El aprendizaje es un proceso complejo que requiere un cerebro activo. De igual modo, demanda voluntad direccionada y atención focalizada. Desde esta perspectiva, el aprendizaje precisa de condiciones personales, institucionales y contextuales adecuadas para que pueda producirse. Se invierten muchos recursos para que las personas aprendan. Esta política de impulso a los aprendizajes que implica a las familias, al Estado y a la sociedad es pertinente e imprescindible. Pero, no solo las personas necesitan la adquisición de aprendizajes; también las organizaciones aprenden.
La sociedad dominicana cuenta con organizaciones sociales y comunitarias que muestran aprendizajes exitosos. Otras parece que se resisten a los procesos de aprendizaje. Se evidencia esta poca apertura a nuevos aprendizajes en el uso persistente de estrategias obsoletas, que no responden a los tiempos actuales; y en que las prácticas y el discurso no reflejan innovación ni adaptabilidad a los cambios científicos, tecnológicos y culturales. Son organizaciones que han determinado bloquear, por sí mismas, el desarrollo de una cultura de aprendizaje organizacional. Son organizaciones con una cohesión interna fracturada, que se habitúan a la dispersión y a la toma de decisiones con déficit de calidad y de oportunidad.
Las organizaciones que se resisten a los aprendizajes tienen la originalidad de convertir a sus afiliados en instrumentos de sus concepciones y decisiones. Les secuestran la voz y las posibilidades de construir conocimientos que les despierte la conciencia y les active la capacidad de pensar. Asimismo, les reducen la libertad y la creatividad. Son organizaciones que desnaturalizan sus finalidades y su compromiso con la sociedad en la que habitan. Son organizaciones que construyen su propia tumba, al convertirse en empresas cuyo poder se utiliza para violentar derechos, subvertir la institucionalidad y bloquear el desarrollo integral de las personas.
Por otra parte, las organizaciones que aprenden muestran apertura a las situaciones cambiantes, renuevan sus ideas y su visión para hacer avanzar los procesos y las acciones de su entidad. Cuidan su identidad y su filosofía propia, lo que les impide actuar en función de lo que tenga en proyecto el partido político con mayor fuerza en la organización. Asimismo, las organizaciones que aprenden le ponen atención a las decisiones que toman, para que los procesos y resultados que deriven de estas, además de coherentes, sean pertinentes y oportunos. Las organizaciones que aprenden analizan su práctica para reinventarla. Esta reinvención les aporta referentes para mejorar sus decisiones y su saber hacer.
El aprendizaje organizacional es tarea y desafío permanentes. Por ello, es el tiempo adecuado para que la organización magisterial estudie, pondere y decida qué destino prefiere desde el punto de vista organizacional. La acumulación de rechazos y de aislamiento drena el poder político, económico y educativo de cualquier organización. Quizás lo mejor sería abrirse al aprendizaje organizacional polivalente que le permita escrutarse a sí misma; y recomponer los retazos de sentido común y de bien colectivo que exhibe. Los avances científicos, tecnológicos; y de definición y reconocimiento de derechos no pactan con prácticas que recortan esos derechos y utilizan a menores como escudo para las reivindicaciones.
Reafirmamos la importancia de la organización de los trabajadores, de los educadores, de todas las personas, profesionales y académicos que lo decidan. Pero, consideramos que la organización que sea no puede abusar de la Ley que la ampara. Mucho menos debe crear pavor en el Ministerio al que impacta con su actuación. La sociedad en su conjunto, las instituciones educativas de educación superior y de pregrado y las familias han de contribuir para cambiar la modalidad de protesta que está institucionalizada en el sector educación. De la misma forma, las organizaciones sociales que actúan con una conciencia crítica y reflexiva, así como las entidades eclesiales, las Academias y los ciudadanos no organizados, han de aportarles luces y estrategias nuevas a las organizaciones que se debilitan por la rutina y los efectos de la involución.
La educación, en cualquier lugar del mundo, ha de ser signo y espacio de esperanza; una esperanza dinámica y crítico-reflexiva. Nuestro país necesita reconstruir la esperanza educativa. Las organizaciones decididas a una apertura progresiva a nuevos aprendizajes son claves para contrarrestar los brotes de violación sistemática a los derechos de las personas y de las instituciones. Urge un trabajo conjunto para avanzar en esta dirección.
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