La madrugada del martes 8 de abril será recordada como una de las más tristes en la historia reciente de la República Dominicana. En medio de la música, la alegría y la nostalgia que siempre acompañaban al legendario Jet Set, el techo se desplomó. En segundos, la fiesta se convirtió en tragedia, y el país entero entró en duelo.
Alrededor de 800 personas estaban allí. Muchos de ellos buscando revivir momentos, compartir con amigos, celebrar la vida. Hoy, cientos de familias lloran la pérdida de sus seres queridos. Entre los fallecidos, personas de Venezuela y Colombia, figuras queridas como Rubby Pérez, ícono de nuestra música, y Octavio Dotel, orgullo del béisbol nacional. También familias enteras, vecinos, trabajadores, artistas, peloteros. El país entero ha perdido parte de su alma.
Un luto que nos toca a todos
No hay sector que no haya sido golpeado por esta tragedia. La cultura, el deporte, el arte popular, la cotidianidad. Cada nombre que se suma a la lista de víctimas duele como si fuera alguien cercano. Porque en este país pequeño, de vínculos profundos, todos nos conocemos de alguna forma. Hoy no importan las clases sociales, las creencias, ni las banderas: somos una sola nación de luto.
El fallecimiento de Rubby Pérez no es solo la pérdida de un cantante, sino la despedida de una voz que nos acompañó en bodas, fiestas, amores y desamores. Y la partida de Octavio Dotel nos arrebata a uno de los nuestros: un símbolo de perseverancia, humildad y orgullo patrio.
Más que una tragedia, una advertencia
Este no puede ser un episodio más que se olvida con el paso de los días. Las autoridades tienen el deber de esclarecer las causas, con absoluta transparencia y responsabilidad. ¿Hubo fallos estructurales? ¿Falta de mantenimiento? ¿Negligencia en el aforo? Que se investigue hasta las últimas consecuencias. No por morbo, sino por respeto a los muertos y por el derecho a la vida de quienes aún están aquí.
La memoria de las víctimas exige algo más que homenajes: exige acciones concretas que prevengan nuevas tragedias. Los espacios públicos deben ser seguros. Las reglas no pueden ser decorativas. La cultura de prevención tiene que ser tan parte de nuestra identidad como la bachata o el béisbol.
Hoy, aunque el corazón se nos rompa, seguimos de pie. Nos abrazamos en medio del dolor, nos reconocemos en cada lágrima, y hacemos silencio para honrar a quienes partieron. Pero también hablaremos fuerte cuando sea necesario exigir justicia y cambios.
Esta tragedia nos ha unido en el dolor. Que también nos una en la esperanza, en el compromiso de reconstruir no solo lo físico, sino también lo institucional, lo moral y lo humano.
A las familias, a los amigos, al pueblo dominicano: no están solos. Nos duele a todos.
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