Dividiré mi análisis en cinco partes: La persona, El régimen político, El régimen económico y social, Sus obras y Su alegado nacionalismo. Terminaré con un breve resumen.
La persona
En todo gobierno, como en cualquier función de dirección, las características personales de quien está a su cargo son importantísimas, más aún cuando se trata de un régimen dictatorial, donde no hay contrapesos. En el caso de Trujillo, esto se comprueba. Fue acusado de estupro siendo ya un joven adulto y durante todo su período de gobierno se valió de su poder absoluto para abusar de mujeres atractivas en todas las ciudades que visitaba, a tal punto que muchos padres escondían sus hijas para evitar que él se antojara de ellas y terminara violándolas. Robó desde joven y en 31 años se convirtió en el más importante, y casi exclusivo, ladrón de la patria. Fue el corrupto mayor de nuestro país. No esperó a llegar a la presidencia para robar, sino que ya como jefe del Ejército acumuló fortuna con el negocio del lavado de la ropa de sus miembros. Antes de llegar a la jefatura de esa rama de las fuerzas armadas, mostró su condición de asesino, al mandar a matar en Santiago a quien podía llegar primero que él a esa posición.
Estuvimos gobernados, pues, por un violador que era, además, ladrón y asesino. Así como a nadie le gustaría tener de vecino a una persona con esas características, dudo que haya dominicanos con sano juicio que quieran tenerla de gobernante, disponiendo de todos los poderes del Estado a su antojo.
El régimen político
El origen de su régimen fue un golpe de estado disfrazado de movimiento cívico, pero a partir de ahí, la formalidad del mismo se presentaba hipócritamente como una democracia, donde había elecciones cada cuatro años y alternancia en la presidencia, ocupada varias veces por títeres. La existencia de un solo partido político, de afiliación obligatoria, saboteaba, sin embargo, esa pretendida imagen democrática.
Fuera del cinismo formal, lo que existió fue una de las dictaduras más crueles de América Latina. Lo demostró de inmediato con el asesinato de los esposos Marínez Reyna en 1930, estando ella embarazada, y de su empleada doméstica. Luego lo hizo con La 42, una pandilla de criminales que sembró el terror desde los inicios de la tiranía. Ese terror de los primeros años, que fue brutal y descarado, pasó a ser después una sincronizada maquinaria de terrorismo de Estado que contaba con el apoyo de una extensa red de espionaje y que funcionó de manera permanente en todo el territorio nacional, razón por la cual existía orden público. Este no surgió, por tanto, de una política de gobierno deliberada que estableciera castigos conocidos e iguales para todos y a los que se les diera cumplimiento regular a través de los distintos organismos sancionadores, sino del miedo a morir. Este miedo se hizo mayor al final de la dictadura por el grado de refinamiento sádico que adquirieron las torturas aplicadas a los presos políticos. Por eso los famosos “cepillos” del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) infundían tanto temor cuando se paseaban lentamente por las calles. No había que ser necesariamente opositor al régimen para correr riesgos, pues bastaba que cualquier ciudadano se descuidara en el cumplimiento indigno de la amplia gama de adulaciones obligatorias al Jefe para ser estigmatizado como opositor, perder su empleo o ir a la cárcel. El pasaporte fue usado como instrumento de persecución política y el país se convirtió en una jaula, de la cual se podía salir solo con el consentimiento del mandamás.
En resumen, el régimen político real de Trujillo, no su máscara, se caracterizó por ser una dictadura extremadamente abusiva que castigaba la discrepancia política de los ciudadanos con cárcel, asesinatos, desapariciones y torturas, y aplastaba la dignidad de las personas, sometiéndolas a la obligación de rendir culto a un vulgar megalómano. Habría que preguntarse quién estaría dispuesto a entregar su dignidad, perder su derecho a disentir, correr el riesgo de morir o caer en desgracia por la denuncia malévola de un espía o de cualquier intrigante y renunciar a su derecho de viajar libremente al exterior, a cambio de un orden público basado en el terror.
