Una veintena de fuentes sin una gota de agua (la ciudad primada carece de abolengo). Un Antón de Montesinos congelado en bronce silencioso (la Primada es un desorden de héroes en lugares insólitos). Un Malecón que acepta cualquier marca de ron, preferiblemente sobre las rocas (no hay tiempo para pisar despacio las hojas del verano). Una avenida huérfana de sombras (la tribu se ha hecho inevitable). Cinco puentes que unen de polo a polo la miseria, y miles de sospechosos que esconden su rubor tras los cristales ahumados de un carro exonerado. En resumen, si uno no la quisiera tanto Santo Domingo sería una porquería.

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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