Este es uno de los maravillosos mercados navideños alemanes, en una plaza al lado de la iglesia Gedächniskirche de Berlín. Aquí los vecinos vienen a comprar regalos y a reunirse para tomar el tradicional vino caliente con especias. El lugar está lleno, pero algo inquieta. Cada pocos minutos, policías armados con pesadas metralletas se mezclan con la gente. Alrededor del mercado, se levantan gruesos bloques de concreto.
Hace 9 años, un muchacho tunecino islamista atravesó este mismo mercado manejando un camión y arrolló y mató a 11 personas. Nadie habla de eso, pero nadie se olvida del todo.
“Cuando piensa que estás aquí y que no te puedes escapar, que podría venir otra vez, no se sabe bien de dónde, una está completamente entregada, eso agobia cuando caminas por aquí”, reconoce una mujer entrevistada por RFI.
“Sería una tontería no abrir, se han tomado todas las medidas de seguridad posibles, siempre puede pasar que venga alguien con una mochila con una pistola o un cuchillo adentro ¡qué se puede hacer contra eso!”, dice con resignación", opina un visitante.
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A pesar del atentado aquí hace 9 años, de otro en Magdeburgo el año pasado y uno aparentemente frustrado en Baviera este año, los mercados navideños están repletos. Las medidas de seguridad, los muros de protección, los policías de uniforme y otros de civil, se han redoblado este año, pero todos saben que un atentado suicida es impredecible.
Una mezcla de sangre fría y fatalismo han mantenido una de las invenciones alemanas más populares e imitadas en el mundo para que viva otro año más.
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