Retrato Tatiana Bilbao
Ana Hop/Cortesía Estudio Tatiana Bilbao
La arquitecta mexicana, Tatiana Bilbao.

Cuando le preguntan a Tatiana Bilbao por qué se interesó en la arquitectura, casi siempre dice que fue algo natural, casi orgánico, algo que estaba inscrito en su linaje familiar.

Nació en 1972 en Ciudad de México, en el seno de un matrimonio de físicos matemáticos. Su abuelo, Tomás Bilbao Hospitalet, fue un destacado arquitecto español que incluso llegó a ser ministro de Desarrollo Urbano en España antes de que la guerra civil lo llevara al exilio y finalmente a hacer vida en el país latinoamericano.

Su padre siempre le dijo que ella llevaba la arquitectura en las venas. Ella ha reconocido que nunca jugó con la Barbie que le regalaron en esos años, pero la que la usaba como excusa para imaginar y construir una ciudad donde pudiera vivir.

Para Bilbao, la arquitectura debe estar al servicio del cuidado del cuerpo y la comunidad. Una convicción que no fue fácil de defender cuando salió de la universidad. "Siempre pensé que era yo la que no había entendido nada y no sabía hacer arquitectura", dice.

Con más de 30 años de carrera, Bilbao ha participado en proyectos con alto impacto social en México, como el Jardín Botánico de Culiacán en Sinaloa y el Acuario de Mazatlán. En esas, como en otras de sus iniciativas alrededor del mundo, la integración del entorno se ha convertido en su sello.

"La naturaleza crece de forma orgánica y eso tiene mucho que enseñarnos como ciudadanos, pero también como arquitectos y urbanistas", ha dicho.

En entrevista con BBC Mundo, en una videollamada desde su estudio en Ciudad de México, Bilbao ahonda en los desafíos de la arquitectura contemporánea, el ego del arquitecto e, incluso, la situación de su país en la era de Donald Trump. El siguiente es un extracto de esa conversación.

Acuario Mazatlán
Juan Manuel McGrath/Cortesía Estudio Tatiana Bilbao
El Acuario de Mazatlán, México, es uno de los proyectos más icónicos de la arquitecta.

Tu obra rescata una filosofía que integra la naturaleza y la geometría, pero también las necesidades o prácticas de las comunidades que la rodean. ¿De dónde surge esa mirada?

Para mí la arquitectura provee una forma esencial de cuidado para el cuerpo.

Sin arquitectura no podemos existir en este planeta. Es un elemento necesario para que los seres humanos podamos habitar, estar. No somos seres ni autónomos ni tenemos la posibilidad de estar expuestos a las condiciones climáticas actuales.

Pero la arquitectura no solo es un techo, sino que es un elemento integral que nos sostiene para vivir.

Yo siempre digo, además, que no es solamente un elemento integral sino que es una plataforma que debe inspirar nuestra vida. Y uso la palabra inspiración, que se ha banalizado, en su sentido más amplio: es aquello que nutre, que nos permite crecer.

La arquitectura debe ser eso que nutre al cuerpo para permitirle florecer, tanto físicamente como moralmente, espiritualmente e intelectualmente.

¿Y cómo se integra a esa visión la comunidad y el entorno?

En ese entendimiento, los lenguajes del medio donde el ser humano se desarrolla son fundamentales. Uno evidentemente es nuestro ecosistema, el cual habitamos, del cual somos parte y otro es nuestro sistema social.

Porque otro de los aspectos que se derivan de esta idea de la arquitectura como forma esencial de cuidado del cuerpo, es el hecho de que somos seres únicos, pero interdependientes.

Entonces, nuestra arquitectura nace de la relación con su entorno, no es una cosa separada.

Y lo mismo con las comunidades, nuestra arquitectura entiende que somos seres interconectados, que sin esa relación con el otro no podemos sobrevivir, entonces, crea plataformas para que estas relaciones sociales puedan entenderse y sostenerse de la mejor manera.

