones de otros, creando un collage únicamente nuestro. Mas cuando estas no son hechas por ningún ser humano, cuando el pan es procesado y no horneado, hasta las migajas saben a aserrín.
Si queremos recuperar aunque sea un poco de esa humanidad, llenar ese agujero que se expande en nuestro pecho, encontrar quienes somos verdaderamente, es de vital importancia inyectarnos en las Humanidades. Estas son las que nos permiten ver y explorar lo que somos como humanos. Simplemente consumirlas para matar el tiempo (lo único que tenemos) no es suficiente. Les invito a pintar, cantar, filosofar, debatir, pensar, actuar, bailar, escribir, de forma intencional. No porque seamos artistas o filósofos, sino porque somos humanos.
Lessing Abdías Pérez Calderón
Lcdo. en Lengua y Literatura orientada a la Educación Secundaria
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