Después de tantas promesas incumplidas, de tantas obras inacabadas, de tantas medidas anunciadas y luego retiradas, es decir, después de tanto coitus interruptus; por fin tenemos una buena noticia: Magín Díaz es el nuevo ministro de Hacienda.

Su nombramiento abre la esperanza a que las finanzas públicas, debiluchas, anémicas, no entren en cuidados intensivos por las locuras económicas externas y la cobardía interna para hacer lo que se necesita.

Magín, economista talentoso y sobrio, ha hecho ya la mitad del trabajo para acometer la heroica misión que tiene por delante: ha realizado el diagnóstico de la enfermedad, que ha ido dando a conocer a través de sus artículos en periódicos y en sus presentaciones por televisión y radio.

La nube de palabras de algunos de sus textos da una idea: preocupante deuda pública, peligroso desequilibrio fiscal, insostenibles subsidios sociales, baja calidad del empleo, desigualdad creciente, subsidios injustos a los combustibles y la energía eléctrica, ineficiente recaudación de impuestos, baja inversión pública.

Él conoce también lo que sucede en el resto del área económica que no es de su directa incumbencia: disminución del crecimiento económico (Malkun), política monetaria zigzagueante (Aristy), altas tasas de interés a pesar de la inyección discrecional de recursos (Núnez), economía dependiente de estímulos monetarios (Collado).

Ante este panorama retador, toca hacer lo que se ha pospuesto o evitado por razones políticas o por la presión de los grupos de poder: gastar menos o recaudar más. Magín anticipó su movimiento: gastar mejor (no necesariamente menos) y recaudar más, para lo cual es imprescindible retomar la abandonada reforma fiscal.

Lo dijo con estas palabras: «El Gobierno debe, en su próximo intento, construir una reforma con visión de largo plazo que equilibre justicia fiscal con sostenibilidad, en base a un diálogo más amplio con todos los sectores». Nadie tiene dudas: Magín se cuadra bien y sabe batear. El problema es si lo dejan.

(Postdata. Humilde recomendación para su estadía placentera en el cargo: no salga demasiado en la prensa, o al menos no más que su mediático vecino del distrito financiero, rock star con sed infinita de figurar en primera página. Esto le traería inconvenientes en las reuniones quincenales celebradas en el Reino de los Cielos).

Luis Martín Gómez

Escritor, periodista

Periodista. Escritor. Fue Director de comunicación del Banco Central de la República Dominicana.

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