Cuando hace unos años visité Bután, el pequeño reinado cercano al Everest y extremamente budista, me encontré con que allí habían desarrollado el índice “de la felicidad interna bruta”, para contrastarlo con el índice del Producto Interno Bruto (PIB) y que mide el crecimiento económico.
Desde el 2013 ese índice ha sido acogido y desarrollado por Naciones Unidas y denominado Índice Mundial de la Felicidad, donde 0 indica gran desdicha y 10 felicidad máxima. Este análisis es el resultado de encuestas realizadas por Gallup en 157 países. Estas encuestas evidencian que se es feliz si hay mucha confianza en los gobiernos y las instituciones y se determina la calidad de la vida en base a una metodología de la Universidad de Leicester que busca medir la satisfacción con la vida, el nivel de salud, de riqueza, de acceso a la educación básica, el PIB per cápita, los años de esperanza de vida, el apoyo social que recibe la población, así como su libertad de acción y la percepción sobre los niveles de corrupción, pero también sobre la generosidad de los compueblanos y las instituciones.
Como era de esperarse, los primeros cinco países con mayor índice de felicidad son Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia y Países Bajos. Pero los asombros surgen cuando el sexto país es Costa Rica y el séptimo Noruega. Las sorpresas continúan cuando después de Israel y Luxemburgo la décima posición le toca a México.
En orden de más a menos feliz entre los países del hemisferio tenemos a Canadá, Estados Unidos, Belice, Uruguay, Brasil, El Salvador, Panamá, Argentina, Guatemala, Chile, Nicaragua, Paraguay, Colombia, Ecuador, Honduras, Perú, Trinidad y Tobago, Jamaica y Bolivia, el menos feliz.
Para mi gran sorpresa entre los 157 países la República Dominicana está en la posición 76 y entre los países latinoamericanos peor que nosotros solo está Venezuela. La Federación Rusa nos supera, pero por poco, al estar en la posición 66. Nuestro país apenas ha mejorado, pues en el 2013 estábamos en la posición 98 y desde el 2020 fluctuamos entre las posiciones 68 y 76.
Siempre se decía que el dominicano era “un infeliz”, pero ahora es Naciones Unidas quien lo declara.
¿Cómo es eso posible precisamente en el país del merengue, la bachata, los “teteos” y al cual llegan más de 10 millones de turistas extranjeros? Hace más de cien años nuestros intelectuales y políticos hablaban de un agudo pesimismo nacional, pero presumimos que eso ya pasó, aunque encuestas durante los últimos años indican que la mayoría de los dominicanos estarían dispuestos a irse a vivir al extranjero si pudiesen lograrlo. Si reelegimos democráticamente a nuestro presidente se supone que es porque en algo estamos felices. Tal vez porque reparte innumerables tarjetas “Supérate” para que superemos aún más nuestra felicidad. El país gana las series internacionales de béisbol y por primera vez una artista nuestra gana un muy importante Oscar, algo para estar felices.
Así como el Banco Central desde hace años cuenta con un departamento muy bien organizado que calcula con eficiencia el PIB dominicano, y con opiniones favorables este es evaluado por los organismos internacionales, habría que preguntarse si el Banco Central también debería analizar el por qué de esa gran divergencia entre el PIB y el IMF (índice Mundial de la Felicidad. No confundir este con el International Monetary Fund). En caso de que el Banco Central fuese el lugar adecuado eso implicaría probablemente debería conocer a fondo la vida cotidiana del dominicano, incluyendo los “teteos”, los carnavales y las tertulias, en fin, los “gozares”.
Siempre se decía que el dominicano era “un infeliz”, pero ahora es Naciones Unidas quien lo declara. Por menos de eso recientemente el presidente Donald Trump ha sacado a su país de dos organismos de Naciones Unidas.
Oído en un patio en Villa Francisca: “¡Súbeme el radio, ponme música, el último dembow, para ver si así se me quita de encima este amargue y dile a ese muchacho del Banco Central que se vaya, que me está haciendo demasiadas preguntas!”
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