María Trinidad Sánchez sentía el peso de la historia en sus manos. Aquella mañana, mientras el sol comenzaba a pintar el cielo de tonos dorados, Rosa había llegado con un mensaje de Juan Pablo. En sus manos sostenía los lemas y emblemas que darían vida a la bandera de la patria. María Trinidad no pudo contener las lágrimas. Sus manos temblaban, no por miedo, sino por la emoción de ser parte de algo tan grande. Pronto llegarían Concepción y las demás compañeras, y juntas tejerían no solo una bandera, sino el alma de una nación.

Con hilo y aguja en mano, María Trinidad y sus compañeras comenzaron a coser. Cada puntada era un acto de fe, un compromiso con la libertad que tanto anhelaban. La bandera no era solo un pedazo de tela; era el símbolo de su lucha, de su esperanza, de su identidad. Mientras trabajaba, imaginaba cómo ondearía en los balcones, cómo inspiraría a los hombres y mujeres de su tierra a luchar por lo que era justo. "Una patria sin bandera es como una primavera sin flores", pensó. Y ella, junto a sus compañeras, estaba dando vida a esa primavera.

Pero los tiempos cambiaron. La gloria de la independencia pronto se vio ensombrecida por la traición y la ambición. María Trinidad, que había dedicado su vida a la causa, se encontró frente a un dilema mortal. Los nuevos gobernantes, aquellos que habían usurpado el poder, le ofrecieron una salida: delatar a sus compañeros a cambio de su vida. Pero ella no era una traidora. Jamás lo sería.

"¡No!", gritó con firmeza, mientras caminaba hacia el patíbulo. Sus pasos resonaban en las calles que tanto amaba, las mismas que habían sido testigos de su lucha y su sacrificio. "No he llegado hasta aquí para terminar como una cobarde. Mi sangre no es de traición, sino de libertad". Sabía que su muerte sería efímera, pero su legado sería eterno. Aquellos que ahora reían, que se creían dueños del poder, serían olvidados. Ella, en cambio, viviría en la memoria de la patria.

Mientras subía al cadalso, recordó aquella mañana en que se había izado la bandera que tejió junto a Concepción y otras mujeres de la naciente patria. Ahora, esa misma bandera ondeaba en lo alto, testigo silencioso de su sacrificio. "Que se haga tu voluntad, oh, Dios, y que se salve la República", murmuró, antes de que el silencio la envolviera. María Trinidad Sánchez no murió ese día; se convirtió en leyenda, en un símbolo de resistencia y honor que perduraría más allá del tiempo.

César Cuello Nieto

Académico

Gestión de proyectos de investigacion científica y tecnológica; gestión de proyectos de desarrollo sostenible y socioambientales; educación ambiental; diagnósticos socioeconómicos y ambientales; estudio social de la ciencia y la tecnología; capacitación de grupos locales en diseño, administración y evaluación de proyectos; liderazgo y metodologías participativas; planificación estratégica y operativa; evaluación de impacto social y ambiental de políticas, programas y proyectos; transferencia de tecnología; políticas ambientales; evaluación y monitoreo de proyectos de desarrollo y ambientales; legislación ambiental; docencia universitaria; administración académica; diseño y ejecución de planes y programas educativos; asesoría de tesis; metodología y técnicas de investigación científica; gestión de la investigación; ética (ética, ciencia y tecnología; ética medioambiental; ética profesional; ética en los negocios; bioética); evaluación de programas académicos e instituciones de educación superior.

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