Raymond Marrero (Santiago, 1966) es un obrero de la luz y un artista del lente. Su travesía en las artes, que comenzó en su ciudad natal, traza una senda de permanencia en un tiempo que trasciende el mero conteo de los días.Imagen-de-WhatsApp-2025-04-24-a-las-21.40.19_64f2669e-728x495

Forma parte del Grupo Fotográfico de Santiago (GRUFOS), Foto Comunity, el Grupo Tribu D’Arte (Brasil), y está vinculado a Casa de Arte, Inc., así como al Festival Internacional de Cultura ArteVivo.

Conocido en Santiago simplemente como Marrero, ha llevado su obra a rincones del mundo como Alemania, Bulgaria, Brasil, Venezuela, Cuba y Haití. Es un explorador de perspectivas, un encantador de instantes fugaces.Imagen-de-WhatsApp-2025-04-24-a-las-21.40.19_fbc3d0fd-728x530

Vive, sueña y se desdobla en la fotografía, que para él es tanto medio como fin. Su mirada se posa sobre tradiciones, rostros y acontecimientos, capturándolos con una sensibilidad única. En Santiago, cuna de una rica tradición fotográfica que se remonta a finales del siglo XIX —donde una devoción por la cultura europea se tradujo a las tierras del Cibao—, Marrero se inscribe en una herencia de lentes que han sabido retratar la esencia y explorar lenguajes. Genuino alumno de Natalio Puras (Apeco), de Domingo Batista —bebiendo de las fuentes de un ya lejano “Jueves 68”— y de Wifredo García, Marrero traduce al presente las exploraciones de Marcel Morel.

En cierto modo, tanto el formato, la técnica del blanco y negro así como la agresividad del lente, es un silente homenaje al colectivo que marcó un hito en la historia de la fotografía dominicana, Jueves 68.

Francia, anhelo y destino, representa un punto luminoso en el mapa de los sueños de todo artista. Hoy, ese sueño se materializa al ser parte de una muestra colectiva en el Carrousel du Louvre, en París.

Con su cámara en mano, Marrero recorrió las calles y avenidas de la ciudad, aprovechando la luz parisina. Mientras él descubría París, la ciudad le revelaba sus secretos: edificios que se alzan en contraste con el negro del asfalto, atravesados por un destello de luz en el centro; la moda que seduce desde los escaparates; transeúntes anónimos cuya cotidianidad se transforma en fragmentos eternos de memoria. Entre ellos, Ayleen Cruceta emerge como una protagonista silenciosa, tejida en el corazón de esta colección de obras, sin saberlo, como compañera de su paseo.Imagen-de-WhatsApp-2025-04-24-a-las-21.40.17_4b68ccc1-728x553

El arte “Hecho en París” adquiere en Marrero una nueva dimensión. No se trata solo de jugar con los lentes o de apoyarse en las formas arquitectónicas. La Torre Eiffel mostrándonos que aún quedan miradas por sorprender. En su lenguaje en blanco y negro encuentra un alfabeto múltiple que destila elegancia y permanencia, que seduce y hechiza.

La experiencia de los museos, las cámaras que capturan el asalto a la intimidad de La Gioconda, o el paseo que se aleja —nunca por última vez— sobre las aguas del Sena, evocan un París eterno en sus aguas, como las que contienen a un Apolo que en su carro parece condenado a cabalgar hacia el mismo lugar.

Hecho en París no es solo un título: es Marrero transformado por la ciudad, un creador caribeño que regresa al Cibao tocado por el asombro de la cuna del arte.

¡Bienvenue dans la France de Marrero!

* Este texto sirvió de presentación en la apertura y catálogo de la muestra individual del fotógrafo santiaguero, montada en la sala Luis Veras Lozano de la Alianza Francesa de Santiago.

Luis Córdova

Crítico de arte

Conozco la fórmula de engordar sin casi comer. Gozo de paz sin hacer yoga. Vivo en el lugar donde nací. Confío en el prójimo -y he sobrevivido-. Disfruto del arte e incurro en la reiterada ingenuidad de votar en las elecciones. Insisto en ser gestor cultural y narrador. Escribo crónicas sobre artes visuales y he sido docente a nivel de grado y maestría en varias universidades.

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