Hace mucho tiempo que no camino los senderos del Jardín Botánico. Solía hacerlo cuando vivía en el país, varias décadas atrás. Me encanta caminar, respirando el aire perfumado por árboles, arbustos y flores. Ese aire perfumado del Botánico permanece en mi memoria.

El año pasado, mientras bajaba por la trepidante avenida Colombia, en un momento, respiré profundamente buscando ese olor. Luego, miré hacia la izquierda y mi vista derrotó a mi olfato. ¡Wow, cómo han crecido los árboles!, exclamé.

Eché una ojeada a los retrovisores con intención de parar en algún lugar, pero misión imposible. Continué con la pena de no poder detenerme a contemplar, oler o tal vez  entrar y tenderme un rato debajo de uno de sus almendros o javillas a contemplar sus maravillas.

Estupefacto, ahora recibo la noticia de que se contempla mutilarlo para ampliar la avenida Colombia. Derribar árboles para sembrar asfalto. No puedo hacerme otras preguntas que no sean: ¿es que nos estamos volviendo locos? ¿Qué país es el que queremos y, sobre todo, dejar a las futuras generaciones?

Soy, por razones obvias, de la generación de jóvenes dominicanos que detestó a Balaguer y me moriré detestándolo. Pero siempre he pensado que meter en el corazón de la ciudad un lugar tan bellamente acondicionado, donde los capitaleños tienen un espacio de esparcimiento, en pleno contacto con la naturaleza, fue una de las más geniales ideas de este hombre. Esta obra debe preservarse, tanto para nosotros como para los que vienen detrás.

El que quiera defender su preservación para honrar la memoria de Balaguer, que lo haga. Tiene todo el derecho de hacerlo. Pero, para mí, es porque los espacios verdes, sean del tamaño de una cancha de tenis o de 2,000 000 de metros cuadrados, como el Jardín Botánico, tienen una multitud de efectos benéficos sobre la salud de las personas, el medio ambiente y la economía.

Roles de las áreas verdes

  • Estos espacios son esenciales para el desarrollo de niños y jóvenes, tanto en el plano físico como psicológico, y también para el conjunto de la población. Más de una centena de estudios señalan que un verdor urbano óptimo (40% de la superficie cubierta por la corona de los árboles), contribuye a reducir los riesgos de varias enfermedades.
    • Hipertensión arterial (13%)
    • Prevalencia de la depresión (7%)
    • Prevalencia del stress (39%)
    • Mortalidad por cáncer (13)
    • Prevalencia del autismo (entre 11 y 19%)
  • Reducen el calor. Por ejemplo, en un barrio con una superficie vegetal óptima, la temperatura puede ser 3 o 4 grados Celsius menos que en otro desprovisto de áreas verdes.
  • Mejoran la calidad del aire, protegen de los rayos UV, favorecen la biodiversidad y permiten la captación de carbono para limitar los cambios climáticos.
  • Absorben el agua de los torrenciales aguaceros. Cosa muy importante en una ciudad como Santo Domingo, que se inunda con una llovizna.
  • Ayudan al ahorro de energía y aumentan el valor de las propiedades. Un inmueble en una zona arbolada tiene generalmente más valor que otro rodeado de cemento y asfalto.
  • Son parte del atractivo turístico de una ciudad. Pensar tan solo en qué sería Nueva York sin su Central Park y Londres sin su Hyde Park.

Si estas no son razones suficientes para desistir de ese absurdo proyecto, pues adelante con él, pero tengan por seguro que su gobierno pasará a la historia como un depredador, que le importó un bledo la salud física y mental de los capitaleños.

Esperemos a que en el futuro a otro no se le ocurra mutilar o matar el Parque Mirador Sur para ampliar la avenida Anacaona, pero el precedente ya estaría ahí, en un país donde no son necesariamente los buenos ejemplos los que se copian.

Carlos Segura

Sociólogo

Master en sociología, Université du Québec à Montréal, estudios doctorales, Université de Montréal. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, sobre inmigración, identidad y relaciones interétnicas. Es coautor de tres obras sociológicas, La nueva inmigración haitiana, 2001, Una isla para dos, 2002 y Hacia una nueva visión de la frontera y de las relaciones fronterizas, 2002. También es autor de tres obras literarias, Una vida en tiempos revueltos (autobiografía) 2018, Cuentos pueblerinos, 2020 y El retorno generacional (novela), 2023.

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