La coherencia ética frente al poder de las leyes
La educación ética, desde la Grecia clásica y en especial con Sócrates, ha constituido una visión que se fundamenta en los actos humanos conscientes y necesarios para el cuidado de uno mismo y del otro. En su diálogo «Sócrates», Platón expone el valor fundamental de esta educación para la formación de una ciudadanía activa —la polis en su contexto—, entendida como un cuerpo social articulado por leyes. Para el sujeto en cuestión, las disposiciones legales no se perciben como meras normas impersonales, sino como principios vivos que buscan el bien común y regulan una convivencia activa entre los ciudadanos. En este sentido, la ética no puede ser entendida como una dimensión externa de la vida, sino como el núcleo mismo de la acción humana, donde la justicia se concibe como un deber intrínseco e imperativo.
En el diálogo con Critón, Sócrates exhibe una postura firme, incluso desafiante, frente a la intención de su amigo de persuadirlo para que evadiera la cárcel. ¿Es posible que un individuo que ha vivido bajo la protección de las leyes decida ignorarlas cuando estas ya no le resultan convenientes? ¿No constituye esta actitud una forma encubierta de corrupción moral? Sócrates, en consonancia con su metodología, guía a Critón a través de una serie de interrogantes que conducen a este último a cuestionar su propuesta y reconocer su debilidad en el razonamiento. El orador, en un giro retórico, le recuerda que ha sido el pueblo ateniense, a través del juez —a quien él respeta como conocedor legítimo de las leyes—, quien lo ha colocado en esa situación. En la perspectiva socrática, la observación de la fuga se considera un acto inmoral que constituye una flagrante traición a la coherencia de la vida entera del sujeto. En este sentido, la moral no se reduce a una mera idea, sino que se manifiesta como un desafío tangible, particularmente en momentos de mayor vulnerabilidad.
SÓCRATES.-ʺYa vez, SÛcrates -continuarÌa la ley-, que si tengo razÛn, eso que intentas contra mÌ es injusto. Yo te he hecho nacer, te he alimentado, te he educado; en fin, te he hecho, como a los demás ciudadanos, todo el bien de que he sido capaz. Sin embargo, no me canso de decir públicamente que es permitido a cada uno en particular, despuÈs de haber examinado las leyes y las costumbres de la rep˙blica, si no est· satisfecho, retirarse a donde guste con todos sus bienes; y si hay alguno que no pudiendo acomodarse a nuestros usos, quiere irse a una colonia o a cualquier otro punto, no hay uno entre vosotros que se oponga a ello y puede libremente marcharse a donde le acomode. (Platón, p.9)
En este ínterin del Critón, Platón confiere a las Leyes una reflexión profunda que reafirma el compromiso moral que Sócrates ha sostenido a lo largo de su vida: la fidelidad a la justicia como fundamento de la existencia ciudadana. Las leyes, personificadas, evocan en Sócrates la idea de que han sido más que una imposición externa; han servido como su cuna, su guía y su sostén. Se le ha concedido vida, instrucción y estructura, y se le ha brindado la opción de desvincularse de ellas en caso de desacuerdo. Este fragmento del diálogo expone un principio ético de gran relevancia: aquel que forma parte de una comunidad política, en cierta medida, acepta de manera voluntaria sus normas, por lo que se encuentra moralmente obligado a respetarlas, incluso cuando estas le resulten desfavorables. Este fenómeno no se reduce a una mera obediencia ciega, sino que se manifiesta como una coherencia ética cuestionable. Se plantea, entonces, el interrogante sobre la credibilidad de aquellos que solicitan justicia mientras que, en ocasiones, la quebrantan de manera sistemática.
Este pasaje se vincula directamente con la tesis central que se ha desarrollado: la moral no se trata simplemente de una norma externa, sino que se manifiesta como una exigencia interna que somete al ser humano a pruebas en momentos límite. En contraste con la opción de optar por una salida fácil, como la fuga, Sócrates decide adoptar una actitud de compromiso y se entrega a la encarnación de los principios que predica. La posibilidad de la deserción siempre se mantuvo como una opción latente, como se establece en las leyes del diálogo. Sin embargo, al optar por la permanencia, la participación activa en la polis y, por consiguiente, asumir las consecuencias de tal elección, se estableció un compromiso con la comunidad y con el entorno social. La enseñanza que se desprende de este análisis es inequívoca: el auténtico desafío moral no radica en la retórica de la justicia, sino en su efectiva implementación, incluso cuando ello implica el sacrificio personal. De este modo, Sócrates no solo aborda la discusión acerca de la ética, sino que la personifica con radical coherencia, erigiéndose en un ejemplo viviente de su propio pensamiento.
