En el debate contemporáneo sobre el destino del Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), a 24 años de la promulgación de la ley 87-01, muchas veces se cae en la tentación de discutir desde el presente hacia atrás, persiguiendo culpables, buscando causas en leyes que no se aplicaron o en estructuras que se deformaron. Pero tal vez ha llegado la hora de hacer el ejercicio inverso y pensar desde el futuro hacia el presente. No como un juego retórico, sino como una exigencia de responsabilidad intergeneracional.

En lugar de preguntarnos cómo llegamos hasta aquí, la pregunta más fecunda podría ser ¿Cómo queremos ser recordados por quienes vendrán?

Una arquitectura institucional que nació con la promesa de la solidaridad, la equidad y la universalidad, hoy se encuentra atrapada entre la aritmética del déficit y la lógica aseguradora del riesgo individualizado. Sin embargo, la historia no está cerrada. El porvenir puede escribirse con otras premisas. Y ahí es donde se requiere visión, no solo técnica, sino también política y moral.

Los expertos en economía y finanzas conocen bien los desafíos que se enfrentan, como el envejecimiento poblacional, la informalidad laboral persistente, el gasto creciente en salud, la baja densidad contributiva. También conocen los instrumentos, las herramientas técnicas, financieras, jurídicas y administrativas para ajustar, rediseñar o mejorar el funcionamiento del sistema, como las reformas paramétricas, cambios en la fórmula de beneficios, diversificación del financiamiento, incentivos a la formalidad, reconfiguración del per cápita. Pero más allá de las herramientas, hay un dilema de civilización ¿Puede una sociedad crecer en bienestar si no se atreve a imaginar un modo más justo de envejecer, sanar y trabajar con dignidad?

Esta pregunta no busca una respuesta literal. Nos confronta con lo esencial; esto es, con el hecho que la política pública no es una mera administración de recursos, sino una apuesta ética por el tipo de comunidad que queremos ser.

Repensar el SDSS no es, entonces, solo una tarea de reformas legales o ajustes fiscales. Es una reconfiguración del pacto social. Supone mover el eje, pasando del cálculo actuarial frío al diseño institucional que integre certeza, humanidad y corresponsabilidad. ¿Y si la verdadera sostenibilidad no dependiera solo de cifras, sino de la voluntad colectiva de sostenernos mutuamente?

En este camino, las preguntas más importantes no se gritan ni se imponen; se siembran. Preguntas como si acaso la cobertura y la protección pueden ser algo más que tecnicismos. O si no ha llegado el momento en que el cuidado del otro se convierta en el centro gravitacional del Estado moderno. O incluso si no sería más inteligente dejar de administrar carencias para comenzar a construir garantías.

No hay recetas mágicas. Pero sí hay una ruta, una visión que combina conocimiento técnico, sensibilidad social y liderazgo transformador. Una visión capaz de preguntar sin miedo ¿Y si en vez de reformar lo posible, nos atreviéramos a imaginar lo necesario?

Desde esa orilla —la del futuro que todavía podemos modelar— se nos exige más que diagnósticos, se nos exige carácter, lucidez y coraje histórico.

Pedro Ramírez Slaibe

Médico

Dr. Pedro Ramírez Slaibe Médico Especialista en Medicina Familiar y en Gerencia de Servicios de Salud, docente, consultor en salud y seguridad social y en evaluación de tecnologías sanitarias.

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