Escuche la noticia sobre la muerte del Papa Francisco. La pérdida me conmovió. Sentí mucha tristeza por su partida, sólo pensé en la bella homilía de ayer domingo, día de Pascua de Resurrección. En la ciudad del Vaticano se proclamó un evangelio amoroso. Un evangelio que se sostiene en lo práctico, ordinario y en el misterio del sacrificio de Jesús, como propuesta de liberación y de amor.
Señala en dicha homilía que la vida de Jesús, no es una bella historia del pasado, ni tampoco es un héroe para recordar en un museo o salas de artes. Hablo de un Dios vivo que se mueve con la gente que sufre, entre los muertos de Ucrania, Rusia, Palestina e Israel y otras personas que padecen hambre, que están encarceladas, excluidas por el despojo de sus derechos humanos en diferentes lugares del planeta.
El Papa habló de un Jesús comunitario y no una representación de un montón de libros de teología. Habló de un Dios vivo que está residiendo en los rostros de las personas, en lo cotidiano y lo inesperado. Esta última palabra me llamó la atención y pensé en el derrumbe de los que perecieron en la discoteca del Jet Set. Lo inesperado o sorpresivo abraza la vida de las personas, incluida la de él mismo. Pensé en un preludio de su propia partida, como si él intuyera su propia muerte.
Esa homilía me hizo reflexionar sobre ese montón de capitales que se utilizan para el diseño y compra de armas de destrucción masiva. Por igual camine en los imaginarios de mi mente, entre las miradas de las mujeres silenciadas y la violencia diaria que irrumpe los mercados con sus aranceles odiosos, tan solo para satisfacer los deseos de unos pocos. Me situé en las pasarelas de los mercados de la moda y sus jugosos capitales con el engaño de las marcas y el falso poder que levantan en los consumidores de masas, producto de alienación epocal.
Me traslade a las ciudades y mire sus fétidas cloacas que derraman los excrementos de una sociedad corrupta y racista que todavía sigue sosteniendo narrativas que inundan y envuelven la humanidad en una danza macabra fascista. Esa que se sostiene en rancios nacionalismos y absurdas explicaciones discriminatorias que se vuelcan sobre los migrantes, las mujeres y todo aquel que no cumpla con su blanquitud o clase social.
Pensé en los autoritarismos y en el irrespeto a las personas. Reflexiones sobre la merma de los salarios y las enfermedades mentales de muchas personas que no pueden pagar los medicamentos.
Me enternecieron la mirada de Francisco, su sencillez y sus palabras amables. A mi entender habló de esa oscuridad que fraguan los hombres y mujeres violentos, esa que se expresa en narrativas discriminatorias y psicopatología obtusas dentro del marco de la posverdad.
Fráncico, cómo me gusta llamarlo, fue un hombre complejo que supo enfrentar con su humildad una vieja estructura poderosa como es el Vaticano. Algunos dicen que debió cambiar esa mole represiva de estamentos antiguos y obsoletos para estos tiempos. Yo creo que dentro de sus posibilidades dirigiendo ese poderoso patriarcado, logró profundizar sobre el compromiso con los pobres, y abrir las puertas a los homosexuales, por lo menos lo nombró y lo escuchó. Planteó que la iglesia no puede cerrarle las puertas a nadie. Se mostró abierto a las uniones civiles entre personas del mismo sexo y autorizó a los sacerdotes a bendecir a las parejas homosexuales y afirmó que los homosexuales y lesbianas tenían derecho a formar una familia.
Ese respiro, nunca antes se sintió en esas ciegas estructuras patriarcales. Su postura geopolítica siempre fue clara, con un no a la guerra. Reconoció al Estado Palestino, además de denunciar el genocidio, por parte de un poder sionista. Fue un buen pacifista. Dijo que la economía dominante mata. Así de controversial fue su gobierno en el Vaticano.
Se atrevió a tocar temas complejos sobre las mujeres, Fue el primero que colocó a dos mujeres en actividades dirigidas por hombres. Una de ella, la nombró para dirigir las labores administrativas que supervisan la finanza del Vaticano y otra como prefecta, siendo estas dos mujeres, las primeras que ocuparon ese lugar. Si bien se quedó limitado con la teología feminista, el aborto, el sacerdocio de las mujeres, al cual se opuso, y con los anticonceptivos. Por igual no aceptó el matrimonio de los sacerdotes, pero por lo menos, se planteó que la iglesia necesitaba reformas profundas y acordes con las necesidades actuales del mundo.
Se atrevió a decir que el preservativo es necesario y un método eficaz para prevenir el sida y el zika. Esto fue una insinuación contra sus propias decisiones de seguir con la vieja doctrina sobre los anticonceptivos. Entendiendo que dicha ambivalencia era una forma particular de dar apertura, no solo al tema, sino de expresar lo que él concebía en lo personal. Su postura fue demasiado liberal y esto podría provocar un cambio en el seno de la iglesia. Trató por todos los medios que no se produjera un cisma en la iglesia, de ahí su posición de ambivalencia.
Proclamó una nueva ética para abordar los cambios de la iglesia y reconoció sus limitaciones para producir dichos cambios en el seno mismo de la iglesia. Esa posición me pareció honesta en una cultura religiosa que ocultó por mucho tiempo, los abusos sexuales por parte de miembros de la iglesia Católica.
Una de las políticas que resaltó como significativa en su práctica de jefatura papal, fue su lucha contra la cultura de la impunidad de los abusadores sexuales que usaban el poder de las sotanas. Se destacó por ser uno de los Papas que más expulsó sacerdotes que cometieron violaciones contra otras personas. Aunque, los afectados reconocieron que no fue tajante y que no todos fueron expulsados de la iglesia. Su teología se caracterizó con un coqueteo con la contracultura, lo cual trató de ocultar con sus posturas ambiguas. Su amor a la tierra y a la pacha mama, fueron actos explícitos. Abordó la diversidad y la apreció pidiendo perdón por los errores atroz de una iglesia corrupta y excluyente con los osriginarios, las mujeres y el habitad ecológico de la tierra. Se unió a los pueblos originarios y rechazó a los viejos y actuales inquisidores.
Extrañaré sus angustias existenciales, sus propuestas ambivalentes, los lapsus sobre una nueva ética eclesiástica, las cuales se le escaparon en esas extrañas paredes en la que se suda poder desde hace siglos. Por esto me hice la siguiente pregunta: ¿Su postura podrá germinar en un lugar de tantos silencios? Espero que la “luz disipe las tinieblas” y que “Dios actúe en el silencio de la noche” como escribió en su última homilía. Una narrativa que será recordada y que posiblemente sea un empuje para los crisitianos comprometido con el presente. Yo creo en los cambios y si fuese necesario que sea a través de un cisma, lo apoyo. No tengo miedo a la transformación que necesita la humanidad. Gracias, Francisco, porque quisiste ser discreto, pero tu paso a paso me obliga asumir la esperanza de tus semillas. Me abro a la aceptación de Cristo Jesús en este nuevo amanecer para la humanidad. Benditos fueron tus pasos por la tierra, buen hombre.
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