
Hay un recuerdo de la vida de la secretaria Sylvia Bloom que para quienes la conocieron ilustra nítidamente cómo vivió: cuando el 11 de septiembre de 2001 iba camino a su oficina en las cercanías del World Trade Center, sumidas en pleno caos tras los ataques, y le recomendaron volver a su casa, la mujer de entonces 84 años se subió a un autobús.
"No a un taxi; a un autobús", remarcó su sobrina y albacea, Jane Lockshin.
La decisión puede parecer nimia, pero para su círculo la retrataba de cuerpo entero. Bloom era una mujer que, pese a la fortuna que había amasado, vivía sin extravagancias.
A esas alturas, Bloom ya había acumulado millones de dólares a través de un simple, pero peculiar método: copiando las inversiones que hacían los abogados para los que trabajaba en la firma Cleary Gottlieb Steen & Hamilton, donde se desempeñó por 67 años como secretaria.
Su historia, sin embargo, se mantuvo en secreto hasta 2018, dos años después de su fallecimiento, cuando se hizo público que parte de su fortuna sería donada a la fundación Henry Street Settlement, en el Lower East Side de Nueva York, con el objetivo de financiar becas para jóvenes desfavorecidos.
Se trataba nada más ni nada menos que de US$ 6,24 millones. La suma configuraba la donación más grande que un solo individuo había hecho al servicio social en sus más de 125 años de historia.
Otros US$ 2 millones serían donados a otras instituciones de beneficencia.
¿Pero quién era esta perspicaz neoyorkina y qué la motivó a acumular riqueza para beneficio de otros?
"Inteligente y astuta"
Sylvia Bloom nació en Brooklyn en 1919.
Era hija de una pareja de inmigrantes de Europa del Este y creció en momentos difíciles. Durante sus primeros años, la Gran Depresión golpeaba a las familias de Estados Unidos y la suya no era la excepción.
En ese contexto, asistió a diversas escuelas públicas. Según The New York Times, ella incluso debió terminar sus estudios en jornadas nocturnas, para poder trabajar durante el día.
Ya en 1947 fue una de las primeras empleadas del incipiente bufete de abogados Cleary Gottlieb Steen & Hamilton de Wall Street, que hoy tiene presencia global y más de 1.300 juristas en sus más de 16 oficinas.
Fue ahí donde la mujer ideó un esquema que le permitió invertir su modesto salario de secretaria.

