Con Gaza en el corazón.
Por el fin del genocidio del pueblo palestino
La importancia de mirar con intencionalidad refleja múltiples capacidades. Ver, mirar, no es un acto simple, sino el reflejo del procesamiento de nuestras capacidades ejecutivas superiores.
El reflejo de la inteligencia es la mirada intencionada; es el receptor de toda la información del exterior y de cómo la procesamos: cuáles son relevantes y cuáles no lo son y, por tanto, son obviadas.
El procesamiento ocular es tan fundamental que en muchas exploraciones clínicas es un signo clave para el médico que examina. Existen estados de agitación, los denominados enajenados o crisis de agitación, donde la mirada perdida, disociada de la realidad, es un signo clínico esencial.
En la pintura, a lo largo de las épocas, la expresión de la mirada es el todo de la compasión, donde se expresan emociones y muchas cosas más.
Es tan relevante este signo que, cuando hay cuadros de ruptura o de pensamiento alterado, muchos tipos de miradas (las evitativas, aquellas que rechazan el contacto con el otro) se convierten en síntomas tan fundamentales que en la mayoría de las historias clínicas, sobre todo en Neurología y Psiquiatría, se reflejan como una información más valiosa de lo que se podría imaginar.
La intencionalidad de la mirada, como decía Oliver Sacks, es fundamental para lo que estudiamos: la conducta, sobre todo la conducta patológica. Es el reflejo del miedo, de la ira, de la confusión, del odio… Todos los sentimientos, hasta el no pensamiento, se reflejan en la mirada.
Lo que llamo “la mirada vacía” es tan impactante que verla siempre conmueve. Esta mirada sin intencionalidad se presenta, sobre todo, en el deterioro cognitivo avanzado, en la demencia: es el signo común de estas enfermedades. La mirada vacía refleja el deterioro de las capacidades, el deterioro del Yo, de la identidad, de la capacidad de interpretar el mundo.
En casos de tristeza profunda y apatía emocional grave, el mutismo también se acompaña de una mirada vacía.
La mirada es el sentido que nos permite ver el mundo con más compasión, sin indiferencia. Es fundamental para observar lo que sucede: la desigualdad que nos acompaña, las guerras que nos destruyen. Miremos y tomemos partido por lo que vemos; no seamos indiferentes al dolor, ni a la injusticia. Veamos al otro no como invasor, sino como persona. Démosle la dignidad y el respeto que se merece. Pensemos que con solo una mirada se puede ver un mundo y tratar de comprenderlo, aunque a veces, como ahora, lo más importante es que tu mirada no sea indiferente ante lo que sucede.
“Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente”, canta León Gieco,
“es un monstruo grande y pisa fuerte. Solo le pido a Dios…”
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