Defender la Democracia Siempre, fue la voluntad expresada por cinco presidentes de gobiernos progresistas, Gabriel Boric, Pedro Sánchez, Lula, Gustavo Petro y Yamandú Orsi, reunidos en una cumbre iberoamericana realizada en Chile la pasada semana, a la que sumaron con sus mensajes las presidentas Claudia Sheinbaum, Xiomara Castro y el primer ministro de Reino Unido Keir Starmer, de enfrentar unidos y de diversas formas el avieso y sostenido asedio a la democracia que a nivel mundial desarrollan las fuerzas de la ultraderecha, actualmente encabezada por el gobierno de los EEUU. Esa imprescindible voluntad de resistencia permite replantar el tema de la democracia no solo como sistema político, sino como método básico para producir transformaciones políticas, económicas y sociales basadas en derechos, libertad e inclusión social.

Trump y su grupo, con su práctica de dislocación de la economía mundial, del chantaje, la fuerza como ley en las relaciones internacionales, las bestiales vejaciones en el manejo de la cuestión migratoria, su apoyo a Israel en el holocausto que este está lleva a cabo en Gaza, han radicalizado  el discurso de odio, xenofobia y de limpieza étnica; sus voceros en los medios de comunicación lo han amplificado y con ello la ferocidad del vandalismo de los grupúsculos terroristas instrumentalizados por partidos, movimientos y sectores de signos ultraderechistas en diversos países. Incluyendo el nuestro. Con sus gradaciones, los EEUU aplica esa política a los gobiernos progresistas en las esferas política y económica con fines desestabilizadores.

Pero no es sólo contra esos gobiernos, lo es contra todas las fuerzas progresistas, de izquierda e incluso contra determinadas expresiones de derecha tradicional a nivel mundial, en breve, es contra la democracia y sus valores básicos. Ante esta coyuntura, dos podrían ser las tareas para mantener viva la lucha por este sistema: una táctica y otra estratégica. La táctica es la resistencia unida de los gobiernos: entre ellos y en los bloques regionales y mundiales, priorizando políticas de profundo contenido social, la lucha contra los prejuicios, odios y la corrupción, la defensa de los derechos de la mujer y la dignidad del ser humano. Eso implica una resistencia a la práctica y discursos de la ultraderecha, del ultranacionalismo. Es imposible ser eficaz en la búsqueda de un Estado de derechos, asumiendo partes del discurso xenofóbico de la ultraderecha.

Una táctica, para que tenga perspectiva de trascendencia, debe tener una estrategia esencialmente clara. En la historia, la izquierda ha tenido una posición ambigua sobre la idea de la democracia y la libertad. Sin entrar en detalles sobre las razones de esta circunstancia, el momento exige una actitud clara sobre esta cuestión. La cada vez más tenaz resistencia al fenómeno Trump en los EEUU es signo de que será pasajero, pero las concepciones ultraderechistas y ultranacionalistas serán de largo aliento. Por consiguiente, de cara a un presente claramente diferente al pasado, las propuestas de las izquierdas pasan por hacer un balance de su historia. Su recomposición no puede evadir el reconocimiento de la diversidad y responder la pregunta sobre porqué somos tantos al tiempo ser tan débiles y porqué cedemos cada vez más terreno al pensamiento ultra…

Debe reconocerse que, así como la historia no es lineal, que tiene saltos y retrocesos el futuro no puede ser un absoluto, un final idílico, como los tantos buscados y no encontrados lugares recogidos por Umberto Eco en su “Historia de tierras y lugares legendarios”. Debe haber una flexibilidad en la concepción y consecución del modelo de sociedad que deseamos, pues esta se construiría a partir de una rica variedad de vivencias, sensibilidades, perspectivas culturales e ideales que impide pensarla como una cosa, inmutable e imperecedera. ¿Cómo pensar una sociedad, de la que se tiene una idea que hasta ahora es pura idealización? Cómo pensar que hoy día puede ser aglutinante, convincente, esa búsqueda de lo absoluto, del recorrido de la humanidad que termina con la llegada a Utopía, ese “lugar bueno y optimo” nunca encontrado.

Sin embargo, lo importante es su búsqueda pues nada se encuentra si nada se busca. Un mundo mejor no sólo es deseable, sino posible, pero es difícil pensarlo y lograrlo sin en este se practica el pensamiento único (lo absoluto, el paraíso) y si existen las exclusiones por ser diversamente pensante. Lugar, significa diversidad, pluralidad, si no pensamos la democracia, o la sociedad buscada, desde esa perspectiva difícilmente podremos elaborar un relato que sea eficaz, será imposible lograr una sociedad esencialmente diferente a la hasta ahora realmente existente o las experiencias hasta ahora intentadas. No creo que pueda ser eficaz una unidad de las izquierdas pensada alrededor de sumatoria de siglas, sin que se pase balance de lo que ha sido su práctica, sin poner en primer lugar la democracia. Sin apellidos ni adjetivos peyorativos.

En ese sentido, la voluntad de los presidentes de defenderse y mantener su lucha por la Democracia Siempre, más que pertinente es de sobrevivencia, como es de sobrevivencia para la pluralidad de partidos, movimientos y sensibilidades progresistas, la lucha por democracia. La unidad en torno esta realidad es mucho más viable que hacerlo en torno a la búsqueda de ese “lugar bueno y optimo”, en torno a ese No lugar …

César Pérez

Sociólogo, urbanista y municipalista

Sociólogo, municipalista y profesor de sociología urbana. Autor de libros, ensayos y artículos en diversos medios nacionales y extranjeros sobre movimientos sociales, urbanismo, desarrollo y poder local. Miembro de varias instituciones nacionales y extranjeras, ex director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y ex dirigente del desaparecido Partido Comunista Dominicano, PCD.

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