En la cultura intelectual se habla de los conceptos médicos como cosas que no han atravesado procesos históricos. Ellos aluden que lo real anuncia una mirada, a través de un especial semblante, bajo el parámetro de la causalidad, la predicción y la redención por medio de la medición, en el que  lo repetible se define como ciencia. La verificación de los conceptos como real se contiene asumiendo que los múltiples predicados tienen la posibilidad de ser parte del orden de lo real.

En este contexto, la medicina es ese otro que se sostuvo en el saber moderno , el cual se montó en ese escaparate del positivismo, al asumir que lo universal y la biomedicina representan a hombres que ponen los pies sobre la tierra sostenido en una ciencia práctica.

El cuerpo histórico es una conceptualización que se quedó como Aquiles el de los pies ligeros, el cual fue traicionado por su talón, con una flecha envenenada. Fue un galán llamado Paris, el que disparó para llevarse a la mujer, por la que quemó a Troya. Esa evocación real del goce es la que perfora, agujerea, quema y mata, ya que forma parte de lo que ocupa, a la gente masculina, para ser verosímil el malestar de la civilización y de las pulsiones patológicas con las que son juzgadas las mujeres.

Las ciencias médicas en su búsqueda de desear y conservar la objetividad han dejado de lado, al sujeto femenino. El diálogo médico desde la construcción de su ciencia ha señalado el cuerpo femenino   como una humanidad que está del lado del no todo, es decir que los cuerpos de las mujeres debían ser analizados desde una peregrinación donde se controla el cuerpo, a través de tener poder sobre su útero y considerar que la reproducción es su único destino.

La base del saber moderno es controlar el cuerpo /útero de las mujeres. Eso no cambió, a través de la historia médica. En el pasado medieval, lo consideraban el lugar de la rabia, el castigo, la mala salud, un lugar misterioso, la base de la locura femenina, la procreación,  y de la parálisis, así como también lo consideraron un canal de tensión social por ser un “animal dentro de un animal”.

Esta visión no solo la sostenían los médicos, teólogos, también en los filósofos encontramos estas narrativas sobre el útero, por ejemplo Platón sostenía en el diálogo de “Timeo” que el útero era un ser viviente que se sentía rabioso y mosqueado cuando no cumple con la reproducción. En ese mismo texto habla de los impulsos sexuales desmedidos de las mujeres.

Ellas eran la poseedora de un útero que erraba por todo el cuerpo. Esto lo hizo reflexionar sobre la salud de las mujeres. El cuerpo femenino es un territorio bajo una fortísima  tensión uterina que origina sus enfermedades. De acuerdo con Platón el útero es un migrante ilegal.  La animalidad e inferioridad de las mujeres se define por esa causa mayor.

El texto de Platón es claro, el útero es una identidad que funciona  independiente y tiene un carácter libertario. El razonamiento del filósofo  se basa en el supuesto que el útero quiere ser fertilizado. Por tal razón, si no logra su cometido, el útero descontrola a las mujeres.

La terapéutica médica fue prescribir relaciones sexuales para aliviar las enfermedades de las mujeres, a razón del loco útero. En el siglo XIX se asumió la histeria como una patología, cuya base se encontraba en la sexualidad.

El libertario útero, si no cumple su propósito, descarrila a las mujeres.  Ese malestar del sujeto femenino, a causa del “útero errante” o independiente, señala la  hostilidad con lo femenino.

La misoginia política contra las mujeres se sostuvo en el acorralamiento de situar su dependencia con la biología o naturaleza y al hombre con su hacer en el marco de lo cultural. La medicina no ha cambiado del todo en la modernidad. Sigue señalando que el útero es para las mujeres una instancia esencial para definir muchas de las enfermedades femeninas, tanto en el plano psíquico, como físico.

La vieja propaganda política de Platón, no ha desaparecido.  El útero no es pertenencia, sino más bien un malestar que sujeta al ser femenino en su biología. La menstruación es vista todavía como un elemento de limpieza y por ende el endometrio debe salir cada mes arrastrando y limpiando el útero por la falta de la fertilización.

Los aspectos de la biología determinan a las mujeres en su causa social y política. Los hombres son siempre vistos como un sujeto cultural y su biología sometida, por el principio de pertenencia y del ser.  En cambio, las mujeres quedaron como Otro.

Las mujeres demandan el derecho a elegir sobre su útero. La prohibición sobre el derecho al aborto es todavía, parte de una política misógina que viene desde los griegos. En la biopolítica de los cuerpos femeninos, el Estado traduce la metáfora paterna sobre el deseo de la madre.

La política tomada desde el Estado dominicano con las nacionales haitianas que están en condiciones de parto es una tensión extrema. Ellos siguen manejando la perspectiva del útero errante. El Estado dominicano asume que las parturientas no tienen derechos civiles ni son ciudadanas dominicanas, por tales misterios no pueden  parir en el territorio. Se alude a  su condición jurídica, la de ser “ilegales”. Pero le falta otra línea de reflexión que se maneja en estado latente. Su útero fértil es una provocación, por eso la arrojan fuera del contrato social. Los úteros de las nacionales haitianas se consideran incontrolables. La metáfora de los  úteros errantes se revela en su cuerpo como entidades caprichosas, cuya sintomatología son embarazos deseosos y desobedientes.

El Estado bajo el estandarte de la misoginia platónica actúa sobre el cuerpo de las parturientas haitianas, sin importar los naufragios de dolor y llanto que desencadenan muertes.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

Ver más