Los habitantes originales de la isla de Santo Domingo, presentes 5,300 años antes de Cristo, no conocían el carnaval de carnestolendas, este les llegó con los españoles en el proceso del “descubrimiento”, después del segundo viaje del Almirante Cristóbal Colón, ya que este era una expresión cultural europea. Las primeras manifestaciones de carnaval han sido localizadas originalmente en la ciudad de Santo Domingo antes de 1520, constituyéndose así en el primer carnaval de la isla y en el primer carnaval de América.
Con la hegemonía del control de la conducta moral de la iglesia católica, el carnaval se convirtió en catarsis social de la élite colonial, aún con la precariedad de espacios privados y públicos de diversión y recreación, sobre todo durante el auge económico del ciclo del Azúcar. La llegada del carnaval era un acontecimiento, anunciado por un avisador real a caballo, con redoblantes por las calles de la ciudad colonial.
La celebración del carnaval por parte de esta élite era con un baile exclusivo y excluyente en la capitanía de la Casas Reales, hoy convertido en Museo, con música de una orquesta criolla, la cual no hemos encontrado documentación que describa el ritmo y los instrumentos musicales utilizados. Los estudiantes de la Universidad de Santo Domingo, alquilaban una casa y una orquesta, llevando mujeres de Santa Barbara, que era en ese momento el barrio de los artesanos, del cual tampoco hemos encontrado descripción de la ejecución y definición de su música.
Las primeras manifestaciones de participación de los esclavizados africanos en actividades festivas españolas fueron a través de las cofradías, en lo que el antropólogo cubano Joel James llamó el protocarnal, que eran procesiones en las festividades del Espíritu Santo en las cuales se les permitía participar con sus trajes y simbolizaciones a los diversos grupos étnicos, los cuales llevaban lógicamente sus tambores para darle una dimensión festiva-musical a una actividad de regocijo contemplada en la liturgia oficial de la iglesia católica, donde los cristianos podían participaban con máscaras, trajes alusivos y vejigas.
Aunque en las tres noches de carnestolendas, se celebraban encuentros de carnaval en la Plaza de Armas, hoy parque Colón, frente al lado izquierdo de la catedral, debió de haber música en base a la función festiva del carnaval, pero no hemos encontrado documentación que lo consignen.
Durante la ocupación haitiana de 1822-44, no hemos encontrado documentación sobre la existencia musical a nivel popular, aunque mantenemos la hipótesis de la existencia de bailes de carnaval de la élite haitiana. Durante el periodo pos Independencia Nacional, por la urgencia de la seguridad y de la guerra con Haití, se debilitó y se paralizaron las actividades carnavalescas, lo mismo que durante la epopeya de la guerra de la Restauración Nacional. En una fase posterior, surgieron realmente las manifestaciones de carnaval, a tal punto que a nivel popular en el panorama nación comenzaron a celebrarse los Carnaval de la Independencia en febrero y los carnavales de la Restauración en agosto, quedando vigente el modelo colonial de un carnaval bailable de la élite y un carnaval popular, callejero, cuyo protagonista era el pueblo.
Dado el carácter contestario y popular del carnaval popular, de hecho, fue prohibido por los interventores durante la primera intervención norteamericana del 1916-1924. Durante la Era de Trujillo, hay una apertura a las manifestaciones de carnaval debido incluso a necesidades sociales-políticas del jefe. Resulta que a través de un Golpe de Estado Trujillo llegó al Poder, pero no pertenecía ni estaba legitimado por las familias sagradas, muchos de sus miembros habían viajado a París, Roma y Venecia, después del triunfo de la Restauración de donde trajeron los confetis y las serpentinas, realizando los bailes de carnaval en sus clubes y casinos con la elección de las reinas del carnaval.
Para acercarse a las “familias sagradas” Trujillo pasó a apoyar, legitimar e importantizar esos reinados, cuyos bailes estaban musicalizados por las mejores orquestas de la época. A nivel popular originalmente en la ciudad de Santo Domingo, las comparsas no tenían instrumentos musicales formales. La música de los diablos “cajuelos” era el sonido de sus cencerros, los cascabeles y sus vejigas. Posteriormente algunos personajes comenzaron a utilizar instrumentos musicales, como, por ejemplo, Califé la güira, los indios las tamboras y los negros de los Mina fututos y tambores.
En el interior del país había carnavales con música. En Cabral, Barahona, las Cachúas desfilaban al son de la mangulina, con el acordeón de Belí y su grupo, razón por lo cual, Fradique las bautizó “como los diablos danzantes de Cabral”. En Elías Piña, las “máscaras del diablo” salían acompañadas de grupos de Gagá, mientras en Fantino y San Cristóbal en el carnaval aparecían los Atabales, las Salves, los Pericos Ripiaos, y en San Pedro de Macorís, integraron a los Guloyas.
A pesar de esa música de carnavaleros, compositores, intérpretes y orquestan, después del 83, pasaron a aportar música para el carnaval, destacándose Marcos Caminero, Manuel Jiménez, Luís Días, Roldan Mármol, Xiomara, Fortuna, Kinito Méndez, Johnny Ventura, Diomedes, José Duluc, María Idalia, Sonia Silvestre, Stur, los Charros Merengueros y Peña Suazo, entre otros.
Inspirados en la música de los Guloyas, influenciados por la coreografía de los Kenton, en los barrios populares, gracias a Chachón, surgieron los Alí-Babá, que sin dudas hoy son la tendencia musical del carnaval dominicano, pero como himno musical, símbolo dominicano, está presente a nivel nacional el “Baile en la calle” de Luís Días, en la hermosa voz de Fernandito Villalona. Todos los amantes y apasionados del carnaval, hoy, “bailan de día y bailan de noche” para apoderarse y gozarse el carnaval…
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En este local eran celebrados los bailes de carnaval de la élite colonial.
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