Después que se supera la raya de los 60 años cuando se acerca el día que te llega un año más, y te acercas al tiempo final, la tentación de pasar balance no se puede espantar y cuando te llegan los recuerdos de los errores que son difíciles de borrar la respuesta que llega de pronto sin planificarlo es el repaso de las batallas por las buena causas que puso la vida en tu camino.
Otras veces, en el heroísmo de la juventud –en mi caso como periodista- la veces que escapé de los equipos de extermino de los comunicadores disidentes de los años 70, porque en noviembre de 1974 mi sueño de estudiante, graduado con honores, terminó a los 21 años sentado en la redacción de un diario, con Anibal de Castro en el escritorio a mi espalda, como jefe de redacción.
A veces para evadir los malos recuerdos de ser perseguido por un auto lleno de matones, se pasa revista a momentos que marcaron el andar, como el viernes que conocí al joven Frank Rainieri en la casa de Lisandro Castillo en Higüey, cuando se estaba inventando un negocio desconocido que se llamaba “turismo”; o el almuerzo que selló la amistad con Jimmy Pastoriza que cambió mi vida; o el día que el Padre Alberto Villaverde me invitó –era estudiante de término de periodismo- a sumarme al equipo del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales para un programa de formación para corresponsales y luego me incluyó como expositor del segundo congreso de la prensa.
Cuando saco del cajón del olvido esos buenos momentos, recuerdo el día que Fredy Ginebra me dijo que la vida era un ejercicio para llenar el baúl de los recuerdos de buenos momentos, para sacarlos tener energía los dias de tormenta.
A veces también en estos dias en que sin vivir una tormenta y estando en mi mes aniversario, que puede ser el último tramo del camino, comencé a sacar del baúl de los recuerdos algunas de las batallas pasadas que me aportan más entusiasmo y deseos de vivir.
Por ejemplo, la batalla por la libertad de expresión en los difíciles años setenta, la lucha por la colegiación de los periodistas, el paso por la secretaría general del sindicato de periodistas siendo un muchacho, mi paso como profesor del Colegio Dominicano de la Salle y en la Escuela de Periodismo, la experiencia en Ultima Hora, la de jefe de redacción de El Sol y de fundador de Nuevo Diario, la creación de la primera empresa del pais que solo usaba computadoras… y muchas cosas más.
Pero la aventura que más me alienta es la del turismo. Me encontré con ella en los años setenta, cuando pocos creían en esa actividad. La historia me ha dado la razón. Frank Moya Pons, el historiador contemporáneo más acreditado, define el turismo como “uno de los más poderosos factores de cambios que ha tenido el país en toda su historia”. Por eso el orgullo de las batallas por el turismo. No dejo de pensar lo mucho que falta por hacer.
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