Entre los primeros refugiados climáticos que han llegado a Australia se encuentran una operadora de maquinaria pesada, un dentista y un pastor. Su principal esperanza es que este desarraigo forzoso no rompa los lazos culturales y espirituales que mantienen con su país natal, según informa nuestro corresponsal en Sídney, Grégory Plesse.
Pero este último, Tuvalu, es uno de los más amenazados del mundo por la subida del nivel del mar, según los científicos de la NASA. Alrededor del 90 % de la superficie emergida de este archipiélago de 11.000 habitantes podría quedar sumergida de aquí a 2050, según los escenarios más pesimistas.
Esto es lo que llevó al Gobierno, en 2023, a renunciar a parte de su soberanía a cambio de la promesa de Australia de acoger a toda su población, a razón de 280 personas al año. Más de un tercio de la población de Tuvalu ya ha presentado una solicitud en este sentido.
Australia ha puesto en marcha servicios de apoyo para ayudar a las familias del archipiélago a instalarse en la ciudad de Melbourne, en el estado de Victoria, en Adelaida, en el estado de Australia Meridional, y en el estado de Queensland.
El primer ministro de Tuvalu, Feleti Teo, visitó el mes pasado a la comunidad tuvaluan de Melton, en Melbourne, para subrayar la importancia de mantener vínculos fuertes y culturales más allá de las fronteras cuando los ciudadanos emigran, según informaron las autoridades de Tuvalu.
Para Penny Wong, jefa de la diplomacia australiana, se trata de ofrecer una solución. La visa climática ofrece “movilidad digna, al dar a los tuvaluanos la oportunidad de vivir, estudiar y trabajar en Australia mientras se agravan los efectos del cambio climático”, declaró en un comunicado.
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