El régimen económico y social
En el curso de los años, Trujillo fue adquiriendo cada vez más poder económico y terminó amasando una gran fortuna. Eso lo logró sirviéndose del Estado, al que tomaba los recursos para sus negocios. También se valió del Estado para que se tomaran medidas que favorecieran a sus empresas, como fue el caso de la prohibición de andar descalzo, para que la Fábrica Dominicana de Calzados, de su propiedad, vendiera más. Por el temor que infundía, mucha gente aceptaba sus ofertas de compra a precio vil de propiedades que a él le interesaban. Hay casos conocidos de dueños de fincas que se negaron a venderle y él los mandó a matar, así como de otros que tuvieron que irse al exilio.
El proceso de industrialización por sustitución de importaciones, que en varios países latinoamericanos fue significativo, en nuestro caso fue irrelevante porque nuestro desarrollo industrial era tan escaso, y nuestro mercado tan pequeño, que no era mucho lo que se podía sustituir.
Al final de la dictadura, un porcentaje importante de la producción de bienes y servicios estaba en las manos de Trujillo. No conforme con ello, les comunicó a los Vicini su interés por comprarles sus ingenios. Teníamos, pues, una economía concentrada, en la que el principal empresario, de notorias prácticas expropiatorias, era él. La clase media era apenas un embrión de crecimiento irrisorio y la mayor parte de la gente vivía en el campo, con alto nivel de analfabetismo, bajos ingresos e ínfimo consumo.
Sus obras
No hay duda de que el régimen trujillista construyó obras, varias de ellas importantes para el desenvolvimiento económico del país y también para un mejor control político del mismo, pero después de ver la enorme cantidad de obras que se construyeron con posterioridad a su muerte, hay que concluir que no fue tanto lo que se hizo en sus largos 31 años. Hubo ciudades donde la obra más importante fue la construcción de un local del Partido Dominicano. Otras se levantaron para alimentar su vanidad, como el palacio Nacional, el de Bellas Artes y la famosa Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, tan descabellada y dispendiosa que obligó al Gobierno a llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Su alegado nacionalismo
Hay que comenzar diciendo que Trujillo fue miembro de la Guardia Nacional, creada por los norteamericanos durante la ocupación militar de nuestro país para reprimir a los que se oponían a ella. Eso bastaría para destruir cualquier argumento a favor de su pretendido nacionalismo. La propaganda trujillista, sin embargo, no lo menciona y fundamenta su nacionalismo en sus ejecutorias económicas. Aquí de nuevo se cae. Trujillo se acomodó durante 17 años de su Gobierno a que el dólar fuera nuestra moneda y se sabe desde hace tiempo, además, que la negociación de la deuda externa (que solo fue un cambio de deuda), la creación del Banco de Reservas y del Banco Central, llegaron muy tarde con relación a muchos países de América Latina y que incluso Haití nos tomó la delantera en algunos de esos cambios.
Hay una tesis de Juan Bosch que argumenta que, al no existir una burguesía dominicana, Trujillo la encarnó y, por tanto, en ese rol tenía que ser necesariamente nacionalista. En nuestros tiempos de globalización de la economía, donde la inversión extranjera ha pasado a jugar un mayor rol y se ha hecho patente la dependencia de nuestros empresarios locales de la tecnología extranjera y del dominio de los mercados internacionales por los grandes conglomerados de los países desarrollados, dicha tesis no se hubiera podido mantener. Basta pensar en nuestros más importantes empresarios, que ya sí forman parte de una burguesía, para darse cuenta de que el nacionalismo económico no los caracteriza. Por otra parte, el que Trujillo luchara por todos los medios para mantenerse en el poder, aún bajo presiones de los norteamericanos, no es necesariamente sinónimo de nacionalismo. Eso es simplemente defender su dictadura.
Resumen
Trujillo fue un sicópata que abusó de nuestras mujeres desde muy joven, actuó como un asesino consumado y fue todo el tiempo un ladrón insaciable. Instauró una de las dictaduras más sanguinarias de América y estableció un orden público basado en el terror. Terminó concentrando un extraordinario poder económico personal y el país que dejó se caracterizaba por un alto analfabetismo y una acentuada pobreza. Construyó algunas obras importantes, no tantas como para un período tan largo, pero también desperdició recursos en obras de relumbrón y con fines políticos. Su nacionalismo fue un mito creado por la propaganda oficial de la época y que hoy siguen sus partidarios sin base alguna. Esos son mis argumentos para decir: Trujillo no.
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