El interés español por los bosques dominicanos no era casualidad. En otras colonias como Cuba y Puerto Rico la deforestación ya había alcanzado niveles alarmantes para la época, afectando la economía y el equilibrio ecológico. Aunque Santo Domingo conservaba grandes extensiones de bosques, ya mostraba signos de sobreexplotación.
Como señalamos en la entrega pasada, Fernando Layunta advirtió sobre la urgencia de una gestión sostenible para evitar repetir la historia de otras partes del Caribe. Su testimonio, más que un simple reporte, nos ayuda a entender cómo la explotación de los recursos forestales (y naturales) estuvo siempre ligada a los intereses económicos y políticos de la época, como veremos a continuación.
Ingenieros, monarquía y madera: enseñanzas del pasado sobre la deforestación
La presencia de Layunta en tierra dominicana fue además un indicador de que España también temía perder los bosques aquí, ya que nos había ocupado en ese año, después de la traición a la patria liderada por Pedro Santana. De ahí la importancia de estos acontecimientos para estas notas sobre cambios de los recursos forestales en República Dominicana.
Volviendo a la presentación de Raymundo González, Layunta, informa al monarca español sobre la conservación de los montes de la isla de Santo Domingo en 1861.
El capitán general de Cuba, Francisco Serrano[i], sabía que el breve tiempo de Layunta en Santo Domingo no fue suficiente para conocer los bosques y en carta del 1 de septiembre de 1861, habla de la disposición de mandar el único ingeniero forestal o de monte que tenía Cuba para visitar a Santo Domingo para tratar el asunto de los bosques con criterios de manejo:
… para la futura prosperidad del país y engrandecimiento de nuestra marina militar y merece por lo tanto fijar especialmente la atención del Gobierno supremo. Yo por mi parte y mientras que el Gobierno de Su Majestad con sus mayores medios adopta las medidas convenientes para la exploración y aprovechamiento, de los inmensos bosques, la mayor parte vírgenes, de aquella Antilla, he dispuesto que el único ingeniero de montes que ecsiste(sic!) en esta Ysla (sic!), asignado al departamento que de Cuba se traslade en Comisión a Santo Domingo con el objeto de practicar algunos trabajos relativos a su profesión que puedan servir de base a otros que en mayor escala se practicarán sin duda en lo sucesivo[ii].
Miguel Jordean Reyes (2006:18), en su tesis doctoral sobre La Deforestación de la isla de Cuba durante la dominación española entre 1492 a 1898, escribe que la corona, cuando formó los primeros ingenieros de montes (1853), y de inmediato envió algunos de ellos a prestar servicios a Cuba y Puerto Rico: “… la preocupación por el estado forestal de la isla hace que el director de la Escuela de Montes enviara tres brigadas de ingenieros a Cuba para organizar en ella la administración forestal” (ttps://oa.upm.es/436/1/Miguel Jordán Reyes.pdf).
José Luis González Escrig (1936), biólogo, autor de innumerables estudios sobre ingeniería de montes, en Estudios Botánicos españoles durante el siglo XIX en la Isla de Cuba, dice que “Al crearse el Servicio de Monte en Cuba y Puerto Rico el 19 de octubre de 1853 fueron enviados a la isla los primeros ingenieros de Montes” graduado en España en 1852 y citando a uno de los ingenieros de más formación en silvicultura en la península ibérica, Miguel Bosch y Juliá, quien plantea en su trabajo Rápida ojeada sobre el estado de los montes de Canarias, Puerto Rico, Cuba y Filipinas (1868), que ya se habían agotado los bosques cubanos. La cita de seis puntos hecha por González Escrig de Bosch y Juliá, vale la pena conocerse, aunque no haga referencia a Santo Domingo, porque no tiene desperdicio, por los alcances y su actualidad para Dominicana a más de 150 años de su publicación:
1.Que los montes de Puerto Rico y Cuba se encuentran a corta diferencia en el mismo mal estado que los de los archipiélagos de Canarias y de la península.
2.Que las causas que han ocasionado la ruina de los montes de las Antillas son la falta de respeto de la propiedad (…).
3.Que el gobierno desde que existen Ingenieros del ramo ha reconocido los buenos servicios que podrían prestar el personal facultativo en las Antillas, y la necesidad de someter los montes de las colonias a un régimen administrativo racional.
- Que sería la mayor injusticia por parte del gobierno para con nuestros hermanos de América, negarles los medios de beneficiar con inteligencia los montes que sean necesarios para proteger la agricultura, satisfacer las necesidades de la marina y moderar los rigores del clima.
- Que para conseguir estos objetivos hay que someter a los montes al mismo régimen de las Canarias y la península.
