La obra La utopía filosófica como faro de la justicia se erige como una profunda meditación filosófica y crítica sociopolítica que desvela las estructuras históricas de dominación, opresión y falsificación identitaria impuestas a los pueblos originarios. A través de un lenguaje denso, pero poético, se articula un viaje conceptual por cuatro dimensiones clave: la distopía, la ucronía, la cronos-topía y la osiris-topía. En cada una de estas categorías se critica el pensamiento hegemónico occidental, particularmente eurocéntrico, que ha construido su proyecto civilizatorio sobre la negación de lo diferente, de lo indígena por conciencia.

La distopía describe el escenario de la dominación colonial, donde se impuso una razón instrumental disfrazada de civilización. En este contexto, los pueblos antiguos fueron considerados «irracionales» y sometidos bajo la máscara del progreso, la evangelización y la modernidad. La obra no solo denuncia esta imposición, sino que la deconstruye desde el pensamiento crítico, mostrando cómo la violencia no solo fue física o económica, sino también espiritual y epistemológica. Se trató de una lógica que, al someter, también redefinió la historia, negando a los pueblos su derecho a narrarse y a pensarse desde sus propios códigos simbólicos.

De ahí surge la ucronía, como una categoría que cuestiona la linealidad histórica y plantea la posibilidad de reconstruirla desde los márgenes. Esta parte de la obra establece que la narrativa histórica dominante es una construcción fantasmagórica diseñada para justificar la superioridad de Occidente. La historia contada por los vencedores se ha convertido en «verdad» al convertir lo que no es más que ideología en «realidad». Por eso, se hace un llamamiento urgente para recuperar la conciencia histórica de los pueblos originarios, entendiendo la memoria como un acto de resistencia y de justicia.

El concepto de cronotopía articula el tiempo histórico como un ciclo de luchas y dominaciones, especialmente centrado en la transición de los modos de producción. Inspirándose en la crítica marxista, la obra describe cómo el desarrollo material de la historia ha implicado una constante objetivación del ser humano, convertido en mercancía en manos del capital. Pero, más allá del análisis económico, lo relevante es la denuncia ética: el sistema ha negado la solidaridad como principio y ha glorificado el egoísmo, creando una sociedad donde lo humano se desintegra en nombre del progreso. En este sentido, se hace evidente que la filosofía occidental, al centrarse en estructuras racionalistas, ha olvidado la humanidad concreta de las comunidades originarias y las ha relegado a lo insignificante.

La obra alcanza un punto de inflexión utópico en la osiris-topía, planteando un retorno o reencuentro con las concepciones orientales y teológicas del ser. Aquí se rescata la figura de Osiris no solo como deidad egipcia, sino también como símbolo de una ontología que valora la vida, la comunidad, la justicia, el cuerpo y la espiritualidad. Se propone una relectura de las cosmovisiones antiguas no como supersticiones, sino como formas válidas de pensamiento que ofrecen respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Esta dimensión no idealiza el pasado, sino que lo comprende como fuente de alternativas éticas y filosóficas frente a un mundo en crisis.

La crítica a Occidente no es gratuita ni panfletaria. Se fundamenta en una genealogía filosófica que muestra cómo el pensamiento dominante ha excluido, invisibilizado y anulado otros tipos de conocimiento. Desde Hegel hasta los pensadores contemporáneos, se ha mantenido la idea de que Europa representa la culminación de la historia, mientras que el resto del mundo solo puede aspirar a imitarla. Contra esta visión, la obra apuesta por un pensamiento descolonial que reconozca la pluralidad de las filosofías, las historias y las humanidades.

Uno de los méritos más significativos del texto es su propuesta de una ética comunitaria basada en el reconocimiento del otro. Frente al individualismo capitalista, se plantea la recuperación del homo comunitario, entendido como sujeto ético, político y existencial que se relaciona con su entorno desde la solidaridad, la reciprocidad y el respeto. Esta visión implica también una crítica al modelo antropocéntrico que ha devastado la naturaleza en nombre del desarrollo. En cambio, se postula una ontología ecológica en la que la vida no humana también tiene valor en sí misma.

Además, la obra no se limita a diagnosticar el pasado, sino que también propone una utopía práctica. No se trata de una fantasía inalcanzable, sino de una orientación ética que permite plantear alternativas reales en los ámbitos político, educativo y cultural. Esta utopía se basa en una filosofía activa y transformadora que trasciende el aula y el libro, y se materializa en la vida cotidiana. Constituye una invitación a replantearse el sentido del ser, del tiempo, del conocimiento y de la justicia.