Fundamentos Conceptuales: «Moral, Ética y Ciudadanía»
La palabra «moral» deriva del latín moralis, cuyo significado es «relativo a las costumbres». Este término se deriva a su vez del vocablo mos o mores, que se traduce como «costumbre». Desde su origen, la moral se ha relacionado con el conjunto de normas, valores y principios que orientan la conducta aceptada dentro de una comunidad. Este fenómeno se manifiesta como un sistema de referencia pragmático que delimita los parámetros de lo que una sociedad considera como favorable o desfavorable, equitativo o inequitativo. La transmisión de la moral, según la investigación, tiende a ocurrir de manera implícita a través de diversos factores como la familia, la religión, la educación y la cultura, manifestándose en los comportamientos cotidianos de los individuos. El carácter de la sociedad puede ser objeto de análisis en función de variables temporales y contextuales, lo que sugiere una naturaleza relativa y cambiante. Este fenómeno se manifiesta como un reflejo del pensamiento colectivo y de las costumbres predominantes en un período específico.
En contraste, la ética, según la tradición filosófica occidental, deriva del griego êthos (ἦθος), traducido a menudo como «costumbre» o «modo de ser». Sin embargo, este enfoque filosófico se caracteriza por una reflexión más profunda y sistemática sobre la naturaleza de la moralidad y la acción humana. En contraste con el concepto de moral, la ética trasciende la mera aceptación de las normas establecidas, sino que las somete a un escrutinio crítico. La presente investigación aborda la naturaleza de la filosofía como disciplina que busca comprender los fundamentos de las decisiones y acciones humanas. En este sentido, se plantea la interrogante de definir qué constituye lo correcto y los motivos subyacentes a dicha elección. La ética, como disciplina filosófica, insta al examen crítico, a la deliberación sobre el bien y el mal, y a la construcción de principios universales que puedan mantenerse más allá de los contextos particulares. Mientras que la moral proporciona las normas y directrices que rigen la conducta humana, la ética se enfoca en la reflexión y el discernimiento moral. Mientras que la moral se adquiere a través de la imposición y la obediencia, la ética se desarrolla a través de la deliberación y la elección consciente. Por lo tanto, la ética se erige como un componente fundamental en la formación de ciudadanos críticos, responsables y capaces de actuar con autonomía.
La ciudadanía, por su parte, deriva del latín civitas, que significa «ciudad» o «conjunto de ciudadanos». En su acepción canónica, la ciudadanía no se reducía a la mera residencia en un territorio, sino que implicaba una implicación activa en la vida pública, en las determinaciones políticas y en la defensa del bien común. En el contexto contemporáneo, la ciudadanía conlleva una serie de derechos y responsabilidades. Entre estas responsabilidades se incluyen el ejercicio de la libertad individual, el respeto a las leyes vigentes y, especialmente, el compromiso con valores que promuevan una convivencia justa y equitativa. En este sentido, la ciudadanía contemporánea no puede desligarse de los principios morales y éticos que rigen la sociedad. La moral proporciona los principios que rigen el comportamiento social, la ética posibilita su evaluación crítica, y la ciudadanía se manifiesta como la práctica concreta de ambos en la vida pública. En este sentido profundo, la ciudadanía implica un compromiso con un estilo de vida fundamentado en la justicia, la responsabilidad y la participación, más que en ideales, como acciones cotidianas.
Ética, Moral y Ciudadanía en la visión de Adela Cortina y Adolfo Sánchez Vázquez.
Para Adela Cortina, la ética constituye una reflexión racional y universal acerca de las normas morales que rigen la vida en sociedad. En su obra Ética mínima (2009), el autor sostiene que la ética debe trascender los sistemas morales particulares —como los religiosos o culturales— y procurar principios compartidos que aseguren una coexistencia justa y respetuosa. Para Cortina (2014), la ética posee una dimensión pública, en tanto que debe contribuir a la construcción de una sociedad plural, democrática e inclusiva. En este sentido, se propone una «ética cívica» como espacio de encuentro entre individuos de diversas creencias, donde se respeten los derechos fundamentales y se promueva la justicia como bien común.
En lo que respecta a la moral y la ciudadanía, Cortina concibe la moral como una construcción cultural inherente a cada individuo. Sin embargo, subraya que la ciudadanía demanda una ética compartida que facilite el diálogo y la cooperación en un contexto plural. Desde esta perspectiva, la ciudadanía no se limita al ejercicio de derechos políticos, sino que conlleva una responsabilidad ética en la vida pública. El concepto de «ciudadano ético» se refiere a un individuo que no solo se conforma con observar las normas jurídicas vigentes, sino que también se involucra de manera activa en la mejora de su entorno social, fundamentándose en principios morales como la solidaridad, la dignidad humana y el respeto mutuo. En este sentido, la ciudadanía ética se erige como un compromiso con la construcción de una sociedad más humana y justa.