- Que no es de esperar que si los proyectos de ordenanzas de Montes formados en Cuba y Puerto Rico, después de bien estudiadas las condiciones locales, como se ha hecho, llegan a merecer la aprobación del gobierno de S.M., sea falseada su aplicación por la clase pudiente, como de una manera gratuita se ha supuesto. Atentarán contra ellas, aunque no impunemente, los que teniendo por su único Dios, no reparan en los medios de conseguirlo. Tales miserables, por desgracia abundan por todas partes. ¿Cómo no encontrarlos en las Antillas?…(file:///C:/Users/pjtav/OneDrive/Escritorio/DialnetEstudiosBotanicosEspanolesDuranteElSigloXIXEnLaIsl-2327027%20(2).pdf. Negritas, PT
Desafortunadamente los equipos de ingenieros de montes (forestales) no lograron sus objetivos de manejar el bosque cubano como lo pensaban científicos españoles al servicio de la monarquía como Ramón de La Sagra[iii] , Miguel Bosch y Juliá[iv] Miguel Rodríguez Ferrer [v] y otros cubanos de tanto valor como estos, quienes advertían del desmonte y citan a los mismos deforestadores de la época, cuando decían que no había leña ni árboles en sus propiedades para satisfacer las necesidades energéticas de las industrias azucareras, como escribió Fraginals (1979:74)[vi] que un experto azucarero de la época dijo: “ espanta la necesidad de leña de un ingenio”. Al tiempo que se preguntaba el azucarero: “¿Y dónde hay montes que basten?”.
Salvo algunos terrenos realengos fuera de las propiedades privadas, se conservaban bajo la voluntad de la corona, lo que significó la necesidad de manejo del bosque por ser “un asunto de tanta importancia” para la monarquía. De ahí el interés de investigar cómo estaban los bosques en Santo Domingo en 1861, ya que sin éstos se reduciría la industria naval española, que había sido una de las mejores del mundo y que todavía hacia todo tipo de embarcación con la madera como principal materia prima.
En realidad, era el bosque de galería el que estaba “mermado” o amenazado en Santo Domingo, como lo establecen nuestros principales historiadores para la segunda mitad del siglo XIX; por ejemplo, Roberto Cassá, en su Historia Social y Económica de Santo Domingo (2024), nos habla de que los cortes de madera preciosa se habían agotado finalizando la década de 1850 y las posteriores, después de haber sido el sostén de nuestra economía anterior, durante y después de la separación de Haití.
Refiriéndose a los cortes de madera, sobre todo la caoba, principalmente en los bosques de galerías de los principales ríos de los llanos costeros del Sur (Baní, Azua), el profesor Cassá aclara que el Cibao “tomó el relevo”; reseña a todo el llano costero norte desde Montecristi a Puerto Plata, pero allí también los cortes duraron poco como renglón económico importante de las últimas décadas del siglo XIX[vii].
Aunque el tema de los bosques de Cuba no es de esta entrega, cabe adelantar que allí se produjeron grandes discusiones para todo el siglo, entre los deforestadores, que decían que había bosques inagotables; y los que señalaban que no era sostenible el desmonte para sustentar los cultivos agrícolas, las industrias, las vías férreas y toda máquina de vapor que usaba leña.
Figuras excepcionales como Ramón de la Sagra, español al servicio del rey, es decir “monárquico” en la primera mitad de siglo XIX; y José Martí, apóstol y libertador, al final del siglo, aparecen con escritos vigentes en pleno siglo XXI en defensa del bosque como presentaremos en próximas entregas.
En definitiva, la transformación de los bosques de Santo Domingo no fue solo una consecuencia del dominio colonial, sino también parte de un fenómeno global de expansión económica y deterioro ambiental. La historia de estos bosques nos recuerda que las decisiones de aquellos tiempos siguen resonando en la actualidad, marcando el destino de nuestros recursos forestales.
[i] El capitán general de Cuba, Francisco Serrano, envía el informe del encargado del Jardín Botánico de Santo Domingo (¡sic!), Fernando Layunta, sobre la gran riqueza forestal de la isla. Parece ser un error, porque Santo Domingo, para la época del 1861, no tenía Jardín Botánico, aunque estuviera en los planes coloniales, como sucedió con Puerto Rico y las islas Filipinas. Se refiere al Jardín Botánico de la Habana. Ver Portal de Archivos Españoles (PARES)
[ii] González, Raymundo. 2021. «Informe Del Señor Fernando Layunta, Dando Cuenta Al Gobierno De Su Majestad Acerca De La arborización De Los Montes De La Isla De Santo Domingo». Revista ECOSUASD 28 (21):119-21. https://doi.org/10.51274/ecos.v28i21.pp119-121.
[iii] Sociólogo, economista, botánico, geógrafos, político socialista utópico, anarquista español que vivió en 1798-1871. Estuvo al servicio del rey de España, llegando a ser Botánico del Rey. Autor de decenas de libros, entre ellos la Historia física, política y natural de la isla de Cuba, publicada en trece volúmenes entre 1831 y 1857.
[iv] Prominente Ingeniero de Montes, médico, profesor, formador de los primeros ingenieros de montes de España, vivió 1818-1879.
[v] 1815-1889, prominente sabio español que visitó a Cuba y dejó un informe que es considerado un tratado pionero sobre ese país, con el título: Naturaleza y Civilización de la Grandiosa Isla de Cuba, fue editada en dos volúmenes en 1876-1877 y trata sobre los recursos naturales, sociedad, economía y la antropología de la isla.
[vi] Fraginals, M. (1979). El Ingenio. El complejo económico social cubano del azúcar 1760-1860. Tomo I. Edición Dominicana. Editora “Futuro”, Santo Domingo.
[vii] Cassá, R. (2023) Historia social y económica de la República Dominicana. Tomo II, edición corregida y ampliada, Universidad Autónoma de Santo Domingo.