Es harto sabido que los empresarios dominicanos suelen decir con mucha regularidad que dependen de la mano de obra haitiana para poder operar, incluso el mismo Hipólito Mejía dijo en una ocasión que sin haitianos no hay agricultura. En estas breves líneas intentaré analizar cómo llegamos hasta aquí.
En 1966 accede al poder el Dr. Balaguer, con una nueva estrategia de acumulación industrial urbana, basada en la industrialización de sustitución de importaciones y financiada por las exportaciones tradicionales (azúcar café, cacao y tabaco).
La propuesta partía, de lo que era la visión del desarrollo de la época, según la cual la agricultura, aunque se le dotara de riego e infraestructura necesaria, no tenía el potencial para generar empleos ni para solucionar los constreñimientos de divisas a largo plazo.
Por lo tanto, la alternativa estaba en la industrialización, la cual requería un nivel de protección y apoyo inicial, en la medida en que el proceso comenzaba con la industria ligera transformando materia prima e insumos importados, que eventualmente pasarían a producirse en el país.
Para ejecutar esta política se promulgó la ley 299 en 1968 de Incentivo Industrial que exoneraba de impuestos de importación a las materias primas e insumos que utilizaban las industrias de sustitución de importaciones, mientras se protegía el mercado doméstico a través de una elevada barrera arancelaria. Ello implicaba un subsidio directo al sector industrial que se expresaba en el no cobro de impuestos.
Además se les dio facilidad para tener acceso a las divisas del Banco Central, acceso a crédito y a tasa de interés subsidiada, una política agresiva de construcción en detrimento de otros rubros.
También hubo una demanda de mano de obra de baja calidad. El sector dinámico era la industria de sustitución de importaciones que operaba en condiciones excepcionales de rentabilidad y no sobrepasaba la fase de producción de bienes terminados de bajo contenido tecnológico, ello hacía que los niveles educativos de la mano de obra fueran mínimos y por lo tanto las necesidades de una mano de obra calificada y educada como precondición para su crecimiento fueran prácticamente inexistentes.
Este ha sido el modelo que ha pervivido hasta el día que combina mano de obra barata con facilidades estatales para los empresarios con subsidios, exenciones fiscales, etc. Ningún partido político ha podido renunciar a eso.
En la década de los ochenta hubo una especie de estancamiento de las economías en América Latina, ninguna economía creció y los economistas le llamaron la década perdida.
En la región se inició una especie de competencia de la pobreza porque debía atraerse inversión extranjera y República Dominicana presentó el modelo económico que hasta el momento le había resultado: facilidades fiscales y estatales para los inversionistas y mano de obra barata.
A partir de ahí se inició un negocio en donde el estado dejó de tener el monopolio que era la contratación de ilegales haitianos y se convirtió en un negocio que a los gobiernos se les fue de las manos y que seguiré ampliando la próxima semana.
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