El mundo cristiano celebra la resurrección de Jesucristo y aunque se proclama como una buena noticia, actualmente no parece haber mucha consciencia de sus implicaciones. En los primeros siglos del cristianismo, la resurrección se presentaba como el mensaje más contundente del Evangelio. La celebración de la Semana Santa como tal, se desarrolla alrededor del siglo IV, que es cuando la iglesia cristiana instituye el programa de celebración desde el Jueves al Domingo Santo.

Resucitar significa que algo que estaba muerto vuelve a la vida, esto no parecería posible, sin embargo, donde existió algún organismo biológico, queda alguna partícula orgánica que puede originar nueva vida. Se ha dicho: “polvo eres y en polvo te convertirás”. Normalmente no nos preocupamos por ese polvo que forma nuestros cuerpos, sino por nuestra consciencia, nuestra capacidad de pensar, porque nuestros pensamientos son nuestras vidas. Lo que nos interesa es: si nuestra mente sobrevive a la muerte. La enseñanza cristiana habla de nacer a la vida del espíritu, no sólo a la material, desarrollar una existencia espiritual que trascienda a la materia, pudiendo existir sin ella. Esto sucede como si fuera otro nacimiento, diferente al de la carne (Juan 3).

En la medida en que desarrollamos nuestra parte espiritual, manifestamos menos interés por lo material, mostrándose valores superiores, capacidad de profunda empatía e incluso experiencias que no parecen estar vinculadas a los sentidos conocidos. Esos son algunos de los indicios que se muestran cuando comienza a disminuir la total dependencia a “la carne”.

Históricamente no tenemos fotos, evidencias científicas irrebatibles o documentos certificados por instituciones reconocidas de la época, que confirmen la resurrección de Jesucristo. Lo que tenemos es un grupo de gente común, que seguía a un mesías que su pueblo nunca reconoció, que fue juzgado, condenado y ejecutado como ejecutaban a los peores delincuentes. Luego ese grupo de hombres andaba ocultándose para salvar sus vidas y no ser condenados igual que su maestro. De repente, salen a las calles llenos de valor y entusiasmo, pregonando que Jesús resucitó y estuvo con ellos, haciendo los mismos prodigios que el maestro y lanzándose a comunicar la buena noticia. Aunque fueron perseguidos y asesinados de maneras muy crueles, no fue suficiente para contener el crecimiento de esa “secta” como la llamaban en ese momento. Los líderes religiosos lo consideraron como una herejía ridícula y el poder social y militar, como un grupo peligroso. Pero ellos proclamaban alegres la victoria sobre el destino de todos: la muerte.

La resurrección se ha convertido en una celebración en la que los cristianos repiten: “Cristo resucitó”, como si fuera una bonita costumbre y para algunos es equivalente a decir ganó mi equipo deportivo o mi hijo terminó los estudios, pero frecuentemente no hay consciencia de la repercusión que eso tiene en nosotros.

Alguien que verdaderamente esté convencido de que la muerte es una simple transición y que su existencia es eterna, aunque pueda atraerle lo mundano, no sería su prioridad; la vejez no le ocasionaría depresión, además de cumplir con sus compromisos temporales se interesaría por los aspectos eternos de su existencia y la muerte dejaría de ser una preocupación.

El cristiano que escuchas diciendo que Cristo resucitó, está admitiendo su vinculación a ese cuerpo místico que es la Iglesia, también muestra que no teme al posible rechazo de los contrarios a su fe, lo cual es loable. Pero, si además de decirlo por considerarlo un compromiso social, realmente lo cree, se beneficiaría de la promesa de Cristo: “quien cree en mí no morirá y si está muerto, volverá a la vida”.

Si alguien dice: ¡Cristo vive! y le preguntaras por la dirección o número telefónico de Cristo, lo tomaría como una broma pesada, ya que entiende que es un nivel de existencia diferente y supone que tú debieras saberlo también. Entre las personas con que nos relacionamos no conocemos a nadie que tenga doscientos años, por lo que es evidente que la vida humana no continuará como la hemos conocido.

Lo que se ha prometido es una forma de vida que por lo que hemos entendido, es inmaterial (según los conceptos de materia que ahora tenemos), que trasciende nuestros condicionamientos de tiempo y espacio, y en la cual tenemos un nivel de consciencia más amplio, en la medida en que nos conectamos con todos y con todo de forma directa, y nuestra percepción no estaría limitada a los sentidos corporales. Nuestro nivel de conocimiento se dispararía al relacionarnos directamente con los niveles de inteligencia que estén a nuestro alcance, percibiendo de forma global y simultánea las informaciones de todo tipo que nos llegan, no fraccionados según escalas vibratorias, ya que cada sentido corporal capta una sola escala vibratoria.

Podríamos dudar de si la resurrección es posible o no, pero lo que es indudable es que la fe en la resurrección proporciona al ser humano una inmensa paz existencial.

Y tú: ¿piensas que con la muerte lo perderás todo?

Luis Ortiz Hadad

Médico

El Dr. Luis Ortiz Hadad, nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 17 de septiembre del 1958. Graduado de Doctor en Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en el 1983. Realizó estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España (1984-1986). Se especializó como Cirujano General en el Hospital Central de las FFAA-Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en (1988-1992). Haciendo la subespecialidad en Cirugía Colorrectal en Marsella, Francia (2000-2001). Es Psicólogo Clínico egresado con los máximos honores de la Universidad de la Tercera Edad (2022). Ha sido profesor de Anatomía y Cirugía por más de 20 años en la Universidad Iberoamericana (UNIBE). Es miembro del Comité Editor de la Revista Archivos Médicos Dominicanos (AMED). Presidente de la Sociedad Dominicana de Coloproctología (2011-2013), Presidente de la Academia Dominicana de la Medicina (2016-2018) y Presidente de la Sociedad Dominicana de Médicos Escritores (2023-2025). Es miembro del Colegio Médico Dominicano, del Colegio Dominicano de Cirujanos, de la Sociedad Dominicana de Coloproctología, Asociación Latinoamericana de Coloproctología, Academia Dominicana de Medicina, del Colegio Dominicano de Psicólogos (CODOPSI) y de la Sociedad Dominicana de Médicos Escritores. Presta sus servicios como Cirujano Coloproctólogo y Coordinador del Internado de Cirugía de la Universidad Iberoamericana (UNIBE) en el Centro de Diagnóstico Medicina Avanzada y Telemedicina (CEDIMAT), donde también desarrolla desde el 2022 un programa de Meditación Terapéutica Racional Emotiva. Es escritor de artículos semanales en el periódico acento desde el 2020 y es autor de los libros: Cincuenta Reflexiones. Breve guía para el Homo sapiens y Piensa bien, Vive mejor: Una terapia racional emotiva social. Es reconocido por sus actividades a favor de un mayor desarrollo humano como estrategia prioritaria para el mundo de hoy y enseñanzas de autoayuda basadas en las neurociencias.

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