En suma, La utopía filosófica como faro de la justicia es una obra profundamente comprometida con la dignidad humana. A través de sus cuatro dimensiones, denuncia los mecanismos históricos de opresión, recupera las memorias olvidadas de los pueblos originarios y plantea un horizonte filosófico en el que la justicia no es una abstracción, sino una práctica cotidiana de reconocimiento mutuo. Es una obra incómoda, porque interpela; que cuestiona, porque propone; que duele, porque ama. Y, sobre todo, es una obra que sueña, pero con los pies bien puestos sobre la tierra. Porque solo quien sueña con justicia puede construirla.

Conclusión: Despertar filosófico y justicia comunitaria en la República Dominicana

La lectura de La utopía filosófica como faro de la justicia nos invita a analizar críticamente nuestra realidad dominicana y a reconocer que muchas de las estructuras de dominación denunciadas en la obra siguen presentes en nuestras instituciones, nuestra educación y nuestra vida cotidiana. Aún hoy, arrastramos las consecuencias de una historia contada desde fuera que invisibiliza nuestras raíces taínas, africanas y populares, y reproduce modelos de pensamiento impuestos por una supuesta racionalidad occidental que se nos presenta como la única vía de desarrollo. Esta herencia colonial se manifiesta en una educación que privilegia lo europeo, en una economía dependiente y en una cultura que a menudo niega lo propio para validar lo externo.

Sin embargo, también en nuestro país resisten los ecos del homo comunitario. En los barrios, en las comunidades rurales, en las prácticas de solidaridad vecinal, en la cultura oral y en las celebraciones tradicionales, pervive una ética del cuidado, del compartir y del respeto a la naturaleza que refleja una ontología distinta: una que no se basa en la competencia ni en la acumulación, sino en la convivencia. Este legado no se ha eliminado, sino que se ha silenciado, disfrazado o marginado. Redescubrirlo y reivindicarlo forma parte del proyecto utópico que plantea la obra, y que en el caso dominicano adquiere una urgencia especial ante los desafíos sociales, económicos y ecológicos a los que nos enfrentamos.

Por eso, pensar desde nuestras raíces, recuperar nuestra historia y valorar nuestras formas de vida no es un simple ejercicio nostálgico, sino un acto político y filosófico de resistencia. La utopía no es un sueño ingenuo, sino un horizonte necesario para transformar nuestra sociedad y hacerla más justa, equitativa y humana. En la República Dominicana, ese camino pasa por descolonizar la conciencia, fortalecer la educación crítica y comunitaria y construir una nueva visión de desarrollo centrada en la dignidad humana y en el bien común. Solo así la filosofía dejará de ser un lujo académico y se convertirá en lo que realmente debe ser: una herramienta de liberación.

Pedro Cruz

Pedro Alexander Cruz, nacido en 1987 en Santiago de los Caballeros. Es un destacado filósofo y escritor. Su trayectoria literaria incluye títulos como La utopía filosófica como faro de la justicia, El hombre y su profunda agonía por el saber y La maravillosa significancia inicial del libro de Lucas. Manual práctico de introducción a la lógica formal. (Epítome): Manual. La filosofía y la construcción del ser: Manuela de filosofía para niños. Política y Ciudadanía. : Intención de transformación. Estas obras reflejan su interés por temas filosóficos, teológicos y sociales, destacándose por su profundidad analítica. Además de su faceta como autor, Cruz es un apasionado de la enseñanza. Actualmente imparte las asignaturas de Filosofía y Pensamiento Social, así como Ciudadanía y Democracia Participativa, en el Colegio La Salle de Santiago. Su enfoque pedagógico busca formar ciudadanos críticos y conscientes de su rol en la sociedad. Su formación académica incluye estudios en Teología en el Seminario Bíblico de la Gracia y actualmente estudia Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con cursos realizados en la misma Universidad como: Proética. Tutor Virtual. Taller de verano de Filosofía. Neuroética entre otros. Esta sólida base académica le ha permitido combinar su interés por la filosofía con una comprensión profunda de la espiritualidad y la cultura. Actualmente, Cruz sigue residiendo en Santiago de los Caballeros, donde continúa su labor como docente y escritor, contribuyendo al desarrollo del pensamiento crítico en su comunidad.

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