Las autoridades del Ministerio de Turismo (Mitur) se han encargado de visibilizar reiteradamente las cifras sobre sistemáticos récords de visitación, por mes, año y períodos, cónsonas con el objetivo estratégico de instalar en el imaginario colectivo la idea de éxito institucional y gubernamental.
Se entiende la estrategia. Nadie debería esperar que esa institución invierta dinero en publicitar falencias porque su responsabilidad es resolverlas o diligenciar la solución cuando atañen al sector privado. Pero no basta.
El abanico que configura el fenómeno social turismo es amplio; por tanto, urge del foco de actores no estatales para un abordaje más integral.
En esa perspectiva, el turismo requiere veeduría del periodismo, en tanto es un sector de servicio muy vulnerable que requiere atención especial para garantizar su sostenibilidad por ser, junto a las remesas, pilar fundamental de la economía nacional. Las autoridades esperan que en este año 2025 aporte US$21,000,000 al producto interior bruto (PIB).
Veeduría nada tiene que ver con publicity, ensalzamientos, opiniones no documentadas, evacuaciones de rabias y prejuicios, falsos reportajes y análisis, relatos rutinarios, notas superficiales sin actualización ni aportes novedosos, copias de Google, especulaciones relatos moldeados a la carrera para perseguir concurso. Es lo contrario: una mirada crítica, socialmente responsable, que reconoce, pero denuncia con apego a la ética y la verdad.
El periodismo turístico real tiene un desafío mayúsculo. Gobierno, empresariado y agrupaciones sociales deberían animarlo. Las alabanzas mediadas por las dádivas, los chantajes y extorsiones para atraerlas tienen base de arena, y, al final, se esfuman dejando resultados catastróficos.
El ocultamiento de la realidad a través de textos cursis y filípicas solo pospone el mal y lo monumentaliza. Ningún veneno más efectivo que ese para matar cualquier asomo de la diversificación clamada como vitamina para el sostenimiento del sector más allá de la coyuntura.
República Dominicana, en el este de la isla caribeña La Española, ha alcanzado la cifra de 11 millones de turistas y visitantes al año. Respetable. Puede multiplicarla por dos o por tres…
Pero eso requiere de mantener los pies sobre la tierra y poseer profundos niveles de autocrítica, no de ponerse anteojeras para solo ver y oír bocinas de la conveniencia porque son las que excitan en el momento.
Necesitamos mirar el turismo desde las comunidades como protagonistas, en vez asumirlas como accesorias, recipientes de colectivos de empleados de hoteles y de unos cuantos turistas que consuman unos cuantos dólares en su andar efímero por sitios predeterminados.
La apuesta debe de ser por el empoderamiento y el desarrollo humano, lo cual no se logra con discursos, sino con una conciencia plena sobre el tema, voluntad, planificación y acciones. Lo otro es manipulación de conciencias, distracción y perpetuación de pobreza.
La vulnerabilidad del turismo nos llena de incertidumbre.
Un ciclón (depresión tropical, tormenta o huracán), un seísmo, una pandemia, inestabilidad política, social y jurídica, quejas de turistas, descuido en servicios, una campaña sucia o negativa de la competencia o chantajes de países emisores pueden arruinar en horas la bonanza económica que brega dio coronar.
La integración de la gente, la inversión en el desarrollo de los municipios destinos y la instauración del turismo sostenible serían excelente antídoto contra el acecho permanente de amenazas. Lamentablemente, no es el enfoque predominante.
El periodismo turístico local anda urgido de rigor y más amplitud de mira, con énfasis en las comunidades y otros protagonistas, no solo los desarrolladores. La gente de los pueblos, su cotidianeidad, su cultura y los mismos turistas nacionales y extranjeros, puestos en contexto, deberían pasar a primer plano de atención. Démosles voz.
El perseguir premios y cabildear reconocimientos resultado de arranques de ego pervierten la profesión en tanto predomina la superficialidad en el tratamiento de los hechos (imposible cuestionar) y se pone el interés personal sobre las necesidades colectivas.
La puesta en escena en todas las plataformas de un periodismo turístico profesional, ético, sin cortapisas, capaz de adentrarse en las entrañas de las comunidades para documentarlas y visibilizarlas, sería el mejor espaldarazo para la diversificación y cualificación continua de este sector vital de la economía, en tanto en cuanto son elementos fundamentales para amortiguar cualquier evento de la naturaleza o construcción humana, y para alargar la vida útil del turismo.
Invisibilizar desde el Gobierno a quienes, de manera excepcional, se atreven a ir hacia el fondo, es un crimen contra la sociedad, porque ella tiene derecho a ser informada con veracidad y de manera oportuna. En cambio, si incentivan las buenas prácticas periodísticas en el turismo, ganamos todos: municipios, inversores, autoridades… la sociedad.
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