Por las calles de París, donde la piedra murmura historias y el otoño tiñe de nostalgia los jardines, el Museo Rodin prepara una noche singular. No es una velada cualquiera: es una travesía por el inframundo, una celebración del Día de Muertos que entrelaza arte, mito y memoria.
¿Qué hay después de la vida? La pregunta, tan antigua como la humanidad, es nuevamente hacha este 31 de octubre en el Museo Rodin de París. Durante una noche especial, donde el arte, la música y la literatura se entrelazaron para guiar a los visitantes a través de un viaje simbólico al infierno y de regreso a la luz.
Diego Londoño, turista colombiano, se adentra en el universo de Dante Alighieri, pero no a través de las páginas de La Divina Comedia, sino mediante la imponente interpretación que el escultor francés Auguste Rodin hace de esta obra maestra. La Puerta del Infierno, una monumental pieza de bronce de seis metros por cuatro, se alza ante él como un altorrelieve poblado por más de 200 figuras que parecen emerger del mismo abismo. “Genera en el otro una inquietud en el más allá, en lo que puede haber después de la vida”, dice Diego.
La puerta no se abre, pero su presencia es suficiente para transportar al espectador a otro plano. “Es un poco la obra más importante de esta noche, porque está en eco perfecto con Todos los Santos”, explica Clara Marzal, encargada de acciones culturales en el servicio de públicos del museo. La música coral a capella, que llena el espacio con voces etéreas, es el hilo que une el arte con la emoción, el presente con lo eterno e invita a continuar la visita por el jardín, tres hectáreas de sombras y esculturas.
Los visitantes, guiados por la narrativa dantesca, emprenden un viaje simbólico: atraviesan un bosque oscuro, evocando el primer canto de La Divina Comedia, para llegar a un estanque que representa el río Aqueronte, donde Caronte, el barquero mitológico, espera a las almas para cobrarles su tributo.
“Sería como si emprendiéramos este viaje que Dante emprende al infierno”, comenta Marzal. “Y quién mejor para guiarnos de regreso que Orfeo, quien bajó al infierno para rescatar a su amada Eurídice”. El jardín de Orfeo, iluminado por la luna, es el escenario final, donde los visitantes, como el propio Orfeo, deben resistir la tentación de girarse, so pena de perder para siempre lo que más aman.
La experiencia anual, más que una visita, es una inmersión en la concepción espiritual del más allá, donde cada escultura de Rodin, cada nota musical, cada sombra, parece susurrar preguntas sobre la vida, la muerte y lo que puede haber después.
Así, entre alegoría medieval, el Museo Rodin se convierte por una noche en un umbral: entre la vida y la muerte, entre el arte y el alma.
Dentro del Museo la aventura continúa
Al caer la noche, lo primero que ven los visitantes es la fachada iluminada del Hotel Biron sede del museo abierto al público en 1919. Ya en el recinto, los visitantes pueden recorrer la colección permanente del artista Auguste Rodin (1940 – 1917) Una vasta colección que alberga 6.778 esculturas y 9.000 dibujos.
“Gracias a un librito podrán hacer este escoger una aventura propia”, explica Clara. Cada sala hace parte de una elección, cada obra una revelación. Mil visitantes esta 31 de octubre. “En las dos ediciones anteriores ha sido más o menos lo mismo”, añade. También celebran otras fiestas, como la del 14 de febrero en honor a El Beso, otra obra icónica del escultor.
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