He vuelto a la provincia baluarte de la frontera sudoeste para agotar dos jornadas con sendos grupos orientadas a mirar desde el periodismo ético la coyuntura turística y las perspectivas a la luz de experiencias locales y globales y el desafío de construir el bienestar general de la comunidad.
Nunca faltan intentos de apagar cualquier voz diferente al coro desafinado que delira con aplausos de focas; pero, al final, la resiliencia y el hambre por acceder a otras visiones han vencido todos los obstáculos, incluidas las tentaciones de las bebentinas tradicionales de Semana Santa.
Todo terminó bien con estudiantes del Centro Educativo en Artes Profesor Pastor Roberto Méndez, en la mañana; y, en la tarde, con un grupo de adultos de formaciones e ideologías distintas, incluidos varios locutores y productores de programas de radio y televisión locales.
Los participantes en las actividades desarrolladas en el salón de conferencias prestado por el hospital por gestión del centro educativo público y la oficina local de Turismo, recibieron satisfechos, por primera vez, los certificados validados por la Escuela de Comunicación y Humanidades de la UASD.
Lo de todo el Jueves Santo no fue conferencia, ni nada parecido; mucho menos onerosa parafernalia politiquera patrocinada, con asistencia obligatoria de colaboradores y prosélitos donde fingir es la norma.
Tal vez el gran valor ha consistido en talleres sin patrocinio, ni directo ni implícito, para personas (cantidad controlada por razones pedagógicas) que decidieron estar pese a los muros, en el entendido de que, como ha planteado Roger Schank, “el aprendizaje ocurre cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien quiere enseñar”.
Hubo socialización de técnicas para la redacción de noticias en las diferentes plataformas mediáticas; tratamiento ético de contenidos y de fotografías (niños, niñas, adolescentes, muertes trágicas como las del Jet Set) que comprometan el buen nombre y revictimicen a la persona, y la tarea de realizar un blog donde puedan publicar informaciones alternativas sobre sus barrios.
Resultó relevante la atención de los presentes sobre temas como la amenaza de fenómenos perniciosos para la existencia de la provincia, ya con impacto negativo en otros mundos, como la gentrificación, turistificación y la amenaza de la dicotomía ciudad de lujo exclusiva (en Cabo Rojo) y ciudad del padecimiento (los municipios Pedernales y Oviedo).
Luego, viernes y sábado sirvieron para recorridos por la ciudad y Cabo Rojo para verificar in situ y conversar con la gente (las malas carreteras sin señalización, desde Barahona, averiaron mi vehículo).
Hay inquietudes populares a borbotones, pero atragantadas por falta de “oídos” y canalización. Una parte, tal vez, distorsionada por falta de diálogo sincero.
Por lo visto y escuchado, para los fines de comprobación por parte del Gobierno, a continuación, algunas de las más sentidas: proceso de privatización en pie de las playas Cabo Rojo y Bahía de las Águilas; desprecio de la empresa ITM-Taíno Bay, administradora del puerto turístico hacia la comunidad de Pedernales; funcionarios haciendo negocios con tierras e inmuebles, vía testaferros; vicios de construcción en el reservorio hecho por Inapa, con capacidad para casi un millón de galones de agua; falta de obras en el pueblo; temor a perder acceso a playas y otros atractivos.
Innegable, sí, es la creciente desnaturalización de la comunidad que habíta la provincia con la anarquía en el uso de suelo y la creciente “veronización” en la periferia (creación de guetos).
El ordenamiento territorial es cero. Crece la compra y venta de tierras e inmuebles y la construcción de edificios sin rigor. Crece la instalación de negocios de cualquier tipo y en cualquier lugar, por parte de forasteros y actores locales poco claros sobre el proceso. No hay límites.
De pronto, los nativos comienzan a verse en el aire, sin hallar donde vivir. Al menos, donde vivir en paz de acuerdo a sus magros ingresos. Y el costo de la vida ya se hace insostenible, todo carísimo; o, mejor, barato para quien le sobran los cuartos.
Hay en Pedernales señales tenebrosas de un caos en proceso. Nada que ver con índice de desarrollo humano, ni índice de felicidad, nuestra utopía. La apatía y la evasión ganan la batalla al empoderamiento en este rincón estratégico de República Dominicana, cuya gente nativa es el principal ejército de defensa de la soberanía. Todo lo otro es cuento para congraciarse.
En la capital, es probable que el mandatario escuche loas al granel sobre el turismo en Pedernales, y de cruceros que van y vienen. Entendible. Conocidas las razones. Pero, por nuestras tierras, “una cosa piensa el burro y otra, muy distinta, quien lo apareja”.
El presidente Luis Abinader agota el primer año de su segundo cuatrienio. Urge que redireccione su mirada sobre el desarrollo turístico de la provincia. Quizá los informes de algunos de sus subalternos respecto de los avances sean certeros; quizá, no.
Por lo pronto, sugiero que mire con sus propios ojos. Que, despejado de prejuicios, llegue a Barahona y recorra en vehículo normal la carretera de 124 kilómetros hasta Pedernales. Y allá, lejos de funcionarios, rompa las barreras de silencio compulsivo y motive a la gente, a quienes tienen vedada la palabra, para que hablen sin miedo, sin represalias. Ya verá qué sucede con los “coros” no ensayados.
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