Nuestra arquitectura no es que considere estas cosas, sino que surge de esas condiciones.

¿Cómo llegas a esa convicción? ¿Es algo que siempre tuviste tan claro?

La verdad siempre lo tuve claro, pero no lo había visto, porque mi educación fue muy distinta.

Jardín Botánico de Culiacán.
Onnis Luque/Cortesía Estudio Tatiana Bilbao
El Jardín Botánico es un proyecto que lleva más de 20 años en manos del Estudio Tatiana Bilbao. El horizonte principal ha sido integrar a la comunidad y sus prácticas en la visión arquitectónica y, a su vez, no inteferir el ecosistema que lo rodea.

Estudié en un momento bastante complejo en la arquitectura. En donde estábamos en el pináculo de la idea de la arquitectura entendida como objeto en el paisaje. Y no solo eso, sino que además diseñada por parámetros proporcionados por un software.

Entonces me acuerdo de decir; no, estas dos cosas no encajan.

Siempre pensé que era yo la que no había entendido nada y que no sabía hacer arquitectura, porque yo creía otra cosa. Pero luego entendí que no era eso, sino que tenía una visión distinta.

Vengo de una familia de arquitectos que siempre entendieron la arquitectura como una plataforma social para sostener la vida. De ahí también viene.

Has participado en proyectos de alto impacto para las comunidades de México como el Jardín Botánico de Culiacán o el diseño estrategias para construir casas sociales, ¿cuáles son los aprendizajes más valiosos que rescatas de esas experiencias?

El Jardín Botánico ha sido un proyecto muy paradigmático en nuestra carrera. Porque además ha seguido toda nuestra trayectoria: empezó el 2005, cuando inauguramos la oficina, y la verdad es que ha sido un proyecto que nos ha identificado mucho porque contiene muchos de los valores con los que trabajamos.

Pero, además, por la temporalidad del proyecto. Eso nos ha entregado la posibilidad de entender mucho más todos esos aspectos que nos interesan. Ha sido un proceso muy enriquecedor.

La forma esencial de cuidado que provee la arquitectura es algo que necesitamos todos. Y evidentemente hay algunos que no tienen el privilegio de tener estas plataformas, que viven en instancias muy precarias, y es donde me parece fundamental actuar.

¿Se puede dar por terminado ese proyecto?

No, y yo digo que ojalá nunca. El Jardín Botánico, como todos los espacios, tiene la necesidad constante de estar creciendo, evolucionando, mejorando. Y así son todos los proyectos, lo que pasa es que normalmente la arquitectura los hace más estáticos.

Si tú haces planes para un museo, el museo evoluciona, el museo va a evolucionar por naturaleza, siempre, lo que pasa es que ya tiene un confín muy especifico de un espacio que no evoluciona.

En el Jardín Botánico, como no construimos la versión, según nosotros final, pues la restricción es menor. Entonces, la evolución es ad infinitum.

Me imagino que no todos los proyectos permiten eso… has dicho que "la ciudad tiene su tiempo, su historia", algo que bajo las lógicas comerciales o materiales no siempre es posible… ¿Cómo lo manejas?

Es una pregunta fundamental. Esa es otra cosa en la que nosotros estamos siempre pensando.

Tatiana Bilbao con sus equipos.
Tatiana Bilbao Estudio/Dogma and Maio
Tatiana Bilbao fundó su estudio en 2005 y este año participó en la Bienal de Arquitectura de Venecia.

La arquitectura tiene una condición absolutamente determinante y determinada. Determina quién, cómo, cuándo, dónde puede habitar… No hay más, es lo que da. Un muro decide quién sí, quién no, dónde sí, dónde no.

Pero además es determinada, porque un muro es un muro, y no se mueve. Aunque lo quieras empujar un metrito no se mueve. Sin embargo, éste se sostiene sobre un ambiente que es siempre cambiante y sostiene una vida que es siempre cambiante.