"Era una neoyorquina inteligente y astuta", dijo Lockshin al programa BBC OS en 2018.
"A fines de los años 40 y en los 50, cuando empezó a trabajar, las secretarias hacían de todo por sus jefes: les cuadraban las cuentas, les pagaban las facturas y, cuando el jefe quería comprar acciones, le decía a su secretaria: 'Llama a mi corredor y compra mil acciones de AT&T'. Luego Sylvia llamaba a su propio corredor y compraba cien acciones de AT&T", explicó.
La secretaria legal, quien lamentaba no haber podido estudiar derecho, se casó con Raymond Margolies, un bombero municipal que luego de jubilarse se convirtió en maestro.
Según han relatado los familiares de Bloom, ni su esposo ni nadie de su círculo tenía conocimiento de la fortuna que ella había acumulado por años.
No tuvo hijos y vivió con su marido hasta el fallecimiento de él, en 2002, en un modesto apartamento de alquiler en Brooklyn.
Después de jubilarse a los 96 años, poco antes de su muerte, Bloom pasó sus últimos días en una residencia de ancianos.
En su servicio conmemorativo de 2016, según recopila la fundación Henry Street Settlement, "un colega dijo que habría sido una excelente abogada: era inteligente, analítica, paciente, sabia y leal".
Quienes la conocían destacaban "su ironía seca, su risa contagiosa y su sonrisa radiante". Otros rendían homenaje a su carácter y cualidades personales: "Profesional, leal, modesta, honesta, generosa, dedicada y con una ética de trabajo implacable".
"Era franca, sin pretensiones y una pensadora completamente independiente. Su mente era aguda y sus palabras, precisas".
La sorpresa
Su sobrina fue quien quedó a cargo de su testamento tras la muerte de Bloom, en 2016. Y fue así que descubrió que su tía era en realidad millonaria.
"Fue un momento de '¡oh, dios mío!’", ha contado Lockshin en repetidas oportunidades al recordar el día en que revisó sus cuentas.
"Sylvia me pidió que fuera albacea de su testamento. Yo sabía que quería dejar la mayor parte de su patrimonio a obras benéficas y que quería, en particular, establecer becas para niños necesitados. Confiaba en mí para encargarme de eso y la verdad es que me conmovió mucho. No tenía idea de cuánto sumaba su patrimonio cuando murió", dijo a la BBC.
"Empecé a revisar sus cuentas: hice una hoja de cálculo, anoté US$ 3 millones en una casa de bolsa, US$ 1 millón en otra… Y para cuando terminé de reunir todos los activos de la herencia, sumaban más de US$ 9 millones. No tenía idea", continuó.
"Sylvia era una persona muy reservada. Mantenía sus asuntos para sí misma; sus finanzas eran privadas", agregó en esa oportunidad.
Lockshin explicó: "Ella y mi tío vivían en un apartamento de un dormitorio en Brooklyn. Viajaban… A mi tío le encantaba apostar y solían ir a Las Vegas. A Sylvia le fascinaba Elvis, a quien llegó a ver en Las Vegas. También viajaron por Europa, iban a la ópera. Vivían bien, pero no de manera extravagante".
Pero si los montos sorprendieron a Lockshin y a toda la familia, lo que no fue una sorpresa para nadie fue el destino que Bloom quería que tuvieran esos fondos.
Como hija de la Depresión y la educación pública, parecía un gesto natural el que quisiera dejar su fortuna a jóvenes sin recursos para estudiar.
"Se me dio la discreción de hacer la donación a una organización que ofreciera oportunidades educativas a jóvenes de bajos recursos", dijo Lockshin en esos días.
"La tía Sylvia, que obtuvo su título universitario en clases nocturnas, siempre valoró la educación y quería que su patrimonio beneficiara a quienes tuvieran oportunidades educativas limitadas", continuó.
Las becas
Lockshin era tesorera de la fundación Henry Street Settlement y fue ella quien dio la alegre noticia a sus miembros sobre la millonaria donación de su tía.
"Estábamos todos boquiabiertos, simplemente impresionados", recordó al periódico estadounidense David Garza, director ejecutivo de la institución en la época.
En ese mismo artículo, Paul Hyams, del departamento de Recursos Humanos de la firma de abogados donde trabajó Bloom, detalló su sorpresa al conocer la fortuna amasada por la secretaria.
"Nunca hablaba de dinero ni se daba la gran vida", dijo. "No era ostentosa ni quería llamar la atención".

Según la fundación Henry Street Settlement, con el dinero donado se creó el fondo de Becas Bloom-Margolies en memoria de Bloom, su esposo y su hermana Ruth.
Con el mismo se financia un programa que "atiende a estudiantes desde noveno grado hasta la finalización de la universidad, ofreciendo de manera gratuita orientación universitaria, preparación para el SAT (examen estandarizado de admisión a universidades en EE.UU.), tutorías, visitas a campus universitarios y apoyo continuo a los participantes hasta que obtienen su título".
"Debido al tamaño de la donación, el Settlement creó un fondo de dotación, de modo que los intereses financien becas de forma permanente", detalla la fundación en su sitio web.
Cuando en 2018 en entrevista con una cadena canadiense le preguntaron a su sobrina cómo reaccionaría Bloom ante toda la atención que recibió con sus donaciones, ella dijo: "Se avergonzaría".
"Lo odiaría, pero creo que aceptaría el hecho de que tanta atención prestada a su fondo de becas y a las organizaciones que reciben sus fondos sería beneficiosa para las organizaciones".
*Con información del programa BBC OS y de Isabel Caro de BBC News Mundo.

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