Omaira Sánchez, fotografiada mientras estaba atrapada dentro del lodo que sepultó a Armero.
Pool BOUVET/DUCLOS/HIRES/Gamma-Rapho via Getty Images
Omaira Sánchez fue filmada en agonía durante 60 horas antes de morir atrapada en el lodo de Armero.

Por entre los cientos de tumbas de Armero, la mayoría de visitantes pasan de largo.

Caminan directos, en peregrinación, donde yace la lápida de Omaira Sánchez, la niña que desde hace 40 años es el símbolo de la tragedia que acabó con la ciudad y la vida de 20.000 armeritas.

Otras 5.000 personas murieron en municipios aledaños.

El 13 de noviembre de 1985, el volcán Nevado del Ruiz, en el departamento de Tolima en Colombia, entró en erupción. Sus flujos derritieron el 10% de su casquete glaciar y rodaron cuesta abajo incorporando sedimentos, rocas y fango.

El torrente arrasó con Armero y las víctimas murieron aplastadas por escombros y asfixiadas por el lodo.

Omaira, de 13 años, quedó atrapada hasta el cuello. Sostenida en una rama, asistida por socorristas y filmada por periodistas, su agonía de 60 horas fue transmitida en directo.

"Mamá, si me escuchas, yo creo que sí, reza para que yo pueda caminar y esta gente me ayude", dijo la niña a las cámaras.

Sin maquinaria especializada y en medio del caos, el rescate fue imposible.

Cuatro décadas después, la tumba de Omaira es el rincón más concurrido de Armero, hoy un camposanto de ruinas y tumbas que combate contra la maleza.

La tumba de Omaira Sánchez, fotografiada días antes del cuarenta aniversario de su muerte.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
A la tumba de Omaira la rodean flores, ofrendas y mensajes de agradecimiento y plegarias.

Centro de peregrinación

Metros cerca del sepulcro, comerciantes locales venden souvenires. Es un punto estratégico porque miles concurren cada año.

Los visitantes rezan, toman fotos, agradecen, dejan ofrendas; veneran a Omaira como santa.

"Era muy valiente. Confió hasta el final en su rescate. La gente dice que le cumple milagros", cuenta Gloria Cartagena, una local que frecuenta el monumento.

Ricardo Solórzano también viene cada mes. Su esposa, oriunda de Armero, pidió antes de morir hace cinco años que dispersaran aquí sus cenizas.

"Vengo porque la niña me da ánimos para seguir viviendo, tranquilidad. Cualquier homenaje (para Omaira) está más que merecido. Es un ángel", reconoce Solórzano.

Ricardo Solórzano, posando para BBC Mundo en su visita a la tumba de Omaira en noviembre de 2025.
José Carlos Cueto /BBC NewsMundo
Ricardo Solórzano, como muchos visitantes, pide que a la niña Omaira se le inicie un proceso de beatificación.

"Gracias Omairita por concederme ese milagro que te pedí", dice una tarjeta en piedra cerca de la tumba.

"Acción de gracias, Omaira, por los favores recibidos", se lee en otra.

Se acumularon tantas alrededor de la lápida que hace unos años decidieron cercarla.

Hay otros tres monumentos habilitados a las ofrendas y plegarias, alrededor de lo que se supone fue también el lugar de su muerte.

Hoy el sitio es irreconocible, pero hace años por aquí cruzaba la calle donde una vez vivieron los Sánchez y Garzón, la familia de Omaira, y los Galeano, sus vecinos.

"Creíamos que era el fin del mundo"

El día de la tragedia, la mamá de Omaira, la enfermera Aleida Garzón, se encontraba en Bogotá haciendo unas gestiones.

La niña permanecía en casa con otros familiares. Probablemente ya dormían, como muchos en el pueblo, incluida Marta Galeano, vecina y compañera de trabajo de Garzón.

Galeano dice que se sobresaltó aquella noche, confundida por el fulgor de los cocuyos.

Minutos después comprendió que aquellas luces no eran insectos, sino las linternas de los vecinos que huían de la avalancha.

Marta Galeano, fotografiada en su casa en Armero Guayabal.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Marta Galeano vivía a pocos metros de la casa de Omaira Sánchez Garzón.

Recuerda que despertó a su marido, que caminaron juntos a sus dos hijos hasta un punto alto de la ciudad y que en la travesía pasaban por encima de los muertos.

De Omaira no supo más hasta que la vio agonizando por televisión horas después.

"No podía creerlo. De ese horror uno no se olvida. Una niña tan juiciosa, católica, que animaba con bailes a la comunidad", reflexiona Galeano para BBC Mundo.

"Han pasado muchos años, pero uno la lleva hasta hoy en la memoria", añade.

Armero tenía unos 29.000 habitantes antes del desastre. Era una ciudad próspera, con una pujante industria del algodón.

Hoy muchos de sus sobrevivientes viven en municipios aledaños, como Honda, Lérida o Armero Guayabal, donde me recibe Galeano.

Uno de los monumentos a Omaira donde los visitantes depositan sus ofrendas.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Además de la tumba, se habilitaron otros monumentos para que la gente deposite sus plegarias y agradecimientos a Omaira Sánchez.

