El sector turístico es, sin duda, mucho más complejo de lo que muchos suponen. Va mucho más allá de la gestión de lujosos hoteles o de recibir con una sonrisa a quienes nos visitan. El turismo es un engranaje multidisciplinario de actividades que, coordinadas con precisión, tienen como objetivo ofrecer al visitante una experiencia memorable, segura y de alta calidad. Asumir el rol de anfitriones implica responsabilidades que requieren formación, compromiso y, sobre todo, una visión clara del impacto de cada acción sobre la imagen del país.
Más allá de majestuosos hoteles y playas paradisíacas, nuestro verdadero compromiso radica en garantizar que cada eslabón de la cadena de valor —transporte, gastronomía, excursiones, servicios complementarios— cumpla con altos estándares de calidad y seguridad. Esta labor es compartida entre el sector público y privado, ambos llamados a velar por un turismo responsable y sostenible.
Es incomprensible que, a más de tres décadas de consolidación del turismo como motor económico nacional, la Ley Orgánica 541 que regula esta actividad date del año 1969, y no haya sido sometida a una revisión profunda que la adapte a los retos actuales del sector. Esta legislación obsoleta ha generado múltiples vacíos legales y administrativos, siendo uno palpable el que afecta a los guías turísticos.
El reclamo de la Asociación de Guías Turísticos (ASOGUITURD) no es nuevo. Sus exigencias, en muchos casos legítimas, han sido reiteradas durante años, sin encontrar aún una respuesta estructural. Basta con revisar el capítulo V (artículos 22 al 28) de la mencionada ley, el reglamento 818 del 20 de marzo de 1979 y el reglamento interno del MITUR. Estos establecen las normas para el ejercicio de los guías oficiales, para evidenciar que los marcos normativos actuales no responden en su totalidad a las necesidades del presente.
Es justo que se escuchen sus demandas, pero también es necesario que los mecanismos de reclamo se enmarquen dentro del respeto y la responsabilidad hacia el mismo sector que les proporciona sustento. Las protestas o llamados a huelgas solo debilitan la imagen de un destino que depende profundamente de su reputación.
En nuestro país existen dos categorías principales de guías: los locales, especializados en regiones específicas como Puerto Plata, Samaná, etc.; y los guías nacionales, con una preparación más amplia, dominio del país en su totalidad y competencias multilingües.
La certificación de los guías, anteriormente gestionada por el Ministerio de Turismo en coordinación con una reconocida universidad nacional, ahora se realizará —según se ha anunciado— con el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP). Esta decisión ha despertado dudas legítimas sobre si ello supondrá una disminución del nivel académico requerido, o si comprometerá la profundidad y calidad del programa formativo.
Lo que se impone es una evaluación exhaustiva de los guías actualmente certificados y una redefinición de los requisitos de ingreso y permanencia en la profesión. No basta con conocer los datos históricos o las rutas turísticas; se requiere también un dominio funcional de idiomas, competencias comunicativas y una ética profesional a toda prueba.
En muchos países, ser guía turístico implica completar una carrera universitaria de entre tres y cinco años. En nuestro caso, el enfoque técnico ha sido la norma, pero ello no debe ser excusa para reducir la exigencia formativa.
Otro desafío creciente es la proliferación de “influencers” que, sin preparación formal ni autorización legal, han asumido el rol de guías, incluso organizando excursiones y constituyendo agencias de viajes. Esta práctica no solo atenta contra la profesionalización del sector, sino que expone a los visitantes a experiencias mediocres o riesgosas. Lo correcto sería exigir que estos influenciadores trabajen de la mano de guías certificados, elevando así la calidad de las experiencias que promueven.
La actual legislación no define con precisión qué instituciones pueden impartir formación a los guías, aunque sí establece que el Ministerio de Turismo es el órgano responsable de su organización y acreditación. En los últimos años, desde el Ministerio de la Presidencia se ha trabajado en la definición de perfiles ocupacionales, reconociendo al “Técnico en Guianza” como figura formal dentro del sector.
Se ha anunciado la apertura del programa académico que formará a 1,500 nuevos guías. Inicialmente, se contempló que este programa se ofrecería en coordinación con las universidades, con una duración de dos años; ahora se ha reducido a un diplomado de tan solo ocho meses. Resulta esencial, por tanto, asegurar la idoneidad de quienes estarán a cargo de esta formación. ¿Cuenta INFOTEP con las capacidades necesarias para liderar esta tarea con excelencia?
Otro de los puntos más sensibles es el de la “piratería”: la presencia de guías no autorizados, operando impunemente bajo la mirada permisiva de las autoridades. No es raro encontrar en la Zona Colonial guías improvisados, con escaso dominio de idiomas extranjeros y conocimientos históricos dudosos, lo que termina por afectar la imagen del destino y empobrece la experiencia del visitante.
Ha llegado el momento de elevar el perfil profesional de los guías turísticos y de darles el justo valor que merecen en el sector. Escuchar sus demandas, sí, pero también exigirles el nivel que requiere un destino que aspira a seguir liderando el Caribe. La calidad del turismo también se mide en la calidad de sus voces autorizadas: los guías.
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