Ustedes trabajaron en la idea de una casa que tenía la posibilidad de adaptarse…

Es una estrategia de diseño, para que la familia, las personas, la unidad social, los amigos, puedan decidir las condiciones de cómo habitan y, sobre todo, que pudiera evolucionar al tiempo que evoluciona la vida de esas personas.

No sé que tanto eso pueda suceder, pero son preguntas que nos hemos ido haciendo: ¿podemos evolucionar de una forma distinta? ¿podemos hacer que la arquitectura que está tan determinada pueda, de alguna forma, transformarse con el paso del tiempo?

Cada proyecto aborda de forma distinta esta pregunta de la relación del tiempo y el espacio en la arquitectura.

Has dicho que la arquitectura "puede dar calidad de vida o puede quitarla"…

La arquitectura puede ser una plataforma para que la gente pueda enaltecer su vida, pero también para oprimirla. ¿Por qué? Porque la arquitectura decide quién puede y quién no puede habitar.

Sobre todo en el mundo de hoy, en donde la arquitectura se ha vuelto un commodity; no todo el mundo puede acceder a una casa, aunque sea un derecho humano.

Entonces, esa es una forma en donde la arquitectura quita calidad de vida. Pero hay otras más simples, un espacio que no está bien iluminado, que no está bien ventilado, que es húmedo, que es frío, que es caliente, que es oscuro, que refleja la luz, que absorbe la luz…

Todo eso en sus extremos puede producir una inhabitabilidad muy fuerte, lo que puede poner incluso en riesgo tu vida.

Hay cuestiones más sutiles que también lo pueden hacer, como cuestiones económicas y políticas. Las rejas, los muros; el muro entre México y Estados Unidos es otro ejemplo.

Hablando de México y fronteras, vienes de una familia de refugiados españoles, ¿cómo eso se mezcla con la identidad mexicana y latinoamericana y cómo se expresa en tus proyectos?

Es una pregunta que me ha interesado mucho, que me ha costado entender, pero que he ido reflexionando porque obviamente es parte de quién soy.

México es un país con muchas capas. La Ciudad de México está construida sobre capas de historia que, además se ven físicamente; era un lago, luego había una ciudad prehispánica, luego había una ciudad colonial, luego una moderna, luego una contemporánea.

Y eso se ve, brota literal por las coladeras.

Entonces, es algo con lo que he crecido. Y mi historia es mucho así, es de muchas capas, algo que a la vez me permite un entendimiento de esta complejidad.

De ahí que, por ejemplo, el entendimiento comunitario siempre haya estado en mi ADN. Pero es algo que también está en mi cultura, no vivo en una cultura individualista sino en una que entiende el beneficio del colectivo social.

Has compartido que más cercano al inicio de tu carrera sentiste el peso de esta idea del protagonismo, del propio ego y las pretensiones que a veces mueven un poco el mundo de la arquitectura. Lo decías específicamente en relación al proyecto del Parque de Arquitectura de Jinhua de Ai Wei Wei, en China. ¿Cómo convives con eso hoy?

Para mí el ego significa la fuerza interna para hacer cosas, cualquier cosa. Entre el tener la oportunidad de hacer algo y hacerlo. El reconocimiento de que puedo. Para mí ese el ego que vale.

Y, al mismo tiempo, ese se alimenta del reconocimiento de otros, un círculo que si se lee de esa forma se vuelve virtuoso.

Pero la verdad es que eso cuesta tiempo entenderlo. Eso no lo enseñan en la escuela ni a mí me lo enseñaron en mi casa.

Housing+, Acuña, Coahuila.
Jaime Navarro/Cortesía Estudio Tatiana Bilbao
En el proyecto Housing+, en México, se hizo una investigación previa de las necesides de las comunidades y se creó un concepto "basado en el arquetipo de casa capaz de adaptarse a las variaciones geográficas, sociales y culturales".

