En tiempos de manipulación mediática y discursos prefabricados, pensar con cabeza propia es un acto revolucionario. Ningún pueblo se ha liberado repitiendo las ideas de otros como papagayo; ninguna revolución auténtica ha nacido de ser el gramófono de alguien. La emancipación requiere autonomía intelectual y capacidad de caminar con nuestros propios pies, aun cuando el camino esté lleno de incertidumbre y resistencia.

No ser el eco, sino la voz

“No hay peor esclavitud que la de la mente”

— Frase popular en luchas de liberación

El imperialismo y las élites locales no solo saquean recursos, también moldean el pensamiento. Buscan que aceptemos su versión de la democracia, su receta económica, su noción de progreso. Repetir esas ideas es reproducir nuestra propia opresión.

La historia está llena de ejemplos de líderes y movimientos que decidieron pensar por sí mismos. Simón Bolívar no pidió permiso a las potencias para declarar la independencia. José Martí no copió mecánicamente la revolución francesa: creó una estrategia cubana para un problema cubano. Ho Chi Minh no aplicó un manual importado, sino que adaptó el marxismo a la realidad concreta campesina y anticolonial de Vietnam.

Caminar con nuestros propios pies

“La libertad no se mendiga, se conquista”

Simón Bolívar

Pensar con cabeza propia implica aprender de otros, sí, pero también reinterpretar la teoría a la luz de nuestras realidades, circunstancias y contextos. El Che Guevara lo hizo cuando impulsó la guerrilla continental pese a que el manual soviético aconsejaba cautela. El zapatismo en México unió el marxismo con las tradiciones indígenas y la defensa de la tierra. La Revolución Bolivariana mezcló el legado de Bolívar con la lucha popular y el control soberano de los recursos.

Militancia crítica o militancia domesticada

“Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”

  1. I. Lenin

En toda organización existe la tensión entre la militancia crítica —que piensa, cuestiona y construye— y la militancia domesticada —que obedece, repite y espera órdenes. La primera es motor de cambio; la segunda, garantía de estancamiento.

Ser militante crítico es incómodo para los poderes, incluso para los que dicen ser progresistas, porque la autonomía de pensamiento desafía las jerarquías y los dogmas.

Conclusión reflexiva

“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”

— José Martí

Actuar con cabeza propia no es un lujo intelectual, es un deber político. Sin pensamiento autónomo, la lucha se vacía de contenido y se convierte en una imitación sin alma. La libertad comienza en la mente y se concreta en la acción, rompiendo con las cadenas invisibles que nos atan a intereses ajenos.

Hoy, más que nunca, no se trata de ser un gramófono, como decía Drecci Plazari en el folleto: La lucha de clases en el partido, garantía para ser siempre un partido proletario, sino de ser voz; no se trata de obedecer, sino de crear; no se trata de copiar, sino de transformar.

Julio Disla

Escritor y militante

Julio Disla: el militante de la palabra, el poeta del pensamiento crítico. Voy por la vida con una pluma que combate, un teclado que documenta y una mirada que no se conforma con lo superficial. Soy el arquitecto de textos que cuestionan al capital, al racismo, a los muros — y a toda forma de dominación que intente maquillar su rostro con promesas democráticas. He hecho del ensayo un arma, del artículo un escenario de lucha, y del poema una bandera. Cuando escribo, se siente la influencia de Marx, la voz serena pero firme de José Pepe Mujica, el reclamo por justicia social, y la pedagogía que busca educar a otros con ideas y datos. Fundador de utopías posibles, intento rehacer la historia desde la izquierda que se reinventa, que no teme nombrar el neoliberalismo por su nombre, y que encuentra en cada injusticia una oportunidad para escribir, denunciar, proponer. Lo técnico y lo emotivo coexisten en mi estilo como militante de una misma causa. Soy, sin duda, un constructor de puentes entre la teoría y la calle.

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