La extrema derecha en Estados Unidos con Trump controlando todas las ramas del poder del Estado, en Europa con Meloni o en República Dominicana con liderazgos políticos minúsculos, ceba sus posibilidades electorales con los grupos precarizados por el orden neoliberal y desatando la represión contra los migrantes más pobres. Es una discurso alienante de la derecha para que las poblaciones afectadas por las medidas que ellos mismos han impulsado descarguen la responsabilidad de su empobrecimiento en los migrantes de países más pobres que llegan a sus sociedades buscando no morir de inanición o asesinados por sus gobiernos o grupos criminales.

La especie humana por definición es migrante y si no lo fuera, y todos viviéramos en donde el homo sapiens alcanzó el grado de evolución que nos define, estaríamos los 8 mil millones actuales amontonados en el Gran Valle del Rift, en África. Evoco en este punto la defensa insensata del cardenal Sarah de las políticas represivas contra los migrantes africanos en Europa -¡sus compatriotas!- inventando la imagen de que todos debemos vivir debajo del árbol donde nacimos. Más grave todavía, su falta de sentido común que nos lleva a suponer que nunca leyó la Dum Diversas de Nicolás V. A tal grado lleva la ideología reaccionaria cuando puebla la mente y el corazón de un individuo.

El racismo es un recurso históricamente empleado por líderes, pueblos y Estados para justificar la guerra, la esclavización, explotación y exterminio de otros pueblos. La historia nos muestra tantos ejemplos de semejantes actos de violencia y masacres que muchos dudan de que seamos una especie racional. Muchos manuales de “historia patria” reproducen esos argumentos, motivando actitudes racistas en los niños y jóvenes. El caso dominicano con el racismo hacia los haitianos raya en la perversión y tiene actualidad en muchas publicaciones y discursos de academias y universidades. Vergüenza debemos sentir por promover esas actitudes inhumanas. Ya Bosch lo dijo en 1943.

Fue en la ciudad de Santo Domingo en diciembre del 1511 que se pronunció un discurso (propiamente dos sermones) en contra del racismo.  Se reconocen estos sermones como la raíz primera de nuestro actual ordenamiento mundial de los Derechos Humanos y el punto de partida de la Modernidad. Defendido este último argumento por Enrique Dussel. La pregunta clave de Montesinos en el sermón del 4to domingo de Adviento es: “¿Acaso no tienen ánima (alma) humana?”. Los dominicos reprenden a sus compatriotas españoles por tratar a los aborígenes del Caribe como animales, con el objeto de explotarlos laboralmente y enriquecerse. En el sermón está claro ese objetivo: “¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?”

En Montesinos encontramos claramente que el móvil de toda forma de racismo, de toda explotación de los migrantes, del desprecio por los más pobres, es el enriquecimiento de los que lo patrocinan. Pasa en Estados Unidos con los migrantes latinoamericanos, pasa en Europa con los migrantes africanos, pasa en República Dominicana con los haitianos. La explotación pasa por conceptualizarlos como no-humanos.

El empuje del racismo y la deshumanización de los migrantes gana fuerza con el ascenso de los grupos políticos y sociales de extrema derecha, neonazis e integristas religiosos. Por eso Meloni propone campos de concentración en Albania para los emigrantes que llegan a las costas italianas y le responden con aplausos. Musk exhibe sin rubor el saludo nazi en la toma de posesión de Trump y las redes sociales están sobrecargadas con discursos de odios contra los migrantes.

Semejante a Montesinos la Obispo de la Diócesis Episcopal de Washington Mariann Budde le exigió a Trump misericordia para los emigrantes que viven en Estados Unidos y Mons. Jesús Castro, Obispo de la Diócesis de la Altagracia, demandó a Luís Abinader y su gobierno: “Frente al tema migratorio impera lo que se llama una doble moral, que no nos identifica ni como dominicanos ni, mucho menos, como creyentes. Quiero profundizar en este tema a nivel económico. Hay que buscar, en el marco jurídico, una salida a los contratos de tantos obreros extranjeros”.

Luego del primer sermón de Montesinos se aparecieron en la puerta del Convento de los Dominicos las autoridades de la Colonia exigiendo que el siguiente domingo ellos se retractaran, semejante a Trump que le pidió lo mismo a la Obispo Budde o que un dirigente político de extrema derecha dominicano le solicitó al Obispo Castro cambiar de opinión. Pero igual que Montesinos, que en su segundo sermón incrementó su condena contra la explotación de los tainos por sus compatriotas, tanto la Obispo Budde, como el Obispo Marte, tienen claro que la dignidad de los seres humanos no depende de su estatus legal, su raza u origen. Nadie tiene que pedir perdón por solicitar los derechos de las personas o solicitar la misericordia por los más débiles.