Curioso que tantas cosas diferentes estén causadas por un fenómeno que los economistas llaman demanda agregada. Dicho de forma no-economista es la totalidad de todos los productos y servicios, supuestamente en el seno de una sociedad, que estamos dispuestos a pagar, todos, a un precio determinado. Si el precio de algunas o de todas las cosas y actividades que se ofertan suben o bajan, variará el volumen de demanda, hasta cierto punto. Pues eso, que parece conjuro esotérico, falló en el 1929 y junto a algo tan subjetivo como el pánico bancario (subjetivo, pero bien objetivo en sus resultados), derrumbó el valor de las acciones de las bolsas de valores en todo el mundo llevando a la humanidad a una crisis terrible. Volúmenes inmensos de deuda quedaron si poder pagarse y el desempleo creció brutalmente desestabilizando la vida política y social en la mayor parte de las sociedades.

Comencemos con nuestro país. Esa crisis del 1929 nos encontró en medio de una crisis política generada por la actitud despótica de Horacio Vásquez que se mantuvo en el gobierno más allá del límite para el cual había sido electo en 1924 (en una elecciones turbias bajo el control de la dictadura militar norteamericana) que era de 4 años. En el seno de dicho gobierno ilegítimo empollaba la bestia de Trujillo que ya tenía el control militar del país y maniobraba para alcanzar el poder político y el económico del país. Sería el gobernante más criminal y ladrón de la historia dominicana.

La crisis del 29 impulsó el derrocamiento de Vásquez y la celebración de elecciones en el 1930 con Trujillo como candidato único y derramando sangre desde San José de la Matas hasta Santo Domingo. La sociedad dominicana fue de las grandes perdedoras de la caída de las bolsas que se conoció como la Gran Depresión.

Otra gran derrota, ya no solo de una sociedad sino de la humanidad, ocurrió en Alemania, cuando las brutales condiciones impuestas a los derrotados al final de la Primera Guerra Mundial, sumado a la crisis del 1929, facilitaron el ascenso de un sociópata al poder: Adolfo Hitler. El 30 de enero del 1933 el presidente Paul von Hindenburg lo nombró canciller. Las decenas de millones de muertes provocadas por ese nombramiento todavía tienen impacto hoy día cuando la extrema derecha en todo el mundo lo sigue teniendo como un referente ideológico.

Dos países tuvieron en cambio giros beneficiosos al desestabilizar la crisis del 1929 a sus dictaduras. La dictadura de Primo de Rivera que cayó el 28 de enero del 1930, sumado al fin de la monarquía borbónica el 14 de abril del 1931, abrió las puertas a la Segunda República Española. Y en Cuba el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado el 12 de agosto del 1933 abrió las puertas a la democracia hasta el golpe de Estado del 10 de marzo del 1952 ejecutado por Fulgencio Bautista, quien fue líder militar del golpe contra Machado.

La Segunda República Española se mantuvo en medio de graves crisis internas y con los conflictos entre las fuerzas políticas que participaban en la vida pública. Eran demasiadas las deudas económicas y sociales acumuladas por siglos de despotismo que afectaba a la inmensa mayoría de los españoles, sobre todo en las zonas rurales y los obreros de las grandes urbes, y la deriva europea hacia el fascismo y las dictaduras arrastró a toda España, a partir del golpe de Estado franquista de julio del 1936, a un genocidio de cerca de 800 mil españoles y españolas y las subsiguientes décadas de miseria que expulsó a decenas de miles de sus ciudadanos a otras latitudes.

El liderazgo del derrocamiento de Machado en Cuba: Batista, Grau San Martín, Prio Socarrás, entre otros, forjó una democracia que tras la Constitución del 1940 pudo celebrar tres elecciones. Su gran debilidad fue la corrupción y el gansterismo político que sembró de cadáveres las calles de las ciudades, incluso posterior al golpe de Batista del 1952.

La experiencia democrática cubana fue mucho más extensa que la española. La tiranía de Franco duró hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975, el caso cubano es dramático porque con el derrocamiento de Batista el 1 de enero del 1959 el nuevo liderazgo cubano no avanzó hacia formas democráticas (en parte, es indudable, por la hostilidad de Estados Unidos) y hasta el presente sigue siendo una tiranía, apagada, como símbolo de su incapacidad de impulsar el desarrollo económico de su pueblo, pero también sin el carisma que tenía Fidel Castro.

La democracia dominicana, que tuvo un momento brillante con las elecciones del 20 de diciembre del 1962, a menos de dos años del ajusticiamiento de Trujillo, fue destrozada por la oligarquía dominicana, las posturas reaccionarias de parte de las clases medias y sectores eclesiásticos (que no estuvieron a la altura de la Carta Pastoral de enero del 1960) y el interés del Departamento de Estado de Estados Unidos de tener gobiernos sumisos a sus intereses en la región. La semilla de nuestra democracia tuvo su origen precisamente en el liderazgo estudiantil que derrocó a Machado, pero esa es una historia que ya he contado en esta columna.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

Ver más