Muchos tienen la percepción de que todos los políticos son iguales, visualizado desde una perspectiva negativa de que únicamente persiguen sus intereses y que todo lo que dicen es pura demagogia, afirmación que como toda generalización es injusta. Sin embargo, cuando se examina el accionar de nuestro liderazgo político, desde los más experimentados a los más jóvenes, se comprende mejor la causa de esta percepción.
Los problemas fundamentales de la República Dominicana están más que estudiados y la falta de solución a estos muchas veces radica en que, lejos de pensar en la conveniencia del país, se prefiere apostar a que al gobierno de turno le vaya mal, se busca obstaculizar iniciativas ya sea por el uso de sus representaciones legislativas o simplemente atizando el fuego para entorpecer reformas o para seguir afianzando males que se convierten en culturales en aras de ganar capital político, y se regatean las conquistas y se celebran los fracasos, sin darse cuenta de que quien gana o pierde no es un partido de gobierno sino el país.
En estos tiempos de redes sociales, en los cuales se crean con inusitada facilidad mareas de opiniones, más que nunca resulta difícil avanzar con reformas estructurales impulsadas bajo principios democráticos y, mientras por un lado se critican propuestas y se detienen iniciativas, por el otro algunos construyen liderazgos en base al autoritarismo y el desprecio a las instituciones y el imperio de la ley, lo que lamentablemente se convierte en un peligroso atractivo para quienes no son capaces de comprender el daño extraordinario que esto encierra.
En medio de este panorama es indispensable que profundicemos el debate, porque lo que debería buscar un líder político no es simplemente presentar propuestas para conquistar simpatías, pues es harto sabido que hay cosas con las que todos van a estar de acuerdo, sino que la responsabilidad de un líder debe ir más allá, analizando las causas de la situación que propone remediar, las consecuencias que tendría la corrección, y presentando alternativas que signifiquen reales soluciones.
Todos sabemos que la reforma fiscal es una tarea pendiente, con un pacto fiscal que en incumplimiento de la Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo nunca se ha consensuado, pero los intentos que se han hecho bajo la presente administración, y sobre todo el que se llegó a formalizar mediante la introducción en el Congreso Nacional del proyecto de ley de modernización fiscal en vez de desembocar en una discusión responsable para tratar de que se realice de la forma correcta, los intereses políticos primaron, y curiosamente los líderes de los dos principales partidos de oposición que aprobaron múltiples reformas tributarias y que también aprobaron la necesidad de ese pacto, prefirieron atacarla para ganar capital político, sin medir los efectos de posponer indefinidamente la solución a nuestro desequilibrio fiscal.
De igual forma todos sabemos que una de las principales causas del déficit público son las pérdidas de energía, y aunque los políticos se acusan unos a otros sacando ineficiencias y atacando decisiones, es una falta de responsabilidad mayúscula que no se hayan podido poner de acuerdo para comprender que nunca solucionaremos ese mal si no resolvemos su principal causa, que es la falta de una cultura de pago, porque erróneamente hemos hecho pensar a la población que la energía es un servicio público que no tiene que pagarse, o que no tiene que pagarse al costo real que implica su consumo, y muchos en aras de hacerse los graciosos, no solo han permitido que esa mala práctica se afiance, sino que se han enriquecido ilícitamente manteniendo esas empresas en manos del Estado.
Es hora de reclamar a nuestros líderes políticos profundizar el debate, porque no hay ganancia sin esfuerzo, ni remedio sin solucionar las causas del mal, y lo que se necesita hacer implica sacrificios, distribución de cargas y corrección de distorsiones afectando determinados intereses, lo que naturalmente no resulta gracioso ni es aceptado fácilmente, por eso para impulsarlo se requiere voluntad y responsabilidad para hacer lo que más convenga al país, y no lo que más simpatías genere.
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