Adolfo Sánchez Vázquez, por su parte, ofrece una perspectiva crítica y transformadora de la ética. En su obra Ética (1969), el autor plantea que la ética debe trascender la mera justificación de normas impuestas, asumiendo un carácter material y pragmático, comprometido con la realidad social. Desde una óptica marxista, se sostiene que la moral constituye una manifestación de la conciencia social, reflejando las condiciones históricas imperantes en una sociedad determinada. En este sentido, se argumenta que la ética debe orientarse hacia la emancipación del ser humano. En este contexto, la moral se entiende como una construcción social que se encuentra en constante cambio, influenciada por las relaciones y dinámicas sociales. Por lo tanto, su evaluación debe considerar su capacidad para adaptarse y transformar las estructuras sociales y los sistemas de creencias que la rodean.
Para Sánchez Vázquez (1980), la ciudadanía cobra sentido cuando está vinculada a la praxis, es decir, a la acción consciente y transformadora. La ciudadanía va más allá de la mera participación en lo establecido, implica la reflexión crítica sobre las estructuras de injusticia y la participación activa en la transformación social. En este sentido, la ética se erige como una fuerza crítica que debe orientar al ciudadano hacia la lucha por la dignidad, la igualdad y la justicia social. Su perspectiva ética se distancia del conformismo moral y promueve una ciudadanía activa, capaz de reflexionar y actuar desde el compromiso con los sectores más desfavorecidos de la sociedad. (Luna López, 2016)
Una apuesta institucional por la moral y la ciudadanía
La aprobación de la Ordenanza 02-2025 por parte del Consejo Nacional de Educación constituye un avance notable hacia la formalización de una educación integral que incorpore de manera explícita la formación en valores éticos, morales y ciudadanos en todos los niveles del sistema educativo preuniversitario dominicano. Esta medida, promovida por el ministro Luis Miguel De Camps, propone la integración de esta dimensión formativa sin alterar la carga horaria ni sobrecargar el currículo, mediante una visión transversal, participativa y estructurada. Desde una perspectiva normativa y pedagógica, la iniciativa en cuestión tiene como propósito responder al desafío de formar ciudadanos críticos, responsables y solidarios, en un contexto en el que las problemáticas sociales —como la corrupción, la exclusión y la violencia— requieren respuestas desde la base educativa.
Sin embargo, es imperativo adoptar una perspectiva crítica respecto a la implementación efectiva de esta ordenanza. La historiografía educativa dominicana se ha caracterizado por la existencia de iniciativas educativas meticulosamente diseñadas que, en la praxis, se han visto enfrentadas a obstáculos de índole estructural. Entre estos se incluyen la deficiencia en la formación del personal docente, la escasez de recursos pedagógicos, la desarticulación entre los distintos niveles educativos y la limitada vinculación entre la institución escolar y la comunidad circundante. Si bien la serie pedagógica «Moral, Cívica y Ética Ciudadana» evidencia un avance metodológico, su éxito está condicionado a la formación continua de los docentes, a la implementación efectiva de un acompañamiento institucional y al involucramiento auténtico de las familias y la sociedad civil, más allá de simples orientaciones. En este sentido, se plantea la interrogante respecto a la preparación para la enseñanza de la ética desde una práctica viva, crítica y no meramente doctrinaria.
Por tanto, el verdadero desafío no radica únicamente en la elaboración de leyes o la estructuración de un plan de estudios, sino en la construcción de una cultura educativa en la que los valores no sean meramente enunciados, sino que se vivan de manera auténtica. La ciudadanía crítica no se forma únicamente desde los contenidos, sino desde la experiencia: en el aula, en el trato diario, en la manera en que los propios actores educativos se relacionan con el poder, la justicia y la verdad. La Ordenanza 02-2025 puede constituir un punto de partida hacia esa transformación profunda, pero requerirá una voluntad sostenida, recursos, apertura al diálogo y, sobre todo, una coherencia ética institucional que esté a la altura del mensaje que se quiere transmitir. Este enfoque es fundamental para garantizar una educación ética y ciudadana genuina, que esté al servicio del país que aspiramos construir.
Referencias.
Platón. “CRITÓN O DEL DEBER Platón.” www.philosophia.cl /, Escuela de FilosofÌa Universidad ARCIS.
Cortina, A. (2003). Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica. Madrid: Editorial Tecnos.
Cortina, A. (2007). Ciudadanos del mundo: Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza Editorial.
Sánchez Vázquez, A. (1969). Ética. México: Grijalbo.
Sánchez Vázquez, A. (1980). Filosofía de la praxis. México: Grijalbo.
Luna López, Héctor Eduardo. “Adolfo Sánchez Vázquez y el compromiso intelectual.” filosofiamexicana.org, CEFIME, 8 JULIO 2016, https://filosofiamexicana.org/2016/07/08/adolfo-sanchez-vazquez-y-el-compromiso-intelectual/.
Gobernación de la República Dominicana. (2025). Educación Moral, Cívica y Ética Ciudadana será incorporada en todos los niveles educativos. Ministerio de Educación (MINERD). Recuperado de: https://educacion.gob.do (Consulta: agosto de 2025).
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