Meses antes de la tragedia, varios expertos en Colombia alertaron sobre la actividad amenazante del volcán y el peligro que representaba para municipios como Armero, pero jamás se concretó una respuesta de las autoridades.

Además de las casi 25.000 muertes, el desastre destruyó más de 5.300 viviendas y dejó casi 230.000 damnificados.

A falta de explicaciones científicas y políticas, la fe responde al dolor de personas como Galeano, Garzón y miles de peregrinos.

"Creíamos que era el fin del mundo y la niña Omaira estaba destinada a eso, a convertirse en un ángel y una historia de valentía", me dice Galeano.

"Dios permita que un día la canonicen. Ella es mi ángel, mi guardián, mi guerrera", me escribe Aleida Garzón, madre Omaira, quien vive actualmente en Lérida, 15 km al sur del camposanto.

Una distracción

No todos los sobrevivientes de Armero concuerdan en cómo comerciantes, la prensa y los visitantes utilizan la memoria de Omaira.

Garzón, quien visita frecuentemente la tumba de su hija para mantenerla, no parece del todo satisfecha con que guías turísticos reciten las palabras de la niña antes de morir o que, incluso, se vendan como conocidos de la familia sin serlo.

"Algunos se aprenden la historia por TikTok para luego cobrártela en el tour", dice.

La comerciante María Moreno, de perfil, conversa con BBC Mundo sobre la derrama económica que dejan los visitantes de la tumba de Omaira.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
La comerciante María Moreno asegura que la mayoría de gente que viene a Armero lo hace para visitar la tumba de Omaira.

María Moreno, al frente de un puesto con souvenires, hace más dinero en temporada alta de visitantes, como en estos días de noviembre previos al aniversario de la tragedia.

Concuerda con que su negocio está en el mejor punto posible, ya que la tumba de la niña es el rincón más concurrido de Armero y donde más tiempo permanecen los visitantes.

Afirma que le produce "tristeza" que su sustento provenga de tan trágica historia, pero que tampoco tiene alternativas: "quisiera salirme, pero ahora mismo no es posible".

Algunos también lamentan que la atención sobre el monumento a Omaira distrae del estado en general de Armero.

La familia de Gloria Cartagena, una de las visitantes habituales, señala las botellas de plástico y residuos que otros botan sobre el suelo.

Casa en ruinas con la señalización de "Familia Arenas" escrita en una de sus paredes.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
"Familia Arenas", dice una de las pocas casas que se salvaron de la destrucción completa en Armero.

"Han puesto más señalizaciones para homenajear a las víctimas y lo que sucedió en algunos caminos, pero es triste ver el estado de muchas de las tumbas y los edificios que permanecieron, vandalizados y con grafitis", dice Cartagena.

Muchos cuerpos jamás se recuperaron. Algunas tumbas, vacías, reflejan el último lugar donde fueron vistas las víctimas o donde se supone que vivían.

Hay personas que días antes del aniversario pintan y arreglan los epitafios. Otros parecen llevar años desatendidos.

En algunas casas que aún se mantienen en pie, atravesadas por las raíces de los árboles o semienterradas, han pintado el nombre de las familias que allí residían.

En el antiguo cementerio, casi todos los sepulcros parecen vandalizados. Hay huesos aislados dentro de algunos nichos.

Los otros niños de Armero

Muchos sobrevivientes de la tragedia sienten que el abandono estatal frente a Armero no es solo físico.

Y que la mediatización del caso de Omaira Sánchez ocupa demasiado a la prensa y los visitantes, sin reparar suficiente en el drama de los otros "niños de Armero".

Es la postura de Francisco González, director de la Fundación Armando Armero, que se dedica a reconectar familiares separados durante la tragedia y a reconstruir la memoria del municipio.

Armando Armero denuncia que alrededor de 500 niños fueron puestos en adopción a través de "procesos regulares e irregulares".

Muchos de estos, ya adultos, viven en Colombia. Otros acabaron en el extranjero.

González cree que algunos ni siquiera conocen sus raíces.

Fotos de varios de los niños de Armero.
Armando Armero
En el 40 aniversario de la tragedia, la Fundación Armando Armero organiza varios actos para mantener la visibilización del caso de los llamados "niños de Armero".

El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) defiende que, debido a vacíos en la legislación existentes entonces, habría que investigar caso por caso por los procesos irregulares que denuncian los afectados.

La directora del ICBF, Astrid Cáceres, le asegura a BBC Mundo que incrementarán los esfuerzos para la recuperación de la memoria y el esclarecimiento de los casos de adopción junto a las víctimas.

A través de Armando Armero, 400 familias y 75 adoptados registrados se han sometido a pruebas de ADN.

Hasta la fecha se han realizado cuatro reencuentros por cotejo genético.

Cientos de víctimas esperan todavía, cada aniversario, que sus familiares reaparezcan en alguno de los actos conmemorativos.

A los peregrinos de Omaira y a los otros cientos niños de Armero les une aferrarse a los milagros.

Línea gris.
BBC

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