Aunque solo el tiempo dirá si sus reformas más audaces perdurarán, Francisco será recordado como un papa reformador que aceleró procesos de cambio dentro de la Iglesia. Francisco será recordado también como un papa muy popular, tal vez más por fuera de la Iglesia, entre los no cristianos. Con información de Éric Senanque, corresponsal de RFI en el Vaticano.
Desde el primer año de su pontificado, el obispo de Roma creó un "consejo de cardenales" provenientes de los cinco continentes, encargado de ayudarle en la redacción de la nueva Constitución Apostólica, el “reglamento interno” de la Curia. Esta fue publicada en 2022 y reforzó el vínculo entre el Vaticano y las iglesias locales.
Uno de los grandes proyectos de reforma lanzados por el papa argentino fue el sínodo, asamblea de obispos y expertos de todo el mundo, una estructura creada en 1965 por Pablo VI en el espíritu del Concilio Vaticano II.
En varias ocasiones, Francisco convocó en Roma estas grandes asambleas encargadas de abordar temas sobre los cuales la Iglesia tiene algo que decir: evangelización, lugar de los laicos y de las mujeres en la institución. Para el papa, se trataba de insuflar una nueva cultura en la Iglesia, más en sintonía con las expectativas de los fieles y en la que cada Iglesia local tuviera voz. Asambleas que dejaron un sabor a inconcluso en ciertos temas como el del lugar de las mujeres, ya que Francisco cerró la puerta al diaconado femenino.
El papa intentó una mayor integración de divorciados que se han vuelto a casar, así como de las personas homosexuales. Durante su pontificado se autorizó la comunión para ellos bajo ciertas condiciones, pero la implementación fue confusa. La acogida a personas homosexuales fue evitada en 2015 y postergada a 2023. A finales de ese año, solo se permitió para ellas la bendición, lo que desató controversia y un franco rechazo en África.
En 2019, tras el sínodo amazónico, se aprobó permitir que laicos casados se ordenaran en esa región. Francisco postergó la decisión, generando frustración en los sectores progresistas.
Francisco pretendía también más democracia y descentralización en la Iglesia, pero aún no se ven resultados concretos. No se avanzó en dar mayores responsabilidades a los laicos ni en la ordenación de mujeres diáconos, lo que provocó decepción entre los progresistas.
Protección de la naturaleza y de la creación
El 19 de marzo de 2013, seis días después de su elección, el nuevo papa pronunció su primera homilía durante la misa de entronización, ante una plaza de San Pedro colmada. Ya entonces evocó lo que sería una de las marcas de su pontificado: la protección de la naturaleza, de la creación.
Esta intuición, una constante guía de su pontificado, se concretó en un texto que recorrió el mundo: su encíclica ecológica Laudato Si, publicada en junio de 2015, pocos meses antes de la COP21 en París. Fue el primer texto pontificio que abordó explícita y detalladamente la protección de "la casa común". El documento traspasó ampliamente las fronteras de la Iglesia católica, fue celebrado en todo el mundo y se convirtió en una referencia para ecologistas y defensores del decrecimiento. Esta preocupación en Francisco era la de una "ecología integral" en la que la dignidad humana y su entorno están intrínsecamente ligados. También se manifestó durante el sínodo sobre la Amazonía, organizado en el Vaticano en octubre de 2019.
Un nuevo lenguaje en la Iglesia
El papa Francisco fue también quien trajo un nuevo lenguaje a la Iglesia, que desconcertó a numerosos feligreses y observadores. Este papa hablaba en un tono nuevo, tanto dentro de la Iglesia como hacia los no creyentes.
Durante el Ángelus dominical, Francisco no dudaba en contar anécdotas a los fieles para transmitir un mensaje, recurriendo a la cultura popular italiana (hablaba con frecuencia de los nonni, los abuelos). En sus homilías, salía regularmente del texto original.
Tampoco dudaba en reprender, incluso en regañar, denunciando en múltiples ocasiones el clericalismo en la Iglesia. Francisco criticaba a "los obispos de aeropuerto" para invitarlos a estar más cerca de sus fieles. Los sacerdotes también, empezando por el clero de Roma, no ocultaban su sorpresa con sus advertencias al “narcisismo” y la mundanidad.
Un papa que rompe los códigos
Francisco era así, se arriesgaba a ser impopular, incluso dentro de la Iglesia. Las mayores resistencias provinieron del interior del Vaticano. El 22 de diciembre de 2014, con ocasión de sus saludos navideños a la Curia, Francisco enumeró "15 enfermedades" que acechaban a sus principales colaboradores: vanidad, chismes, indiferencia hacia los demás… El cuadro fue una carga contundente. Nunca un pontífice se había expresado de ese modo.
