Ayer martes, junto a veinticuatro dominicanos más, tuve el honor de ser juramentado como miembro de honor del Instituto Duartiano. El acto fue solemne, cargado de símbolos y de memoria: un recordatorio de que el patriotismo no es palabra hueca, sino compromiso encarnado.
En la sala se reunieron embajadores, juristas, escritores, gestores culturales, académicos y servidores públicos. Un mosaico de la nación convocado a un mismo deber: guardar y enaltecer la obra del Padre de la Patria. Cada rostro allí presente era reflejo de la diversidad dominicana, unida bajo una misma promesa: servir a la patria con rectitud y con amor.

El contralmirante Juan Gilberto Núñez, inspector general de la Armada, ofreció la conferencia titulada “La vida militar del general Duarte”. Con voz firme recordó que Duarte asumió “con la mayor seriedad y rectitud este quehacer, convirtiéndose en el primer militar de carrera de la República”. Lo describió como un hombre de arrojo y valentía, siempre dispuesto a defender la soberanía en los campos de batalla, con una disposición inquebrantable que solo los conservadores de su tiempo pudieron frenar.

Aquellas palabras fueron más que una lección histórica: fueron un llamado a encarnar el ejemplo de Duarte en nuestra vida cotidiana. Porque cada dominicano es, en esencia, un soldado de la patria. No siempre con uniforme ni con fusil, pero sí con la obligación moral de custodiar la libertad y la soberanía heredadas.
El momento culminante de la noche llegó con la juramentación formal. Encabezó la lista el doctor Miguel Ángel Prestol González, embajador, periodista y abogado, quien pronunció las palabras de agradecimiento en representación de todos. Junto a él recibimos el reconocimiento arquitectos, escritores, periodistas, juristas, comunicadores, servidores públicos, artistas y gestores culturales: un conjunto de veinticuatro mujeres y hombres que, desde sus oficios, honran el ideal duartiano.

Cada nombre leído era más que un título: era la certeza de que el patriotismo es tarea compartida. El reconocimiento no era un galardón individual, sino una responsabilidad colectiva. Como advirtió Duarte: “Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor.”
Mientras escuchaba al presidente del Instituto Duartiano, Dr. Wilson Gómez, pensé en lo hondo que cala la palabra patriotismo. No es un concepto abstracto ni una consigna para fechas solemnes: es una convicción sembrada desde la niñez, cuando aprendemos a respetar la bandera, a cantar el himno, a honrar a nuestros héroes. Es también la pregunta íntima que nos interpela en silencio: ¿estoy cumpliendo con mis deberes cívicos hacia mi patria?
El Instituto Duartiano nos recordó que Duarte no fue solo un ideólogo, sino un soldado de convicciones firmes. Nosotros, los nuevos juramentados, llevamos ahora el peso dulce de esa herencia. Porque ser patriota significa defender la dignidad de la nación en cada gesto: en la cultura, en la palabra, en el servicio, en la ética, en la vida diaria.
Unamuno advirtió que el patriotismo sin conciencia crítica es vacío. Lorca lo soñó como un amor igualitario, no como posesión. Orwell lo distinguió del nacionalismo agresivo y ciego. Duarte lo vivió con su pluma y con su espada. Yo lo asumo, desde hoy más que nunca, como tarea diaria: defender la patria con mi voz, con mi obra y con mi vida.
Patria: no eres consigna ni desfile.
Eres herida y esperanza, raíz y horizonte.
Eres canto que nos convoca y deber que nos persigue.
Ayer, al levantar la mano en juramento, sentí que Duarte nos pedía algo más que palabras: nos pedía vidas enteras consagradas a la dignidad de la República. Ese es el verdadero juramento vivo del patriotismo.
Gracias al Instituto Duartiano por tan alto honor y reconocimiento
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