El pasado 8 de marzo, durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en el Parque Independencia, donde se celebraba una actividad legalmente autorizada organizada por organizaciones y colectivos feministas, antirracistas y defensores de derechos humanos, de manera sorprendente una expresión de la religiosidad popular dominicana fue amenazada y reprimida por la Policía Nacional.
Mientras Corina y su grupo de salve estaban cantando “Aguacero, agua”, agentes de la fuerza pública desconectaron los equipos de sonido que usaba la cantante en su presentación, por suponer o imaginar que la salve era un canto en creole. Corina es una mujer campesina afrodescendiente, oriunda de Monte Plata e integrante de CONAMUCA, que viene cantando desde hace unos veinticinco años en distintos eventos a favor de los derechos de la mujer.
Más sorprendentes aun fueron los pronunciamientos del presidente del Instituto Duartiano, Wilson Gómez, y de Juan Pablo Uribe, presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias (CPEP), quienes sin indagar realmente lo sucedido e informarse debidamente, trataron de inmediato el supuesto desacato como una “provocación y un irrespeto”, como si estuviera prohibido entonar cantos en creole en la explanada del Parque Independencia.
Lo que la Policía ni estas encumbradas personalidades quizás sabían es que la salve es un producto del sincretismo mágico religioso que forma parte integrante de la religiosidad popular dominicana. La salve mezcla elementos de la religión católica con manifestaciones culturales afrocaribeñas. Tiene por origen el texto de la oración “Salve Regina”, que fue musicalizada y que al pasar a lo popular sufrió varias transformaciones.
Son por lo general grupos de mujeres los que cantan salves y tocan panderos, acompañadas o no de paleros. Entonan salves por motivo de las festividades en honor a la Virgen de la Altagracia o de las Mercedes, o en ocasión de innumerables velaciones o velas a diversos santos, así como por la celebración de nueve días, promesas o agradecimientos.
La antropóloga norteamericana Marta Eilen Davis, en su libro “Voces del Purgatorio: Estudio de la salve dominicana” (1979), dice que la salve, difundida desde el catolicismo formal al popular, “comprende todo un espectro de gran variación”.
Da mucho que decir de las entidades policiales, del Instituto Duartiano, de la Comisión de Efemérides Patrias cuando desconocen la salve dominicana, considerándola como “cosa de haitianos”, y al pretender prohibir el uso del creole en cualquier lugar del territorio nacional cuando el artículo 39 de la Constitución prohíbe cualquier discriminación por origen nacional, raza o idioma.
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