Uno

Las notas presentes son esbozos de lo que podría ser una exploración a profundidad del pensamiento de José Ramón López y Pedro Francisco Bonó, sus diálogos con la moral de Hostos y sus distancias en la búsqueda de autenticidad intelectual. Ambos pensadores impactaron en la cultura dominicana, en una época en la que no había una clara estructuración de un pensamiento social, debido a la pobreza, así como a eventos históricos tan sui generis como las devastaciones, el periodo de la España Boba y, luego, las dictaduras que marcaron no solo un escaso desarrollo material, sino también el problema de las normas de convivencia, malestar en nuestra cultura que todavía persiste y se expresa en la corrupción tanto del Estado como de las prácticas privadas.

Pedro Francisco Bonó y Mejía.

En el siglo XVIII, los pensadores ilustrados del país ya respiraban los aromas del surgimiento de una nueva forma social y económica de organización, que prometía mayor igualdad y libertad entre los ciudadanos. Estas ideas llegan a América a través de los hombres que estudiaron en el Viejo Continente. El imaginario de la Ilustración influye en los proyectos patrióticos y en la visión de raigambre de los “criollos”. Esta nueva mirada hacia las sociedades fue, para el siglo XIX, llamada “pensamiento liberal”, donde la igualdad política y social solo era posible en el marco de una estructura patriótica.

La Ilustración propugnaba las ideas humanistas de pensadores como Voltaire, Rousseau, Kant y otros que planteaban una nueva filosofía de la sociedad, en donde se expresaba una mirada de “las luces” a la moral como normas de convivencia en sociedad. Las ideas identificadoras de este periodo, además, asumían el racionalismo, centrando la crítica a la vieja sociedad con perspectivas y métodos cartesianos. De tal modo, la razón aparece en el centro de este pensamiento y es enarbolada como instrumento filosófico para explicar el comportamiento humano en sociedad.

En ese escenario de estudiosos, debemos mencionar la aparición de la teoría del buen salvaje de Jean-Jacques Rousseau. Según esta teoría, el hombre en su estado natural es bueno, pero la vida en sociedad corrompe sus conductas. Este individuo, en el esfuerzo por preservar su propiedad (familia, tierra, bienes), limita su propia libertad y se hace hostil. De tal modo, la educación no debería coartar las conductas primitivas, sino promoverlas; es la civilización la que ha creado desigualdad y maldad. La libertad como producto de la vida individual aparece también en Eugenio María de Hostos, donde se observa una fuerte respiración de los principios que defendió Rousseau.

Retrato de Eugenio María de Hostos, realizado por el pintor Dominicano, Abelardo Rodríguez Urdaneta (1870-1933).

El desarrollo de las ciencias sociales en Latinoamérica ha ido emparejado con una visión de nacionalismo: una postura ante las realidades sociales de los Estados nacientes y los preclaros discursos en los que el pensador asume posiciones políticas manifiestas, propone una forma de organización y pertenencia. En nuestro país, el escritor considerado por muchos como el primer sociólogo dominicano, Pedro Francisco Bonó, se preocupó por una sociedad abierta y descentralizada. (Ver: Demorzi, Emilio. Papeles de Pedro Francisco Bonó; publicación de la Academia Dominicana de la Historia, 1984). A la distancia del tiempo, todavía aspiramos a conformar esa sociedad.

También debemos hablar de ciencias sociales para abordar la novelística en República Dominicana, debido a que los inicios del Estado-nación han estado marcados por esta disciplina. Pedro Francisco Bonó, además de considerarse el primer novelista de lo dominicano con la publicación en 1856 de El Montero, es ponderado como primer sociólogo, y en ambos contextos se expresa su visión del mundo, marcada por el positivismo que trajo consigo Eugenio María de Hostos, visión esta que logró introducir en el pensamiento incipiente de la naciente República Dominicana. Historia de la Sociología de República Dominicana y Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas constituyen clásicos de las ciencias sociales atravesados por el pensamiento positivista de la época.

Bonó eleva a la condición de análisis científico los estudios y la observación sociológica del siglo XIX. En esa misma dirección, años más tarde, aparece en 1940 el texto República Dominicana: Análisis de su pasado y su presente, de Juan Isidro Jimenes Grullón, y después Juan Bosch publica Composición social dominicana, texto este último que, a mi modo de ver, inaugura en el país lo que hoy se conoce como Estudios Culturales.

La importancia de estos acontecimientos bibliográficos se debe, entre otras cosas, a que marcan la orientación sociohistórica de la novelística dominicana de finales del siglo XIX y XX. La novela dominicana se inicia en el marco de la perspectiva social ilustrada. Más recientemente, se ponen en evidencia los trazos de la novela social en obras tales como: Materia Prima, Uña y Carne y La biografía difusa de Sombra Castañeda, de Marcio Veloz Maggiolo.

Marcio Veloz Maggiolo.

Otro recorrido, no tan divergente, por los inicios de la novela dominicana, nos revela sus ejes temáticos. Por ejemplo, la llamada novela de la caña, representada por De cañas y bueyes, de Moscoso Puello, y Over, de Marrero Aristy; la novela costumbrista, donde aparece La mañosa, de Bosch. Más allá de estos pretextos temáticos, late la preocupación por la cuestión social y esta persiste hasta entrado el siglo XX, desde donde la narrativa de ficción se vuelve más intimista y distante de la cuestión social, y aborda estrategias escriturales del boom.

Continuará…

César Augusto Zapata

Psicólogo, poeta y educador

Piscólogo, escritor, poeta. Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro 1994. Director de la Cátedra de la Edgar Morin, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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