La madrugada del martes, 8 de abril de 2025, puso al pueblo dominicano en contacto con una realidad inesperada y desbordante. Los días transcurridos hasta hoy, 14 de abril, continúan cargados de preguntas y miradas al infinito. Estas buscan explicación a la tragedia que enluta a la sociedad dominicana. Las miradas evidencian la presión que producen las emociones fuertes y la profusión de las lágrimas.

Pero, aún la persona más distraída ha sido testigo del silencio de un pueblo solidario. Sí. Se ha percibido un silencio profundo acompañado de solidaridad amplia y sentida. Esta actitud fue la que movilizó a todo el personal que apoyó el rescate de las personas atrapadas en el alud de cemento que recibieron en su cuerpo. Este silencio facilitó tener como objetivo salvar a las personas, liberarlas del dolor y, sobre todo, rescatarlas de la muerte.

La República Dominicana todavía posee valores que se extinguen en otras esferas del mundo. Por ello hemos de agradecer que la solidaridad tenga tanta fuerza en nuestro territorio. Más agradecidos debemos estar al constatar que nos movemos y existimos en un mundo que tiene como referente importante la postura individualista. Se vivió la solidaridad en la zona cero del desastre y en cada una de las instituciones participantes en las operaciones. Cobró fuerza en nosotros el sufrimiento colectivo. Se descartó la hegemonía del yo.

Este silencio está acompañado, también, de esperanza. Un pueblo esperanzado no se deja aplastar por la tristeza y el pesimismo. Por el contrario, extrae fuerzas de las situaciones difíciles para resistir y afrontar con valentía las realidades críticas. El ambiente esperanzador se observa en el compromiso con el que actuaron los protagonistas del rescate. Se observa, también, en la convicción de muchos, de que la muerte no destruye todo.

De igual manera, queda el legado de cada una de las personas fallecidas. Queda, además, la capacidad que muestran los que se salvaron para volver a empezar y los que aún se recuperan de las heridas.

El silencio que lleva las marcas de la solidaridad y de la esperanza constituye una oportunidad para descubrir la estrecha relación que existe entre la vida y la muerte. Es una ocasión oportuna para descubrir, también, la fugacidad con las que ambas actúan. Desde este silencio se ha de trabajar para que la solidaridad del pueblo dominicano se mantenga libre de los cálculos del mercado. Asimismo, para que esté libre de las lógicas de la simulación y del populismo.

De otra parte, un estilo de vida esperanzado ayuda al pueblo dominicano a comprender que la vida y la muerte son experiencias cotidianas que siempre nos acompañan. Ambas requieren de cada uno y de todos la convicción de que siempre tendremos razones para esperar. En este marco, el silencio, la solidaridad y la esperanza, constituyen una tríada necesaria y pertinente para asumir, con el mayor equilibrio y fortaleza espiritual, la tragedia del Jet Set.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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