Con Clea Broadhurst, corresponsal de RFI en Pekín
Han sobrevivido durante mucho tiempo a crisis diplomáticas, disputas territoriales y cambios en la mayoría política. Esta vez, incluso los pandas vacilan. En Tokio, los visitantes se agolpan por última vez frente al recinto del zoológico de Ueno, donde viven Xiao Xiao y Lei Lei, antes de su partida programada desde hace tiempo. Extraoficialmente, el calendario plantea interrogantes: Japón podría quedarse sin pandas chinos por primera vez en 50 años.
Desde 1972, estos animales son una herramienta discreta de diplomacia, prestados incluso en períodos de tensión. Su posible no sustitución se inscribe esta vez en un clima más amplio de tensión entre los dos países. Las relaciones se han enfriado notablemente en los últimos meses, en un contexto de desacuerdos estratégicos en torno a Taiwán y la seguridad regional.
China y Japón se hundieron en una crisis diplomática este mes luego de que la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, sugiriera que su país podría intervenir militarmente ante un eventual ataque chino a Taiwán.
Múltiples señales de tensión
Las señales de tensión se acumulan, sin ser espectaculares: advertencias a los turistas chinos, restricciones a determinados productos del mar japoneses, reducción de algunas conexiones aéreas. Incluso la cultura popular se ve afectada, con el aplazamiento de eventos relacionados con la animación japonesa en China.
Pekín evita el enfrentamiento frontal y mantiene el arma comercial en la funda. Pero a través de estos gestos simbólicos, el mensaje es claro: la relación se endurece. En este juego silencioso, los pandas se convierten en el síntoma más visible de una crisis más profunda.
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