Estoy seguro que al cumplirse la fecha de lo ocurrido el 11 de septiembre del 2001 muy pocas personas recordaron lo ocurrido el 11 de septiembre del 1973, el golpe de Estado al Gobierno del presidente Salvador Allende.

48 años hacen de ese vergonzoso acto de barbarie contra un pueblo que presenció la inmolación de su presidente que enfrentó las hordas criminales de las lacayas fuerzas armadas chilenas hasta que fuese acribillado como prometió en su penúltimo discurso: “No daré un paso atrás, y que lo sepan: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera. No tengo otra alternativa, solo acribillándome a balazos podrán impedir mi voluntad de querer cumplir el programa del pueblo”.

Luego del asalto a la Moneda, las huestes asesinas comandadas por el genocida Augusto Pinochet iniciaron una persecución contra toda persona considerada por ellos como liberal de izquierda o comunista y así fueron apresados miles de ciudadanos chilenos, miles de ellos torturados y miles asesinados en una orgía de sangre que conmovió al mundo civilizado.

Tres años antes, el 15 de septiembre del 1970, Richard Nixon, para entonces presidente de los Estados Unidos de América, le ordenó al director de la CIA, Richard Helms, en presencia de Henry Kissinger y el Fiscal General John Mitchell, impedir el ascenso al poder y si así sucediese derrocar como fuese al Gobierno de Salvador Allende si éste finalmente se posesionara como presidente el 3 de noviembre de ese mismo año, luego de haber ganado las elecciones democráticas de Chile celebradas 11 días antes.

A partir de entonces los funcionarios de la embajada norteamericana en Santiago y agentes de la Central de Inteligencia empezaron a fraguar el golpe, estudiando, primero, a sus potenciales aliados en la fuerzas armadas y en los carabineros (policía). Henry Kissinger presidía todas las reuniones evaluatorias de las operaciones encubiertas. Primero se iniciaron gestiones para evitar el ascenso al poder de Allende, pero no contaron con el apoyo de los guardias chilenos que dejaron claro que solo actuarían en caso de caos y el margen de días era muy corto para provocarlo. Trataron de convencer al presidente Eduardo Frei para que anulara las elecciones y convocara otras, pero Frei se negó diciendo que no iba a traicionar a su país.

Entonces, al fallar la “Fórmula Frei”, decidieron irse por la ‘Formula Caos” que consistía en crear un clima golpista, una vez asumiera Allende la primera magistratura y desestabilizar política y económicamente al país para que los militares tuviesen que intervenir, pero no habían oficiales de alto rango ni con el carisma necesario reclutados para tal fin y el mismo Richard Helms, jefe de la CIA y la oficina para América Latina del Departamento de Estado se opusieron al plan expresando que la exposición a un golpe fallido implicaría un costo “prohibitivamente“ alto en sus relaciones con Chile. Recomendaban una mejor elaboración del plan, de hecho, uno de los asesores de Kissinger, Viron Vaky, advirtió que Allende no era una amenaza para Estados Unidos y se opuso a la operación, pero Kissinger insistió y se puso en marcha la trama, pero al proponerle al jefe del ejército, el general René Schneider, que encabezara el golpe, éste se negó rotundamente por lo que pocos día después, el 22 de octubre, fue baleado en una emboscada urdida por la CIA muriendo el día después. Este acontecimiento alertó los servicios de inteligencia del nuevo gobierno y frenó el ímpetu de Kissinger.

Los contactos con el empresariado y la oligarquía opuesta a Salvador Allende no se hicieron esperar, el propietario del principal periódico de derecha de Chile, El Mercurio, Salvador Edwards suministraba información sobre la composición del ejército y los posibles candidatos para ser comprados.

Mientras la oposición realizaba protestas, la CIA compraba militares y en poco tiempo cifraron sus expectativas en el general Augusto Pinochet que al inicio mostró inseguridad, pero finalmente cedió a los encantos del poder que le ofrecían.

Allende conocía lo que tramaban los yankees y no hizo nada al respecto. Debió armar a los grupos de izquierda que lo apoyaban, debió crear milicias populares y no creer en sus fuerzas armadas como una entidad íntegra, debió integrar las milicias populares con el ejército y retirar de los mandos a aquellos oficiales sospechosos de estar a favor de un golpe o de ser potenciales adscritos al mismo.  De hecho, la propia CIA, con asiento en Santiago de Chile, temía que el golpe causara un baño de sangre, pues suponían que miles de simpatizantes del Gobierno pudiesen estar armados.

Lamentablemente el golpe se dio y el pueblo chileno sufrió, Salvador Allende, junto a miles de chilenos fueron asesinados, unos resistiendo ,pero la mayoría a mansalva, fusilados o por las intensas y desgarradoras torturas.

Salvador Allende representa la dignidad y heroísmo del pueblo chileno que supo defender con su vida las ideas en que creía.  Su ejemplo quedará por siempre en la memoria de su pueblo y de todos los pueblos que luchan por sus reivindicaciones, por la paz y por el porvenir.