Este papa que "rompe los códigos" le atrajo profundas enemistades en la Curia. Figura destacada de sus opositores: el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke. Este ultraconservador se hizo notar sobre todo durante el primer sínodo sobre la familia, organizado por Francisco en octubre de 2014. El ex arzobispo de San Luis se opuso firmemente a la posibilidad de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar y arrastró consigo a varios cardenales. Burke declaró estar dispuesto a "resistir".
Una palabra no domesticada
Francisco será recordado sobre todo como un papa jesuita, cuyo pensamiento siempre estuvo en movimiento. Un papa paradójicamente más popular fuera de la Iglesia que dentro de ella. Esa palabra no domesticada también levantó ampolla. En varias ocasiones durante su pontificado, Francisco sorprendió a sus interlocutores, sobre todo durante las ruedas de prensa en el avión que lo traía de regreso de sus viajes apostólicos.
A finales de julio de 2013, tras su primer viaje apostólico a Río de Janeiro, donde presidió la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el sumo pontífice fue invitado a pronunciarse sobre los homosexuales y en particular sobre un eventual “lobby gay” en el corazón del Vaticano.
"Si una persona es gay y busca al Señor, demuestra buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?", lanzó, proyectando de inmediato la imagen de un papa "gay-friendly", en ruptura con sus predecesores.
En varias ocasiones, el lenguaje de Francisco dio la vuelta al mundo, a veces de forma polémica. En 2018, durante una audiencia en la plaza de San Pedro, comparó a los médicos que practican el aborto con "sicarios". Una expresión que escandalizó y que repitió en septiembre de 2024 tras un viaje a Bélgica.
También en dos ocasiones, Francisco se quejó de que hubiera "una atmósfera de mariconería" en algunos seminarios. Ante el concierto de protestas, el Vaticano publicó un comunicado en el que explicaba que "el papa Francisco nunca tuvo la intención de ofender a nadie ni de emplear términos homofóbicos".
Otra declaración que dio la vuelta al mundo ocurrió en enero de 2018. Francisco regresaba de un difícil viaje a Chile, donde la Iglesia estaba devastada por escándalos de pedofilia. Interrogado sobre un obispo acusado de encubrir a un sacerdote depredador sexual, el papa se irritó y "pidió pruebas" a las víctimas. Una reacción que causó escándalo. Semanas más tarde, el papa reconoció “graves errores” en la gestión de la crisis de los abusos sexuales en Chile y pidió perdón.
Crisis de los abusos sexuales
Como al final del pontificado de Benedicto XVI, el drama de los crímenes sexuales cometidos por hombres de Iglesia marcó de forma dolorosa el pontificado de Jorge Mario Bergoglio. El papa Francisco prolongó la lucha de su predecesor, quien fue el primero en querer enfrentarse con determinación a este flagelo. En marzo de 2014, creó la Comisión Pontificia para la Protección de Menores y puso al frente a uno de sus allegados, el cardenal estadounidense Sean O’Malley, arzobispo de Boston, una diócesis que vivió de lleno la crisis pedófila. El objetivo era sensibilizar mejor a los responsables de la Iglesia sobre los abusos sexuales, escuchando también el testimonio de las víctimas.
La cuestión de la eficacia real de esta comisión sigue abierta debido a varias renuncias de sus miembros y a su adscripción, en 2022, al dicasterio para la Doctrina de la Fe, el único habilitado para juzgar internamente los crímenes sexuales más graves. En febrero de 2019, Francisco convocó a los jefes de las conferencias episcopales del mundo entero a una cumbre centrada en estos abusos sexuales. Si bien hubo una toma de conciencia en lo más alto de la jerarquía, los resultados concretos tardaron en aparecer.
La 'mundialización de la indiferencia'
El pontificado del papa Francisco estuvo también inevitablemente marcado por sus viajes. El primero fue sin duda uno de los más significativos. El 8 de julio de 2013, se dirigió a la pequeña isla italiana de Lampedusa, frente a las costas libias. Denunció la "mundialización de la indiferencia" ante la muerte de miles de personas en el Mediterráneo. La acogida a los migrantes era, según él, la marca de la caridad cristiana, y no dejó de repetirlo en sus desplazamientos. Durante su visita a Marsella en septiembre de 2023, Francisco se recogió ante el memorial de los desaparecidos en el mar, a los pies de Notre-Dame de la Garde.
A finales de 2015, Francisco pisó Bangui, entregada a la violencia de las milicias. Desafió los riesgos de seguridad para lanzar allí "el año jubilar de la misericordia". Como sus predecesores, el papa quiso ser un agente de reconciliación, pero buscó las "periferias": los más pobres y olvidados. Una palabra que repitió con frecuencia y que mostró su voluntad de descentralizar la mirada de la Iglesia sobre el mundo. Esas periferias se manifestaron en la elección de sus viajes apostólicos, al lado de comunidades cristianas a veces minúsculas y aisladas, como en Mongolia o Papúa Nueva Guinea.
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