Durante años, la comunidad internacional ha hablado de una guerra contra las drogas, pero los datos muestran un aumento tanto en la producción como en el consumo de sustancias ilícitas, así como una expansión de los mercados. RFI recogió el análisis de Romain Le Cour Grandmaison, experto senior, y Daniel Brombacher, director para Europa en la "Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional" (Ginebra). Estas fueron las respuestas que nos enviaron por escrito.
RFI. En América no hay tabú para que los gobiernos recurran a respuestas militares para enfrentar el narcotráfico. ¿Cuál es la situación en Europa?
En Europa no existe una guerra contra las drogas comparable a la de Estados Unidos, ni en términos de recursos ni de militarización. Aquí, la lucha contra el narcotráfico se desarrolla dentro de los sistemas de justicia penal y está fuertemente condicionada por las obligaciones en materia de derechos humanos. Las respuestas militares son excepcionales y se limitan, en algunos casos, a tareas de intercepción.
Al mismo tiempo, la lucha se complica por la apertura del continente, la libre circulación interna, la integración al comercio global y la fragmentación geográfica. El crimen organizado en Europa logra adaptarse rápidamente, diversificando rutas, innovando en métodos —como la cocaína líquida o las nuevas drogas sintéticas— y trasladando cada vez más sus operaciones a mercados en línea y comunicaciones encriptadas.
RFI. ¿Quiere decir que los mercados de drogas en Europa están cambiando con rapidez?
Exactamente. Europa enfrenta una combinación peligrosa de tendencias que desafían las respuestas tradicionales: una llegada constante de cocaína, una epidemia de crack en expansión, y al mismo tiempo una escasez creciente de heroína que podría abrir paso a un aumento de los opioides sintéticos. A esto se suman los intentos de legalización del cannabis en algunos países, a veces sin suficiente preparación, lo que genera repercusiones en los países vecinos —Alemania, por ejemplo, legalizó el cannabis en 2024—.
Paralelamente, aumentan las nuevas sustancias psicoactivas: en 2024 se incautaron 41 toneladas y 47 de ellas se detectaron por primera vez. Estas drogas compiten cada vez más con las tradicionales, sobre todo en internet. Además, la abundancia de cocaína ha generado una inyección de dinero sin precedentes para el crimen organizado, con un efecto directo en el aumento de la corrupción y de la violencia. Todo esto erosiona la estabilidad europea y pone a prueba la legitimidad de las democracias.
RFI. ¿Podemos hablar entonces de consecuencias negativas de esta guerra contra las drogas? ¿Existe el riesgo de que Europa se convierta en un "narco-Estado"?
No hay una definición clara de lo que significa “narco-Estado”. Pero sí existe una amenaza evidente: la posibilidad de que organizaciones criminales, con un enorme poder financiero, desafíen la autoridad del Estado y las bases mismas de la democracia. La capacidad de resistencia de Europa frente al crimen organizado es demasiado débil y los métodos tradicionales ya no son suficientes.
La economía de la cocaína, en particular, ha generado beneficios extraordinarios para estas organizaciones. Lo vemos en la infiltración de los puertos y la corrupción de autoridades, en el lavado masivo de dinero a través de la construcción y el sector inmobiliario, en la expansión del crack, en el aumento de muertes por sobredosis y en la violencia creciente en países como Francia, Países Bajos, Bélgica o Suecia, donde incluso se han registrado asesinatos vinculados al tráfico de cocaína. Todo esto demuestra el carácter profundamente destructivo del crimen organizado, incluso en democracias consideradas estables.
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