A finales del siglo IV de nuestra era, Publio Flavio Vegecio escribió un compendio sobre técnica militar, conocido en latín como Epitoma Rei Militaris, y de sus páginas heredamos una frase que, desde entonces, ha gozado de una notable y constante vigencia a lo largo de los siglos: Si vis pacem, para bellum, que se traduce como "Si quieres la paz, prepárate para la guerra". Abundantemente citada en textos de doctrina militar y política, esta expresión ha trascendido hasta convertirse en parte de la cultura popular contemporánea, reforzada por su presencia en el cine, la televisión, la literatura e incluso en los videojuegos. Hoy, la actualidad política internacional la vuelve a poner sobre la mesa de las élites europeas con un peso ineludible. El motivo: el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y el aumento de las fricciones a ambos lados del Atlántico.
Los gobiernos europeos pudieron tomar el pulso a este nuevo escenario en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, donde las declaraciones del vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, dejaron en claro un cambio de rumbo en las relaciones transatlánticas, evidenciando una inédita degradación de éstas, corolarios de una presidencia americana cada vez más imprevisible y transaccional.
Los europeos enfrentan ahora, no solo el peligroso alejamiento del aliado americano, sino también la consecuente necesidad de asumir volens nolens el rearme y la autosuficiencia de la defensa de Europa. Todo esto en un contexto internacional marcado por la incertidumbre, en el que priman la volatilidad trumpiana, la guerra en Ucrania, la amenaza rusa sobre Europa, las serias dificultades de la economía europea y la debilidad de una clase política europea desacreditada a lo interno, y dividida a lo externo. A estos elementos hay que agregar, el reciente acercamiento entre Donald Trump y el líder ruso Vladimir Putin.
Las reuniones convocadas de urgencia por el presidente francés Emmanuel Macron a inicios de la semana pasada, y que congregaron alrededor de una mesa a los principales dirigentes de Europa, y de países miembros de la OTAN, para concertar posiciones y enviar una señal de unidad al gobierno americano, dan la medida de la concitación actual de los gobiernos europeos. No es casual que, en esos mismos días, el canciller americano Marco Rubio se encontrara en Arabia Saudí, entablando negociaciones solitarias con su homónimo ruso Serguei Lavrov, para una paz en Ucrania, en la que ni ésta última ni Europa fueron invitados a participar. Los posteriores intercambios, incandescentes, entre Donald Trump y el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, son ulterior prueba de las tensiones a ambos lados del Atlántico, y del rol que jugará Rusia en el diseño de la Pax trumpiana en Ucrania.
Este escenario pone a los países de Europa frente a la necesidad de una urgente reformulación de sus políticas de gasto público, para poder aumentar el presupuesto de defensa, insuficiente de cara al menguante compromiso militar americano en Europa. Únicas excepciones, Polonia, países bálticos y recientemente Dinamarca, países donde la percepción del riesgo de escalada bélica rusa es más que una mera suposición.
No obstante, los vínculos que impone la Unión Europea al gasto público, junto a una opinión pública europea hostil, representan un rompecabezas de difícil solución para los gobiernos de Europa, que además tienen que ajustar cuentas con los sobresaltos económicos y la inestabilidad política que ha sacudido en el último año a los dos gigantes del continente: Francia y Alemania. Pero la preocupación por la rápida degradación de las relaciones euroamericanas ha impulsado la búsqueda de alternativas, como el anuncio de Emmanuel Macron confirmando un drástico aumento del gasto para defensa en Francia; y sobre todo, su propuesta de establecer una emisión de deuda común europea -análoga a Next Generation EU, realizada en el 2020 a raíz de la crisis del COVID-, pero esta vez con fondos destinados a financiar masivamente el rearme y modernización de la defensa europea. A pesar de la oposición inicial de países como Alemania, esta propuesta sigue sobre la mesa y se refuerza con el paso de los días.
Estas propuestas no son completamente nuevas, y tienen un precedente de peso en el Informe Draghi sobre la competitividad europea, presentado en el 2024 por el ex presidente del Banco Central europeo Mario Draghi, que propugna un ambicioso plan de inversiones para impulsar el crecimiento de la economía europea, contando, con “la emisión regular de activos seguros comunes para permitir proyectos de inversión conjuntos entre los estados miembros y contribuir a la integración de los mercados de capitales”. En su Informe, Draghi puso además el dedo sobre la llaga, señalado que la dependencia en materia de seguridad era una de las grandes dolencias de Europa, planteando la necesidad de una mayor integración económica, apuntando a una nueva estrategia industrial para Europa -promoviendo, por ejemplo, grandes alianzas cross-over en Europa-, y a una gobernanza política enfocada en recobrar el lustre y liderazgo de Europa a nivel internacional.
Para la defensa europea, particularmente difícil será la tarea de cambiar el rumbo de décadas de inversión insuficiente, y de dependencia a largo plazo de equipamiento del aliado americano. Basta recordar que de las diez industrias de defensa más grandes del mundo, solo una es europea. No obstante, en un ambiente galvanizado por el apremio europeo, un interesante banco de prueba de estas grandes alianzas económicas transnacionales en el seno de Europa, lo constituye la colaboración entre los colosos de la industria europea Leonardo, Thales y Airbus, con la mira puesta en temas particularmente sensibles: espacio y defensa. La posibilidad de un Plan Marshall europeo para financiar la defensa de Europa, es uno de los temas más debatidos en los círculos de poder europeos, en estos momentos.
¿Estarán dispuestos los gobiernos de Europa a dejar a un lado las desconfianzas y reticencias recíprocas -legado de una larga historia de guerras y conflictos todavía muy presentes en la memoria colectiva europea- y buscarán salir del impasse trumpiano a través de un salto político que refuerce Europa? Este fin de semana, Fridrich Merz, líder de la Unión Cristiano Demócrata de Alemania (UMP) y ganador de las elecciones alemanas, rompió un tabú en Alemania, advirtiendo que Europa ya no puede contar con Estados Unidos para su defensa incondicional, proponiendo, a su vez, conversaciones con Reino Unido y Francia -las dos potencias nucleares del continente europeo-, encaminadas a que la seguridad nuclear se aplique a todo el continente.
Es temprano para saber si Europa logrará moverse con paso unido hacia la propia defensa, o si las disidencias internas, las cercanas a Putin -en el caso de Hungría y Eslovaquia- o las cercanas a Donald Trump -como es el caso de Italia-, representarán un obstáculo concreto. Esta semana, Emmanuel Macron viajará a Washington para tener un encuentro con el volatil aliado americano. Mucho dependerá del encuentro -o del desencuentro- de ambos. Dictis, non armis -palabras, no armas-, postuló Lucrecio en su Rerum Naturae, en otros tiempos, que ya no son estos.
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