El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) anunció la retirada de sus últimos combatientes de Turquía hacia el norte de Irak, marcando el cierre de la primera etapa del proceso de paz con el gobierno turco. Sin embargo, expertos advierten que persisten interrogantes sobre la naturaleza y la profundidad de esta iniciativa. Entrevista de Carlos Herranz con Samuele Abrami, investigador experto en Turquía del CIDOB en Barcelona.
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que anunció el domingo la retirada de sus últimos combatientes presentes en Turquía hacia el norte de Irak, ha completado la primera fase del proceso de paz con Ankara, según declaró el lunes un dirigente del principal partido prokurdo turco.
"La primera fase del proceso está terminada”, afirmó Tuncer Bakirhan, vicepresidente del partido DEM, durante una declaración a la prensa en Ankara. Es hora de pasar a la segunda fase (…), mediante pasos jurídicos y políticos", añadió. "Es un paso que abre el camino hacia una solución y la paz", sostuvo Bakirhan, quien consideró que “estamos en un momento clave de la historia turca”.
Tras las discusiones indirectas iniciadas en octubre de 2024, el PKK —considerado una organización terrorista por Ankara— anunció en mayo su disolución, en respuesta a un llamado en ese sentido de Abdullah Öcalan, su líder histórico, encarcelado desde 1999.
¿Se trata, sin embargo, de un auténtico proceso de paz? Samuele Abrami, investigador experto en Turquía del Centro de Estudios y Documentación Internacionales (CIDOB) de Barcelona, se muestra cauto al respecto.
El PKK no representa una amenaza para la seguridad de Turquía
"Sí, se llama proceso de paz, pero aún no sabemos en qué sentido. No estamos hablando de un proceso de paz en el sentido de que ya hubo una retirada parcial desde la perspectiva militar del PKK en Turquía. Digamos que ya estábamos en una situación en la que el PKK no representaba una amenaza para la seguridad de Turquía. Me refiero al periodo posterior a la guerra entre el ejército turco y los militantes del PKK en 2016. Si miramos más allá de las fronteras turcas —porque el PKK opera también con sus aliados en Irak y en Siria tras la caída de Asad—, seguramente hubo pretextos o dinámicas distintas que impulsaron un cambio de rumbo. Para Turquía, en todo caso, se trata de una forma de abrir este proceso de paz con el objetivo de garantizar un entorno más estable en sus fronteras', señaló Abrami.
En cuanto a las demandas presentadas por el PKK en este proceso, el investigador las divide en dos bloques. Por un lado, "piden la libertad de Abdullah Öcalan y la mejora de sus condiciones carcelarias para que pueda liderar más directamente este proceso de paz. Luego está la solicitud de poner fin al exilio forzado de los miembros del PKK y la exigencia de reformas legales que permitan su integración política", explicó Abrami, quien se mostró, sin embargo, escéptico.
"Si bien a nivel constitucional podríamos ver algunos cambios, éstos serían más cosméticos que sustanciales. No se podría, por ejemplo, mencionar la aceptación de un uso más amplio del idioma kurdo o su enseñanza en determinadas instituciones", añadió.
Para el investigador, el asunto también remite a una "cuestión de democracia". Según él, "actualmente hay una ausencia de democracia real, de un poder que vaya más allá del de Erdogan y de sus aliados en el gobierno. La pregunta es qué papel podrá desempeñar, por ejemplo, el partido prokurdo. Es una incógnita que sigue abierta, ya que la represión política en Turquía continúa avanzando".
De acuerdo con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el conflicto entre el PKK y las fuerzas de seguridad turcas ha causado desde 1984 unas 50.000 muertes —incluidos 2.000 soldados— y ha provocado pérdidas de miles de millones de dólares a la economía del país.
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