Hoy quiero hablarles de la crisis que atraviesa la educación superior o universitaria en nuestro país. Los especialistas coinciden en que tiene varias causas esta situación: apertura de demasiadas universidades y centros de altos estudios sin la adecuada planificación; deficiente formación de maestros; carencias en preparación básica, preuniversitario o de bachilleres; instituciones que funcionan sin la calidad requerida y sobre las cuales se ejerce débil supervisión; insuficiente desarrollo de la investigación, la ciencia y la innovación, lo que limita la generación de nuevos conocimientos; la profunda brecha social que impide a jóvenes talentosos de zonas rurales o de bajos ingresos estudiar según sus capacidades; carreras que no siempre responden a las necesidades del mercado laboral ni del país; escasos recursos, tanto públicos como privados; mínima participación de estudiantes y profesores en proyectos de investigación y creación de patentes, aspectos muy importantes para el avance científico y técnico de la nación; y otras más.
Todo esto afecta el nivel cultural y el acceso al mercado laboral de la población y, en consecuencia, perpetúan la pobreza y la desigualdad.
Es cierto que en las últimas dos décadas ha crecido la cantidad de personas que asisten a la universidad, pero según la Unesco y las Naciones Unidas, en 2022, solo un 11.8 % de la población adulta ha concluido estudios universitarios. Y la mayoría que lo logra provienen de familias con mayores recursos, residentes en zonas urbanas y por lo general mujeres. La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), pública y gratuita, concentra todavía casi el 44 % de los estudiantes, una proporción que ha ido descendiendo.
Ahora permítanme compartir una experiencia personal.
En la década de los ochenta, tuve el honor de liderar centros universitarios regionales de la UASD en Barahona, San Francisco de Macorís, Mao, Higüey, Santiago Rodríguez y Nagua. Y a pesar de que era parte del Consejo Universitario y contaba fuerte apoyo del rector Dr. Fernando Sánchez Martínez, en cinco años, en ese cargo apenas logramos abrir el Centro Universitario Regional de Santiago (CURSA), en 1985, hace justo cuarenta años, a pesar de que contábamos con un local en el Liceo México de Los Pepines, un terreno y fondos producto de una ley que gravaba la producción de cigarrillos.
Entonces, pretendíamos preservar la calidad académica, formar los futuros docentes del Centro, y no reproducir las precariedades académicas de la institución. Y para dirigir el nuevo Centro, trasladamos al director del Centro de Estudios de Realidad Social Dominicana, doctor Luis Gómez Pérez, un profesor brillante, investigador incansable, intelectual excepcional, comprometido con la patria y luchador contra la dictadura de Trujillo y la invasión norteamericana de 1965. Su liderazgo y prestigio nos ayudó a reunir a un grupo de profesionales, con doctorados en sus áreas, encabezados por los doctores Gómez Pérez, Víctor Deláncer, Celso Benavides, Kremlin Pérez, Américo Badio y Nurys González, hoy rectora de Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, Isfodosu, entre otros, quienes, asumieron la tarea de iniciar una Maestría en Educación Superior con cuatro menciones en ciencias sociales, lingüística, matemática y ciencias naturales, en la que se matricularon 168 graduados o profesionales, en un programa de 64 créditos, que duró más de años.
En cambio, hoy, en apenas cinco años, se han abierto numerosas sedes, recintos o unidades de la UASD, muchas de ellas, sin contar con carreras, profesores ni equipos adecuados. Solo hay que ver lo que pasa en la Biblioteca Pedro Mir, en la sede central de la universidad. Según el periódico El Nacional, “se ha convertido en un cascarón por falta de mantenimiento, con equipos dañados y un techo que se cae a pedazos’’. Y la realidad y las evidencias revelan que la situación es peor: la cantidad de libros es insuficiente, resulta notable la falta de publicaciones nacionales y extranjeras; además, los listados de libros y documentos no pueden consultarse porque las computadoras no funcionan y los ficheros no se encuentran actualizados.
¡Así no se puede! Señores autoridades nacionales y universitarias. La educación superior no se debe improvisar ni usarse como escalera política ni para satisfacer vanidades personales. Si queremos un país más justo y desarrollado, necesitamos universidades que formen profesionales de calidad, con visión crítica, creatividad y compromiso.
*Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una pandemia por William Galván
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