Peña Batlle no descansa en excusa a su nuevo héroe: “Es error gravísimo atribuirle a aquel hombre miras de conveniencia personal en el acto de la Anexión. Tampoco nos está permitido pensar que lo hiciera para granjear ventajas económicas cuando siempre vivió pobre y fue la honradez virtud esencial de su carácter” / “Los dominicanos que no tuvieron fe en la independencia absoluta en razón de la consistencia de la amenaza haitiana, trataron de asegurar la conquista cultural que envolvió la separación de Haití, mediante el contacto efectivo de nuestra cultura con de otra nación europea, preferentemente España, a fin de salvar los peligros que necesariamente implicaba para el hecho social y cultural dominicano la fusión con Haití. Juan Sánchez Ramírez, Gaspar Hernández y Pedro Santana son los tres grandes representativos de esta posición. Es necesario al opinar sobre estas tres personajes hacerlo con mucha serenidad y con mucho dominio de la situación en que vivieron”.

 

¿Traicionó Santana a la República Dominicana? Para el sabio: “Si se coloca el fondo de la independencia dominicana en su justo sentido social de reconquista contra la influencia de Haití y de regreso a la valoración hispánica de nuestra nacionalidad, necesariamente se llega a la conclusión de que el caudillo no solo no traicionó a su país, sino que trató de consolidar sus cimientos sociales con la anexión a España”. ¿Engañó Santana a España? Santana es acusado de haber engañado a España con la Anexión, Peña Batlle lo defiende: “creo yo que fueron los políticos españoles quienes se valieron de la genuina e intuitiva postura hispánica de Santana para realizar en 1861 -momento oportuno- el acto de la reincorporación que desde 1844 diligenciaba el caudillo sin que el Gabinete de Madrid diera oídos a sus instancias”.

 

Santana recibe una valoración histórica injusta: “Sobre la memoria de don Pedro Santana y Familia se ha acumulado mucha injusticia. Generación tras generación los dominicanos hemos mantenido sobre aquella figura un juicio peyorativo que no se compadece con la función que cumplió en el drama de la independencia. A esto han contribuido visiblemente las opiniones de sus enemigos, como la del General La Gándara, cuyo libro sobre Santo Domingo es parcial y muy enjuto de criterio. Hasta ahora no se ha hecho un estudio psicológico de Santana ni se ha enfocado con sentido objetivo su vida y su obra. Da miedo penetrar en el examen de la literatura anti santanista. Toda ella está plagada de retórica, lugares comunes y sutilezas. Su contenido es puramente declamatorio”. Santana no traicionó: “Nunca he creído (…) que los hombres públicos dominicanos que en los albores de la República sustentaron el criterio de la alianza con un poder europeo hasta caer en el protectorado o en la Anexión fueran ni traidores ni malos hijos de su tierra. Aquella actitud tiene una explicación lógica y, si se quiere, hasta plausible. Los dominicanos que así pensaban lo hacían presionados por las circunstancias de índole social. Ellos se movían impulsados por una serie de consideraciones y sentimientos previos al planteamiento del ideal de la independencia pura y simple”. Para Peña Batlle los anexionistas fueron sinceros: “sólo a este grupo le concedo sinceridad en su actitud”.

 

En síntesis, se ha producido “la metamorfosis” del pensamiento de Peña Batlle, fenómeno que Bernardo Vega explica mejor que nadie, dice que a partir de 1941 cuando “Peña Batlle claudicó ante el régimen” entonces “su obra intelectual (…) dejaría de reflejar el positivismo de su juventud” y “también atacaría a sus viejos maestros Hostos y Américo Lugo”, esto porque “Peña Batlle sabía que no tenía ninguna coherencia defender o tratar de explicar, o justificar a Trujillo en base a los valores de su juventud, de su generación: El liberalismo hostosiano (…) Defender a Trujillo con las ideas con las ideas positivistas tenía poco sentido”, para ser ideológicamente compatible con el despotismo Peña Batlle “a partir de 1941, sus escritos reflejan las ideas falangistas españolas” que hacían “énfasis en la hispanidad y la religión”, también adoptaría el nazismo que para la época: “predicaba conceptos nacionalistas, bélicos, racistas y glorificaba la dictadura unipersonal, mesiánica y de un solo partido, sin libertad pública alguna, por lo que esa ideas ayudaban a justificar a Trujillo”.