Cuando supe que iba a hacer ese proyecto en China lo primero que pensé fue órale, y creo que así fue para todos, todos éramos jóvenes acabando de salir casi de la Escuela y era de nuestras primeras comisiones y en China.

Un proyecto internacional, muy visible, con ​(Jacques) Herzog y (Pierre) de Meuron, y todos queríamos sobresalir. Entonces, era como "qué hago para que se me reconozca".

Y, en ese momento, pensé: tienes que hacer el edificio más extraño, raro, espectacular del planeta.

Hoy lo entiendo muy distinto, pero ahí no lo veía así. Es por ello que he hecho esa reflexión y digo que hubiera hecho otra cosa.

¿Crees que la pretensión es un factor preponderante en el mundo de la arquitectura hoy? Está esta caricatura de estos edificios fálicos, enormes…

Es que ante el reconocimiento de la arquitectura como un objeto, pues, la reflexión es "yo hice ese objeto".

Para mí no es eso, es un proceso, entonces no opera de la misma manera. Pero sí, eso sigue existiendo y seguirá existiendo. Ante una sociedad que persigue el reconocimiento a través de la capacidad de poder que tiene una persona, mientras más grande, imponente, fálico sea un edificio, pues más poder tienes.

La arquitectura no es ajena a los momentos de crisis política y económica como el que está viviendo ahora México, ¿tienes alguna reflexión sobre lo que ocurre con ella en momentos como este y qué se puede hacer?

En México hay una crisis social muy importante, que no es ajena a lo que está pasando en el mundo entero. Venimos de una época en la que se nos prometió que el sistema capitalista nos iba a dar a todos, ya nos dimos cuenta que es una falacia.

En México el tema del narcotráfico es algo que evidentemente ha producido una descomposición social muy fuerte y el problema fundamental es que es algo sistémico no es un problema inherente.

Ya se lo respondió de forma muy pragmática nuestra presidenta al señor del otro lado: el 80% de las armas que tienen los narcotraficantes son de los militares estadounidenses.

Y cómo vamos a atacar ese problema, yo creo que hay que cambiar el sistema radicalmente, pero eso toma muchos siglos, no años… Ojalá esta crisis mundial que estamos viviendo sea el inicio del entendimiento de que este sistema no funciona.

Yo me siento muy agradecida de estar en el país en el que estoy, porque le estamos afrontando esta situación de manera muy digna, con una presidenta que está muy firme, tratando de capacitar a la población para ir por otros caminos. Eso puede ser muy beneficioso.

¿Ha notado algún cambio en los últimos dos meses por las políticas arancelarias de Trump?

No, en México no, creo que eso va a ser a más mediano a largo plazo.

Lo que sí es una afectación directamente proporcional es el tema migratorio y lo que a mí más me afecta es la libertad de expresión. Es la opresión de ese derecho, por suerte aquí en mi país no estamos ahí, pero Estados Unidos es el país en el que doy clases. Entonces, eso a mí me tiene muy expectante y dudosa.

En una conversación con Jacques Herzog abordó el camino de desafiar cuestiones que en su época eran muy normativas en la arquitectura, como el parametricismo impulsado por softwares, mediante proceso análogos, por ejemplo. ¿Cómo enfrentas hoy a la Inteligencia Artificial?

Para mí la IA está muy difícil de entenderse como tal. Yo no la entiendo. Es mi incapacidad ante ese mundo. Porque, de entrada, para mí, surge desde nosotros.

Entiendo que podría llegar a un lugar que ya esté incluso sobre nosotros. Pero me queda la duda, porque siempre estamos nosotros que la producimos. O sea, si la desconectamos al cable qué… si ya no tiene energía para funcionar, cómo lo va a hacer.

Entonces yo digo, puede dominarnos pero no…A lo mejor es muy inocente mi inferencia. Pero me cuesta mucho trabajo relacionarme con ella, porque yo creo en lo que te digo, vivimos en un mundo físico, con una necesidad física de estar protegidos… estos mundos artificiales están siempre creados desde ahí.

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BBC

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