Con el título de este articulo el Dr. Christopher Kerr, médico internista y neurólogo acaba de publicar un libro producto de sus investigaciones sobre este tema. El Dr. Kerr es Director médico del Hospital para enfermos terminales de Buffallo, USA. El tópico de estas investigaciones se concentra en el tema de los sueños de las personas en el final de la vida, sobre todo cuando se encuentran ante una enfermedad terminal.
Realmente los sueños han generado gran interés desde la antigüedad.
En la Biblia, tanto el Viejo como el Nuevo Testamento, está lleno de mensajes, consejos y avisos de Dios utilizando el correo de los sueños. En otras culturas orientales y en poblaciones indígenas hay muchos testimonios sobre el tema.
Relativamente reciente la revolución que desato Sigmund Freud en Psiquiatría psicodinámica con el estudio del inconsciente se utilizan los sueños del paciente para descubrir las fuerzas ocultas que sirven de base a muchos comportamientos tanto normales como patológicos. El psicoanálisis freudiano y el Análisis de Jung abrieron un campo nuevo tanto en Psicología Clínica como en Psiquiatría.
Lo que el Dr. Kerr estudia y expone magistralmente en muchos casos que cita en su libro son los sueños de cientos de pacientes terminales estudiados por el, que le llevan a sacar conclusiones sumamente interesantes, logrando que sus pacientes le cuenten los sueños que están teniendo en la recta final de la existencia humana que están viviendo.
Voy a exponer luego de la lectura del libro algunos extractos representativos de la relación que tienen esos sueños con las experiencias vividas con personas significativas tanto fallecidas y del lejano pasado como con personas vivas actualmente.
Las personas que están cerca de la muerte o a punto de morir suelen emprender una travesía llena de esperanza en la que vuelven a encontrar el abrazo de quienes dieron sentido a su vida en el pasado mientras que quienes les han hecho daño se alejan. En esa hora la balanza se inclina del lado del amor y del perdón.
Durante la profunda revolución que el proceso de morir hace posible, los pacientes se vuelven a vincular con aquellos que amaron y perdieron, que lloraron pero que no olvidaron. Reviven la condición incondicional de la familia y de los vínculos familiares, y encuentran una alternativa a ese mundo exterior con cuyas exigencias arbitrarias en vano intentaron cumplir. Los pacientes se ven a menudo más jóvenes, sanos y rejuvenecidos en sus sueños mientras paradójicamente reconocen su verdadero ser como nunca antes.
Parecen experiencias más vividas que imaginadas. Debido a su carácter atípico los sueños finales se presentan menos abiertos a la clase de interpretación aplicada a los sueños regulares.
Contienen menos simbolismo, menos abstracción, menos significados ocultos o subyacentes. Los diálogos entre el soñador y quienes pueblan sus sueños son escasos, pero en cambio los sentimientos son profundos y la comprensión también.
Morir es mucho más que algo físico, y morir con dignidad, tal como vivir con dignidad, es tanto más un proceso espiritual que biomédico.
Los sueños y las visiones finales abren un camino hacia la paz sin importar si son interpretados. Por lo visto existe algo así como una justicia final, puesto que durante los últimos momentos están excluidos quienes nos han causado daños e invitados aquellos que más nos han sustentado y amado. Talvez el círculo, al cerrarse, propaga una restauración al retorno a los mejores momentos de la vida.
Después de todo la familia es nuestra primera Iglesia, y los principios de fe, de amor y el perdón son los temas centrales de los sueños y las visiones que sobrevienen en los momentos últimos. En esos sueños lo que importa no es lo que se ve, sino lo que se siente. El morir nos reúne con aquellos que nos amaron desde el principio, aquellos que perdimos en el camino y regresan a nosotros al final.
La teóloga y psicoterapeuta Monika Rentz se refiere a esta experiencia espiritual de vinculación como una conexión eléctrica entre el yo y el otro. Es un fenómeno que ocurre, explica, en la región fronteriza o espacio liminal que se abre entre el cuerpo y la mente, la conciencia y el inconsciente en el momento de la muerte. Está claro que la travesía simboliza la muerte, pero su resultado evoca la unión, la luz y la vida.