 

Dados esos efectos ideológicos no cabe dudas fue que el paso al trujillismo fue una integración aberrante, el sacerdote Láutico García entiende que la dictadura Trujillista al “construir y mantener por la fuerza, el engaño, la extorsión y el crimen una concentración tal de poder político que hizo esclavos y serviles suyos tanto al poder espiritual como el que tienen las conciencias y las personas individuales” se convierte en un “anacronismo histórico”, en este sentido la dictadura perpetró “contra la historia y su evolución” “muchos y tremendos errores y delitos”, el sacerdote jesuita se pregunta si el hecho de que Peña Batlle se prestase a colaborar con Trujillo fue una “negación de sí mismo y desaire a la Historia y a su propio pensamiento”, aunque el sacerdote no contesta su propia interrogante, la afinidad ideológica entre el trujillismo y Peña Batlle se explica en hecho de que Peña Batlle persiguiendo el catolicismo y la hispanidad “pudo unirse a hombres y regímenes que le parecieron tener y perseguir esa misma meta; para decepcionarse y frustrarse irremisiblemente cuando se percató que no era así”.

 

A Peña Batlle corresponde la mayor responsabilidad intelectual en la creación de los fundamentos ideológicos del trujillismo, él fue quien “elaboró un sistema ideológico armónico que se constituyó en el néctar que nutrió su organización política, la totalidad de las ideas que le sirvieron de base aparecieron en nuestra realidad mucho antes y resumían los conceptos clásicos reaccionarios de la oligarquía dominicana”. No obstante; el conjunto de anacronismos ideológicos evidentes en su ideología trujillista (hispanofilia, racismo, anti-haitianismo, autoritarismo, concordato) que históricamente representan el legado intelectual de este aristócrata, algunos pregonan que es “una de las más sólidas columnas del pensamiento dominicano contemporáneo”.

 

En 1927, Peña Batlle cierra su ensayo sobre la “Influencia de Machiavelo en las ideas políticas del siglo XVI” con esta frase que a él mismo le viene como anillo al dedo: “Pobre destino el de un talento tan privilegiado”. En 1928 moralizaba: “Los hombres que como Ud. Representan una parte de la opinión pública no pueden asumir actitudes radicales sin justificarlas a toda cabalidad” / “el valimiento de los hombres (…) está vinculado estrechamente a la personal actividad de cada uno, a la integridad de las convicciones de cada uno, al sentido de la responsabilidad con que cada uno actúe, y al valor que cada uno dé a sus propios hechos y a sus propias opiniones”. En conclusión, bien estudiado el proceso evolutivo de la conducta y el pensamiento sociopolítico de Peña se pone de manifiesto que en cada momento de su vida estuvieron al servicio de la causa que defendió, lo que hace de él el primer, máximo y único gran ideólogo de la historia política e intelectual dominicana, el paso de Chilo al trujillismo es el resultado de que temprano, en 1935, terminó acogiendo favorablemente el marco de pensamiento que para entonces ya era la zapata ideológica del régimen; a partir de esta convicción, el discurso trujillista de Peña Batlle se convierte en el más portentoso cuerpo ideológica de la tiranía, por lo que en justicia se le reconoce como el “el más sagaz y decidido intérprete de las ideas políticas de Trujillo”.

 

A la intelectualidad trujillista (Peña Batlle, Balaguer, Rodríguez Demorizi / “y otros”) se le ha denominado la “Generación Trujillo” / la “Generación atrapada” / la “Generación perdida” / “Los atrapados” / “la ilustración trujillista”, nosotros la consideramos como la “Generación Apestosa”, porque hoy sus valores apestan a todo aquel que sustente un pensamiento auténticamente democrático, apesta ver la inteligencia al servicio de la intolerancia política o religiosa. Peña Batlle es la estrella de esa “Generación Apestosa”, pero se procura presentarlo como una “figura trágica” / “Peña Batlle es uno de los muchos trágicos y tristes ejemplos de los que conformaron lo que he llamado la generación perdida”. Con esta tesis a Peña Batlle se le perfila como el “intelectual atrapado entre la fuerza de una realidad y un poder avasallador”; no, su tragedia radica en que su trayectoria política e intelectual, tal y como lo señala Andrés L. Mateo, es “sinuosa y pasional”, en que “sirvió fervorosamente” al tirano.

 

¡“Ah, desgraciados. Estos intelectuales! ¡Jamás he visto cosa más asquerosa!”.

 

Consultas.

 

Carlos E. Deive (2013), El racismo de Peña Batlle y Balaguer.

Láutico García (1993), Denodado defensor de la dominicanidad.

Ángel Miolán (2011), Un generalísimo.

Manuel A. Peña Batlle (1989), Ensayos Históricos.  En 1923 Peña Batlle publicó “El Testamento del General Santana”.  Revista Claridad. No.4. 31/marzo/1923.

Eudoro Sánchez y Sánchez (1954), Manuel A. Peña Batlle.

Bernardo Vega (1989), Peña Batlle, Nietzsche y Trujillo. El enigma de una claudicación.

Bernardo Vega (1996), Manuel Arturo Peña Batlle Previo a la Dictadura: La Etapa Liberal.

Bernardo Vega (2009), La justificación intelectual de la dictadura.

Bernardo Vega (1987), El Peña Batlle sobre el cual no se escribe.