Una tristeza embarga al país desde la trágica madrugada del 8 de abril 2025; el derrumbe del techo de la discoteca Jet Set nos tiene a todos adoloridos, impactados, pensativos… y es que Jet Set no era un lugar ajeno a cualquiera de nosotros ¡era el lugar de baile de los lunes!, los famosos y únicos lunes de Jet Set, el que semana tras semana presentaba una orquesta en vivo para deleitarse y bailar toda la noche en él y al cual yo segurísima hubiera asistido si alguno de mis amigos “hubiera armado el coro”… hoy, una nación y el mundo entero se une en dolor, destrozados y hechos pedazos por esta vivencia tan devastadora, tan desgarradora, por tanta pérdida tan irreparable.
Se hace necesario reflexionar, no para juzgar, pero en medio del duelo y después del duelo, debemos interiorizar y descubrir cómo podemos convertir en belleza nuestro dolor y traer gozo en medio del dolor, qué podemos hacer que honre a ese ser querido que perdimos, o como puedo yo ser mejor persona cuando veo que la vida es frágil y se puede ir en cualquier instante, en el menos que pensamos…
El momento que actualmente vivimos es reconocido mundialmente como el tiempo de cuaresma, en conmemoración al tiempo previo a la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, y, en virtud de esto, baso la presente reflexión sobre el único hombre que vino a trastornar al mundo, y del cual aún hoy 2025 años después, es imposible dejar de hablar de él, sea para decir que cree en él o hasta para decir que no cree en él: Jesús de Nazaret.
La cuaresma es un período de 40 días en el calendario litúrgico cristiano que sirve como un tiempo de preparación para la celebración de la pascua (resurrección de Cristo). Es una época de penitencia, reflexión, oración, ayuno y conversión, donde los cristianos buscan acercarse a Dios y renovar su vida espiritual; comienza el miércoles de ceniza y se extiende hasta el sábado santo, justo antes del domingo de resurrección.
En el año 325 el Concilio de Nicea fijó la fecha de celebración de pascua para todo el ámbito católico occidental. A partir de ese momento, y basándose siempre en el relato evangélico, cada país ha ido construyendo un conjunto propio de celebraciones, pero todos con la misma finalidad: rememorar la pasión, muerte y resurrección del Mesías.
Así, la semana santa se convierte en la conmemoración cristiana anual de la pasión de Cristo, es decir desde la entrada a Jerusalén (llamada domingo de ramos), la última cena, el viacrucis, y hasta la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret (el domingo de resurrección).
Los días más importantes y trascendentales de la semana santa comienzan con el jueves santo, donde se conmemora la última cena de Jesucristo y sus apóstoles, el lavatorio de pies realizado por el Mesías, la oración de Jesucristo en el huerto de los olivos y la traición de Judas, con cuya traición las autoridades romanas capturan a Jesús. El viernes santo es el que con mayor profundidad conmemora la vida de Jesús de Nazaret dado que fue el día de viacrucis, crucifixión y muerte de Jesús: se trata de un día de luto.
El sábado santo, por su parte, es el día de espera por la resurrección de Jesucristo, en que se conmemora su descenso al sepulcro y su viaje al abismo. Al igual que el viernes santo, es un día de luto y silencio ceremonial. Finalmente, el domingo de pascua, domingo de gloria o domingo de resurrección, es el día en que concluye la semana santa y celebra la resurrección de Jesucristo, el Mesías, el hijo del Dios altísimo y su victoria sobre la muerte, marcando así el inicio de una nueva vida eterna para los creyentes.
Por todo lo anterior vemos que la semana santa fue creada para reflexionar sobre el amor de Dios hacia nosotros, de renovarnos espiritualmente y de fortalecimiento de nuestra fe a fin de reconocer que en él hay salvación y hay esperanza. Junto a la pasión de Cristo revivimos su vida, lo triunfal y lo trágico, pasando a lo glorioso. Su mensaje de amor está presente en todo tiempo y más aún en tiempo de desconsuelo y desesperación, donde abundan las preguntas sin respuesta, donde no entendemos el porqué de las cosas y procedemos a cuestionar…
Pasar por una tragedia como la vivida en el Jet Set no es fácil ni será fácil, y entenderla mucho menos. Hay un duelo que vivir, que no se puede negar, que no se puede saltar y que sí puede tomar tiempo, es inevitable…. Más Jesucristo está al otro lado con brazos abiertos esperando por abrazar y consolar, él es el único y mejor consuelo que encontraremos jamás: su ejemplo de vida es nuestra mayor fortaleza y su palabra nuestra esperanza…
Me gozaba ver en las redes a creyentes entonando alabanzas en medio de la tragedia, trayendo ese rayito de luz y esperanza que sólo en Jesucristo podemos encontrar, rescatistas trabajando incansablemente, personas trayendo alimentos a los rescatistas, a las personas presentes, personas donando sangre, ¡wao! Todos nos levantamos en amor y solidaridad…
¡Vivamos con ese amor! ¡Vivamos con corazón agradecido! Agradecido por el tiempo vivido, por el tiempo compartido, por el hermoso regalo de la compañía de ese ser querido que tuvimos durante su tiempo en vida, aunque lo extrañemos… inspirémonos en esta semana santa a vivir una vida con propósito amando más, dañando menos, agregándole valor a las personas, a ser mejores personas.
Que este suceso no quede sólo en el recuerdo de la tragedia y dolor, sino que, así como en la resurrección de Jesucristo tenemos esperanza y gozo, la consecuencia de este suceso sea el camino hacia la construcción de un YO mejor, de un país mejor.
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