Durante el primer semestre del año, las cifras de llegadas de turistas al país han mostrado una desaceleración preocupante. A la caída del mercado europeo, que viene ocurriendo desde hace un par de años, se une un estrepitoso descenso en el primer semestre del año de los dos principales mercados emisores: Estados Unidos y Canadá.
Al cierre del mes de junio, y según datos del Banco Central, llegaron al país 4,513,874 turistas (no residentes). Al compararlo con el mismo período del 2024, en el que llegaron 4,475,096 turistas, se refleja un ligero crecimiento de un 0.9%. Esto es gracias al incremento en las llegadas de un par de mercados sudamericanos.
Estas estadísticas no nos sorprenden, porque lógicamente el crecimiento histórico de los años 2023 y 2024 correspondía a una demanda contenida que debía cumplir su ciclo y dar paso al crecimiento normal, que debería rondar el 5% anual (un crecimiento sano).

Cuando analizamos las llegadas de los principales mercados emisores de turistas, vemos que al finalizar el mes de junio recibimos 1,469,358 turistas estadounidenses. Comparados con 1,562,247 que recibimos en el mismo periodo de tiempo el pasado año 2024, verificamos una baja de -5.9%. Mientras que desde Canadá recibimos 585,322 turistas y el año pasado 617,270 significando esto una disminución de -5.2%.
Sabemos que una parte significativa de esta baja está vinculada a factores externos que están afectando a las decisiones de viaje de miles de potenciales visitantes. Pero lo más preocupante no es la caída en sí, sino la insistencia en evitar reconocer su causa y enfrentarla con una estrategia clara.

En Estados Unidos, la política migratoria y económica implementada recientemente por Donald Trump ha provocado un ambiente de incertidumbre. Las restricciones al gasto social, la inflación, el aumento de tasas de interés y la obstinación en los discursos políticos han generado una sensación de inseguridad económica en la clase media norteamericana, que tradicionalmente representa un segmento clave para el turismo dominicano. A esto podemos añadir el temor, real o percibido, de muchos viajeros ante el contexto internacional y las advertencias de viaje que hace el gobierno estadounidense.
En Canadá, aunque el entorno político es distinto, también se sienten los ecos de una economía en tensión y un consumidor más cauteloso, especialmente frente a viajes internacionales.

Negar esta realidad o minimizarla no hará que los aviones se llenen, ni que las estadísticas cambien por sí solas. Lo que realmente agrava el problema es la aparente ausencia de una conversación honesta entre las altas esferas del sector. No aceptar el problema es el verdadero problema.
Nuestro país es un destino turístico maduro. Hemos pasado mil veces por crisis, tanto internas como externas, y en todo momento hemos salido victoriosos. Las estadísticas están ahí y no mienten, por lo que estoy segura de que implementando nuevas estrategias podremos volver al ritmo de crecimiento, ya no histórico, pero sí normal.
Toda crisis es una oportunidad para analizar las estrategias implementadas y trazar nuevas. Tanto los estadounidenses como los canadienses siguen viajando, ¿se ha analizado el desempeño de destinos competidores?
Este es un momento clave para trazar nuevas estrategias de promoción internacional. Los estadounidenses suelen responder de inmediato a campañas de publicidad agresivas, puntuales, idealmente con una llamada a la acción, en la que se pueda concretar una reserva.
Con los canadienses es crucial fortalecer los lazos con esos turoperadores que han mostrado fidelidad al destino, pero no dejarlos solos en el esfuerzo de promover el país; es importante incentivar la demanda.
No podemos seguir poniendo todos los huevos en una misma canasta. En Europa hay mercados que pueden producir más; Suramérica está en pleno desarrollo y también tiene muchas oportunidades de crecimiento.
Urge volver a estar presentes con agresivas campañas de publicidad en los principales mercados emisores, utilizando la mayor cantidad de mezcla de medios, tantos digitales como tradicionales, sobre todo en Estados Unidos. La rapidez de respuesta será una ventaja competitiva clave en este escenario donde la competencia es agresiva y el viajero es cada día más cauto y selectivo.
Reconocer la caída no es pesimismo, es madurez. Aceptarla con humildad y abordarla con estrategia es el primer paso para revertirla. Es hora de actuar, porque lo que no se admite, no se soluciona.
El turismo está en alerta y hay señales que no podemos ignorar.
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